Hipódromos siglo XXI: el turf convive con ferias de comida y megafestivales
Por la crisis del sector, los predios se abrieron a la comunidad y alojan una diversidad de actividades, como recitales, exposiciones de arte, food trucks y máquinas tragamonedas; algunas familias van incluso de picnic
Héctor Godoy se encoge de hombros y hace una mueca. "No tengo ni idea de qué es eso. Yo siempre me siento por acá", dice y, con la guía apretujada entre los dedos, señala una grada casi desierta en el hipódromo de San Isidro. "Eso" de más allá es una feria de ecología y comida: hay food trucks en los que se puede comprar hamburguesas de quinoa o limonadas enriquecidas con espirulina. Pero Héctor prefiere esperar hasta la carrera de las 18.15 y volver a casa a temprano. Si llega a tiempo, con lo que ganó va a comprar asado.
A menos de 50 metros, un grupo de chicas de San Isidro bebe licuados orgánicos y habla de la importancia del compost hasta que una descubre que, a sus espaldas, se está corriendo la quinta de la tarde.
Una línea imaginaria los separa. Según cómo sople, el viento puede traer los gritos de los 100 metros finales o el aroma devastador de una crêpe recién hecha. Es el único contacto entre dos mundos que casi no se tocan. Acorralados por la crisis del turf, los hipódromos comenzaron a mutar hasta transformarse en mucho más que carreras. Ferias gastronómicas, exposiciones de arte, megafestivales de rock o muestras de autos antiguos; todo cabe dentro de ellos.
En Palermo reconocen que los ingresos del turf representan sólo un tercio. Por eso, hace seis años, se resolvió acelerar la transformación y convirtieron las instalaciones en un inmenso "lugar de encuentro social". Se remodelaron los edificios, se amplió a seis el número de restaurantes y bares, y se tomó la decisión de quitar las protecciones que durante años impidieron ver desde la calle las carreras para integrar al hipódromo con la ciudad.
En lo que va de este año se realizaron allí 17 ferias gastronómicas. La más reciente fue Carne; la precedieron Le Marche, dedicada a la cocina francesa; Dublin, de cervezas y whisky, y varias ediciones del mercado orgánico Buenos Aires Market. Además tocaron en Palermo Maroon 5 e Illya Kuryaki and the Valderramas; este hipódromo también fue escenario de varias exposiciones y una competencia de running nocturna.
Miguel De Achával, director comercial de Hapsa, la empresa concesionaria, señala: "Palermo hace tiempo que se destaca como mucho más que un hipódromo en el corazón de Buenos Aires. Es un lugar al aire libre para que toda la familia pueda disfrutar de distintas formas de entretenimiento. Buscamos ofrecer tanto a porteños como a turistas una experiencia única y distinta para que disfruten de este ícono".
Más de 500.000 personas viven de una actividad, la hípica, que muchos consideran una industria. Se calcula que por cada caballo que corre hay entre cinco y siete personas trabajando. La Argentina es el tercer productor mundial de caballos pura sangre. Pero por los altos costos que implica mantener semejante estructura, sumados a la competencia que trajeron tragamonedas, loterías y bingos, el turf poco a poco fue perdiendo seguidores. Aquí y en todo el mundo.
Nuevo público
El hipódromo de Santiago, por ejemplo, se convirtió en uno de los lugares preferidos de los chilenos para hacer picnic. En Palermo explican que gracias a la apertura lograron atraer nuevo público, que disfruta de las carreras sin entender demasiado de qué se trata. El grito del final, como en un Boca-River, siempre resulta contagioso.
Para Enrique Delger, director comercial del Haras Firmamento, la nueva movida dentro de los hipódromos trajo "un público no habitué que lo toma como un lugar friendly. El problema es que éste no es un juego de azar, es un juego de ciencia. Hay que estudiar, te tienen que enseñar, no se trata de elegir un caballo por la camiseta del jockey. Hay que seguir al caballo, al entrenador, se necesita paciencia; lo que obtenés es un resultado que es fruto de tu esfuerzo. Pero, bueno, la gente prefiere apretar el botón de una máquina".
En octubre de 2004 se sancionó la ley del turf, que estableció que un porcentaje de lo recaudado por tragamonedas y bingos -entre el 9 y el 15%- sería destinado a un "fondo de reparación" para una industria acorralada. Ya hacía cuatro años que Palermo había tomado la decisión de convertir al hipódromo en "racino", mezcla de race (carrera en inglés) con casino. Con la instalación de 4500 máquinas tragamonedas se convirtió en uno de los más grandes del mundo.
Manejado por una organización también en crisis, el Jockey Club, al hipódromo de San Isidro no le quedó margen para solventarse con las carreras. A diferencia de Palermo, la presión de la Iglesia y del intendente Gustavo Posse fue tan grande que todos los intentos por instalar las tragamonedas fracasaron. Aunque no quisieron dar información oficial, es evidente que en San Isidro también decidieron "abrir" el hipódromo a ferias y eventos de todo tipo: en marzo se realizó Lollapalooza, uno de los festivales de música más importantes del mundo, que repetirá el año próximo. Ya a fines de 2015 tocó David Gilmour. Una vez al mes suele alojar una feria de diseñadores locales y una vez al año se monta una exposición de autos antiguos.
Como en Palermo, se retiraron las lonas que evitaban las miradas de los curiosos.
Héctor Godoy llegó varias horas antes de que se corriera el Gran Premio de octubre con su hijo de 22 años y un sobrino, de 20. "Ya es hora de irse -les dice-. Acá cuanto más te quedás, más triste te vas." Y ellos asienten con la cabeza.
El sol cae y Miriam Leite se prepara para regresar a casa. Nunca había pisado el hipódromo de San Isidro, aunque vive cerca, en San Fernando. Llegó con su marido y su hijo de 4 años, el mantel y la canasta repleta de comida. Pasaron toda la tarde y hasta gritaron en cada final. No ganaron un peso. Promete que va a asistir más seguido.
17
Ferias gastronómicas
Se realizaron en lo que va del año en el hipódromo de Palermo, a razón de una cada 18 días. Carne, La Marche, Dublin y Buenos Aires Market fueron sólo algunas.