Sobre la Autovia 2, en el partido de Berazategui, el imponente complejo industrial luce en ruinas; una empresa de bienes raíces la había adquirido en 7 millones de dólares
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La ruta que une la Capital Federal con la costa bonaerense, principalmente con Mar del Plata, está plagada de edificios abandonados, casonas en ruinas y hasta una iglesia de 1895 que un estanciero construyó para homenajear a su esposa fallecida. Pero ninguno de esos sitios caídos en desgracia tienen la magnitud de la estructura que se encuentra pocos kilómetros después de ingresar a la Autovía 2 desde la autopista Buenos Aires-La Plata. Silos de ladrillos, cúpulas, vías y dársenas para transporte pesado forman parte de ese gigante olvidado que tuvo un pasado importante en la historia de la industria argentina y que no logró consolidarse en la transformación hacia otros rubros.
En Hudson, partido de Berazategui, los restos de la primera maltería de la Argentina pueden verse fácilmente desde la ruta y a lo largo de varios kilómetros. Fue construida en 1918 por Cervecería Quilmes, la empresa fundada en 1888 por Otto Bemberg, que dos años después lanzó sus bebidas al público. Pero desde que cerró, en 1994, para mudar su producción a una planta modelo de Tres Arroyos, la Maltería Hudson tuvo un camino de pasos errantes hasta llegar al cierre y el abandono total.
Con un breve paso por la gestión estatal al entrar en la década del 50, la fábrica pasó nuevamente a manos privadas en 1955 y siguió su derrotero hasta que la industria inmobiliaria le puso los ojos para ampliar la modalidad de barrios cerrados que comenzaron a instalarse en la zona.
El Grupo IRSA, desarrollador de Abril Club de Campo, uno de los pioneros de la zona, fue el último propietario del predio de Maltería Hudson, de 148.000 metros cuadrados de superficie total y aproximadamente 40.000 m² de superficie construida, donde pensaba levantar un nuevo barrio cerrado tras adquirirlo en unos US$ 7.000.000 hace algunos años. De acuerdo a lo informado por IRSA, la empresa ya se desprendió de esa propiedad que ahora está en manos de otro privado. Por lo que pudo averiguar LA NACION, la compra podría estar relacionada con grupos empresarios de México y Estados Unidos.
Antes de IRSA, en 2010, hubo otro proyecto similar llamado Pampas Pueblo de Hudson, que prometía una inversión de 100 millones de dólares para un desarrollo inmobiliario que contaba no solo con un sector residencial, sino también con edificios de oficinas, centro comercial y un complejo de cines. La propuesta tuvo diferentes etapas y al menos dos intentos de lanzamiento, pero en ningún caso avanzó.
La historia cuenta que la Maltería Hudson fue complementaria a la cervecería que nació en Quilmes y su construcción finalizó en 1936 para las primeras experiencias en la elaboración de maltas con cebada cultivada en los campos argentinos y destinadas a la fabricación de la tradicional cerveza.
El imponente establecimiento llegó a ser uno de los más grandes de América del Sur, con un espacio verde de producción de 390.000 m². En total la planta contaba con unos 180 silos de los cuales 94 eran destinados para acopiar cebada y el resto para malta que llegaba en trenes y, luego, en camiones, cuando el ferrocarril comenzó a perder fuerza.
Un paréntesis en la historia. En 2001 hubo un intento fallido de demolición de uno de los silos que estuvo cerca de provocar una tragedia. El explosivo plástico utilizado dentro de agua y envuelto en bolsas de arena se activó y las columnas se pulverizaron, según relatan las crónicas de esa época, pero el silo perdió velocidad en la caída y quedó apoyado en un edificio donde funcionaban oficinas. La empresa encargada de la demolición debió continuar con los trabajos de forma mecánica.
Cierre y mudanza
El manejo estatal de la fábrica llegó en 1949 y culminó en 1955 cuando el establecimiento contaba con unos 600 empleados, una cifra elevada para la industria de ese entonces. Las décadas siguientes fueron de una productividad en aumento hasta que en 1994 la Maltería Hudson cerró y mudó su actividad a la planta de Tres Arroyos, dejando solo un puñado de trabajadores en el predio de Berazategui.
Las instalaciones comenzaron a ser parcialmente demolidas, intrusadas o vandalizadas tras el cierre, hasta que en 2005 se lanzó el emprendimiento Pampas Pueblo de Hudson, con una inversión de 100 millones de dólares sobre las 50 hectáreas del predio. El proyecto pertenecía a la firma Entheus SA que, entre otras obras, había completado la construcción de las dos torres principales de la catedral de estilo gótico de La Plata.
La idea contemplaba el loteo para viviendas familiares, pero también comercios de diversos rubros como indumentaria, cerrajería, farmacia, gastronomía y oficinas. Los antiguos edificios, diseñados con arquitectura funcionalista y típica de las construcciones industriales de fines del siglo XIX y principios del XX, iban a cambiar sus interiores, pero se iban a respetar sus fachadas.
Cinco años después, la propuesta volvía a la carga. En una nota publicada por LA NACION en agosto de 2010 se especificaba: “El complejo incluye la construcción de un hotel y spa más un complejo de seis salas de cine. El edificio de oficinas tendrá módulos de 1350 m² por planta y 4700 m² totales por módulo, completando un total de 24.500 m² en todas las etapas”.
Además, la crónica de entonces presentaba como novedad del complejo urbanístico “Las Casonas de Hudson, un condominio de aproximadamente 700 viviendas (con superficies que van desde 60 hasta 120 m² cubiertos), que se presentará en los próximos meses y que contará con club house, piscina, canchas de tenis, SUM, estacionamiento propio y un circuito deportivo”. La historia se conoce. La estructura de la Maltería sigue intacta y el predio, sin intervención.
La llegada de IRSA fue en 2018 con una inversión de unos US$7.000.000. La compra, explicaban desde la empresa en ese momento, apuntaba a un desarrollo de usos mixtos con una capacidad constructiva aproximada de 177.000 m² en otros dos inmuebles que entraban en la operación, de 49.000 m² y 57.000 m², respectivamente.
Desde la firma aseguran hoy que la propiedad ya no pertenece al grupo. En la transacción de venta, el nuevo propietario pidió confidencialidad por lo que su nombre es un misterio. Como el que envuelve a ese gigante que observa a los miles de autos que pasan por delante.