Desde hace un tiempo desaparecen estatuas, picaportes y otras piezas de bronce de parques y edificios porteños. ¿Quién se las lleva? ¿Quién las compra? ¿Dónde y en qué terminan transformándose? Los investigadores sospechan que hay una red de compra y venta de ese metal con ramificaciones internacionales que durante los últimos años hizo desaparecer más de 30 toneladas de bronce artístico de nuestro país.
Para La Justicia Nacional en lo Criminal y Correccional es necesario distinguir dos tipos de delitos vinculados al robo de bronce. Por un lado el de quien se lleva una escultura valiosa para venderla en el exterior y, por otro, la persona en situación de calle que para subsistir arranca un portero eléctrico de un edificio, o la placa de un monumento histórico. El objetivo es vender estas piezas a en uno de los cientos de galpones del AMBA llamados chatarrerías.
Según una fuente judicial, el robo de bronces por parte de indigentes recrudece con las crisis socioeconómicas, tal como sucedió en el 2001 con la sustracción de cables telefónicos de cobre, o desde que comenzó la cuarentena, cuando además creció este delito debido a que las calles estuvieron casi vacías. Sin embargo, muchas veces los jueces y la policía hacen la vista gorda. "Si se trata de una persona en situación de calle que se llevó una chapita de un buzón, no le sirve al Estado condenarlo por ese delito. Tiene un costo monetario muy alto y es un perjuicio a la victima", explica un funcionario.
El delito está rotulado como hurto y de acuerdo al artículo 162 del Código Penal puede tener una pena de un mes a dos años de prisión. Pero la mayor parte de las veces quienes lo cometen no pasan más de dos horas en la comisaría. Muchos reinciden, incluso durante el mismo día. Según informó la Policía de la Ciudad, en el barrio de Recoleta detuvieron a unas 22 personas por sustracción de bronces durante un operativo realizado en septiembre pasado. Uno de los individuos fue detenido tres veces en un día.
Piezas irrecuperables
Para los vecinos y las ONG de diferentes barrios la situación se agrava cuando se trata de piezas antiguas irrecuperables: desde la baranda de la iglesia de San Nicolás, pasando por las cornisas de Harrods en Florida, hasta las cabezas del Monumento a España de Costanera Sur cuyas cinco figuras principales fueron decapitadas.
"Resulta irrisorio que habiendo tantas cámaras de seguridad no los arresten", afirma un integrante de la asociación Casco Histórico Protege, que hicieron cientos de denuncias sobre vandalizaciones en la vía pública, especialmente en San Telmo y San Nicolás. "Las cámaras toman la imagen de cuándo están cometiendo el ilícito. Lo que pasa es que para nosotros no tiene sentido mandar un policía a arrestarlo para que después los jueces los liberen a las dos horas", responde una fuente de la Policía de la Ciudad. Además, por lo general las piezas son escondidas dentro de los carros que arrastran los cartoneros. "Si el hombre no está haciendo nada no podemos detenerlo y revisarle el carro, a pesar de que sabemos que muchas veces llevan escondidos desde un picaporte hasta una rejilla", agrega la fuente policial.
La ruta del bronce comienza cuando quien roba alguna pieza, la arroja en una bolsa de consorcio y la lleva al galpón de un chatarrero donde compran todo tipo de metales no ferrosos, que no se oxidan: cobre, aluminio, zinc, bronce, etc. Quien recibe no pregunta su origen, simplemente revisa la bolsa para corroborar que efectivamente contenga lo que dijeron. No todo el metal que se acopia allí es robado. También llega material de demoliciones, de desguace o de gente que simplemente tira una manija vieja en un container para reemplazarla por otra.
"Una vez que un chatarrero tiene como mínimo unas 20 toneladas de bronce, lo sube a un camión y lo llevan a una refinería que se encarga de hace lingotes con diferentes aleaciones de acuerdo al uso que se le dará después, ya sea en una fábrica de bujes, de canillas o hasta una de esculturas" explica Fernando, del Partido de 3 de Febrero que, con 50 años en el negocio de refinar metales, quien prefiere mantener el anonimato.
Por todo ello es casi imposible tener un control sobre la cantidad de bronce en circulación, afirman desde la Justicia. A diferencia del mercado negro de autopartes, donde cada pieza está rotulada y es posible llegar a localizarlas. Una pieza de bronce termina transformándose en un lingote que será fundido para convertirse en otra cosa, incluso en una obra de arte que paradójicamente tal vez será robada, y luego fundida creando un círculo imposible de desentrañar.
El arte milenario de fundir metales
Ricardo Buchhass, de la fundición artística que lleva su nombre, muchas veces debe reponer piezas que él mismo elaboró. En su fábrica familiar de Florida Oeste, próxima a cumplir 100 años, se realizaron casi todas las esculturas de bronce del país gracias al antiguo oficio del moldeado "a la cera perdida" traído de Alemania por su tío abuelo. Hicieron desde el Monumento a la Bandera en Rosario hasta el Monumento a San Martín en la Plaza que lleva su nombre de Retiro.
"Investigar el circuito de robo del bronce no es muy complejo, no es tan grande como parece. Lo que sucede es que hay desinterés de las autoridades", opina Buchlass quien en estos momentos fabrica la estatua del director técnico Marcelo Gallardo, que será inaugurada en diciembre en el Estadio Monumental de River. "Será la escultura de un futbolista más grande del mundo, 7 metros de alto y ocho toneladas de peso", anticipa. Para fabricarla, y a modo simbólico, varios aficionados del club dejaron llaves de bronce en las inmediaciones del estadio.
Esas llaves se transformaron en lingotes, de aspecto similar al que puede tener uno de oro. Pesan 8 kilos y poseen una fórmula de aleación determinada. Para hacer sólo una parte del torso de Gallardo deberá fundir 400 kilos de bronce en el horno a 800 grados. Buchlass asegura que en el mercado se conocen todos y que el compra su material en una refinería seria que no acepta esculturas robadas. "Cuando veo una obra robada en algún lugar llamo al propio escultor para avisarle", agrega.
A medida que se avanza en la ruta, el bronce va subiendo de precio. Mientras que un chatarrero se lo compra a un cartonero entre 220 y 350 pesos el kilo, en una fábrica de estatuas, o en una de canillas, o de bujes, compran el kilo de bronce ya transformado en lingote de ocho kilos a unos 4200 pesos aproximadamente. Es decir que el kilo pasa a valer 525 pesos.
Además de crear monumentos, Buchlass hace las placas alusivas de bronce que los rodean. La mayor parte de ellas ya fueron robadas, tal como sucedió con las del Monumento a San Martin, hoy reemplazadas por otras de resina para evitar nuevamente su vandalización. Son elaboradas en el predio de Monumentos y Obras de Arte, MOA, donde custodian cientos de esculturas que corren riesgo de volver al espacio público.
Según datos del MOA, en la Ciudad hay registradas aproximadamente 1000 placas y unas 800 aproximadamente son de bronce. La mitad de ellas desapareció. "Se las roban tal como hacen con todo aquello que pueda ser manoteado, arrancado de cuajo con una barreta y cargado en un carrito ", se lamentaron. Si se hace un cálculo de la cantidad de bronce correspondiente a placas sustraído se puede decir que, aproximadamente, se llevaron 16.000 kilos de bronce perteneciente a placas durante los últimos 25 años.
Además, se calcula que el 80 por ciento de las 2300 esculturas porteñas son de bronce. A la mitad alguna vez le robaron una pieza. El cálculo aproximado es que desaparecieron 13.500 kilos de bronce moldeado por reconocidos artistas, desde el francés Antoine Bourdelle hasta Arturo Dresco. Por lo general, son obras de gran valor patrimonial, declaradas Monumento Histórico Nacional.
Un negocio con ramificaciones internacionales
Pero lo que más preocupa a la Policía es la desaparición de figuras escultóricas de cuerpo entero en el espacio público. Según datos de Interpol Patrimonio Cultural, desde 1996 hasta la fecha desaparecieron misteriosamente 13 esculturas, la mayoría de bronce. Todas ellas tienen pedido de captura internacional y fueron robadas por encargo, tal como sucede con los cuadros. "Hay un Mercado negro internacional de esculturas. Nadie que sustrae una obra como Rómulo y Remo de plaza Lezama lo hace por ser indigente. Salen vía Paraguay o Uruguay directo hacia Europa y luego se ofrecen en sitios como Amazon o eBay", explica una fuente judicial.
La base de datos sobre obras robadas en Argentina a la que tuvo acceso LA NACION incluye a El Niño y la Gallina, de Nicolás Gulli; Grupo Infantil, de Vicente Gemito; el Busto De Ruzzuti, de Luis Perlotti; Rómulo y Remo, de Gonzalo Leguizamon Pondal; Jubilo 1984, de Blazcko, Figura Águila, de Froso Eftimiadi Menegaki ; el Busto Carlos G. Pecotche, autor desconocido; la Placa Larrabure del Valle; el Busto Ortega y Gasset, de Piran Pose; Ornamento corona de escultura Fuente; la Escultura Comisario José Gregorio Rossi, de Domingo Vittoria; La nena feliz, de Tineke Willemse Steen y cinco figuras del Monumento España, de Arturo Dresco.
De acuerdo a las fichas técnicas del MOA el peso de estas esculturas va de los 20 hasta los 450 kilos. Cuando las obras son livianas y pequeñas es más fácil transportarlas y sacarlas del país. Esto sucedió con Rómulo y Remo de Parque Lezama, de 20 kilos, o con La niña feliz de Puerto Madero, una obra de 40 kilos, aseguran los investigadores.
El último caso, ocurrido el año pasado, generó gran preocupación en Interpol dado que se trató de una donación del gobierno de los Países Bajos y la embajada se mostró consternada. "La niña feliz ya está en Paraguay, según pude averiguar. Deberíamos buscar la forma de salvaguardar el bellísimo patrimonio del espacio público. Corre serios riesgos de desaparecer por completo", dice Graciela Fernández, especialista en patrimonio escultórico, quien recorre la ciudad de a pie para cerciorarse sobre el estado de las obras.
Otro caso que conmocionó a Interpol, contrario a la teoría de que se llevan sólo esculturas livianas, es la desaparición de la del Comisario José Gregorio Rossi, creador de la Cédula Nacional de Identidad. Pesaba casi media tonelada y tenía 2 metros de alto. "Nadie se explica como fue que lograron sacar una figura de semejante tamaño del Cementerio de Chacarita. Estaba en una ochava, bien a la vista, es imposible cargarla de a pie, y está prohibido ingresar con vehículos al predio", dijeron fuentes de la Policía.
De todos modos, la mayor cantidad de bronce que egresa del país no lo hace en forma de escultura, sino de chatarra. Desde su refinería, una de las más importantes del AMBA, Fernando asegura que "hay una red de mercado negro internacional del bronce que mueve millones. Claramente nos perjudica a quienes tenemos que comprar material de desguace en Argentina". Esto se debe a quien el exterior se paga la chatarra mucho más que acá, unos 500 pesos aproximadamente.
Según Fernando, los camiones con chatarra salen de Buenos Aires y llegan hasta Clorinda, Formosa. De ahí parten en balsa a Paraguay, con unas 20 toneladas de chatarra transportada debajo de piedra partida. "El dinero luego es girado a diversas financieras de Buenos Aires y todo sigue como si nada", asegura.