Salón Marabú abrió sus puertas por primera vez en 1935, se reconvirtió varias veces y ahora volvió al ruedo completamente renovado
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No había culminado ni la construcción del Obelisco, cuando el Salón Marabú abrió sus puertas por primera vez sobre la calle Maipú, casi Corrientes, durante el año 1935. Desde entonces, este subterráneo de más de 1000 metros cuadrados se erigió como el preferido de buena parte de las figuras de la golden age del tango nacional entre maratónicas milongas, tragos de autor de la época y shows de cabaret, el otro rubro estrella del lugar. Allí, por ejemplo, Aníbal Troilo debutó con su orquesta, mientras que José María Contursi se inspiró en la historia entre un mozo y una habitué para componer la emblemática pieza “Como dos extraños”. También fue el punto de encuentro donde se conocieron Mariano Mores y Discépolo.
Para finales de la década del 90 y comienzos de los 2000, sin embargo, lejos habían quedado aquellos tiempos de gloria, entre negocios fallidos y el descenso de la popularidad del tango. Estaba en estado de abandono, convertido en un depósito y al borde del remate. Los días de este templo parecían terminados hasta los primeros años de los 2000, cuando un antiguo cliente acudió a un enigmático filántropo británico. “Héctor Chidichimo, amigo milonguero recientemente fallecido, me avisó de la situación en la que se encontraba el legendario Marabú. La posibilidad de verlo caer por meros intereses comerciales me decidió a participar de la subasta para salvarlo”, recuerda Jo Fish.
Fue través de la fundación The Argentine Tango Society, creada por este multimillonario proveniente de Londres para preservar la cultura milonguera argentina en el mundo, que no solo que evitó la desaparición, sino que resurgió de las cenizas y reabrió en diciembre del año pasado remodelado casi en su totalidad. “Tengo la satisfacción de haber salvado un patrimonio de la humanidad”, dice Fish, quien entiende la necesidad de que más argentinos se involucren y defiendan el patrimonio cultural tanguero. “Tiene un valor emocional y material incalculable. Como el jazz o la música clásica, ustedes sostienen un tigre por la cola. Por favor, no lo dejen escapar”.
Para Eduardo Pareja, alias “Parejita”, bailarín legendario en el mundillo de las tanguerías porteñas y un habitué del salón por décadas, la reapertura significó salvar un trozo de su vida. Allá por los años 40, en la era de mayor esplendor, el Marabú ha sido “una escuela” en la que se formó durante su adolescencia. “Yo iba de jovencito. Era lo más grande que había sobre la calle Maipú. Era una verdadera maravilla. Ahora, ya de grande, puedo decir que es una locura lo que hicieron con la remodelación. Ha quedado hermoso. Recuerdo una noche que tocó Juan D’Arienzo. Me impactó el lugar, era fascinante”, comenta con nostalgia.
Los años del rock
El Marabú como espacio milonguero entró en desgracia hacia fines de los 70 y principios de los 80, con la crisis del tango ante el crecimiento de otros géneros musicales. Esto obligó a cambiar sus raíces para pasar a brindar shows en vivo de bandas prometedoras del rock del momento. Desfilaron, por entonces, conjuntos como Soda Stereo (ahí fue su debut), Los Abuelos de la Nada, Virus, Zas y Los Twist.
Al tiempo, su nombre cambiaría a Halley, ya como reducto del heavy metal. Pero la experiencia finalizó cuando la marca cambió de inmueble. Los años siguientes funcionó sin suerte como salón de alquiler y caminó por la cornisa de la quiebra hasta el 2005, año en el que lo adquirió The Argentine Tango Society, con sede central en Estados Unidos y responsable del Stowe Tango Music Festival, el más importante de Norteamérica.
A partir de ese momento, la mano derecha de Joe Fish en la Argentina fue Silvina Damiani, licencia en Letras y “trabajadora de la industria del tango desde siempre”, que lideró el proyecto codo a codo con dos reconocidos profesionales como son el constructor Juan Lepes y el escultor Daniel Brandimarte. Si bien el Marabú tuvo su primera y gran reapertura en el 2017, con la llegada de la pandemia y los confinamientos, se tomó la decisión de ir un paso más allá y cada rincón de este subsuelo fue sometido a un minucioso proceso de restauración y reequipamiento.
“El Marabú pasó de estar al borde de desaparecer a encontrarse completamente remodelado desde el 11 de diciembre de 2021. Hoy cuenta con un sonido fabuloso y una puesta de luces sólida, un piano espléndido para recibir a los músicos contemporáneos y una pista original completamente restaurada para los bailarines de la clientela y aquellos que son exhibicionistas”, explica Silvina.
Ella destaca que la decisión de llevar a cabo esta tarea se hizo en nombre “del baile social, del tango y todo el movimiento cultural que este conlleva”.
El último subsuelo del tango
Aunque la fachada es elegante, el ingreso al Marabú resulta discreto y pequeño en comparación a todo lo que comprende el resto de su espacio. A diario, muchas personas transitan por microcentro desconociendo la vuelta de las concurridas veladas tangueras sobre su subsuelo con capacidad para 300 personas, inmortalizado por un vitro de película que ilumina a lo largo de su pista de baile. Como dice Silvina, no hay dudas de que se trata de uno de los grandes templos del tradicional ritmo musical porteño: “Acá han coincidido personalidades como Mariano Mores, Discépolo, Troilo, Contursi, Pugliese, D’Arienzo, De Angelis y Hugo Del Carril. Es decir, las leyendas”.
Para su última reapertura, el lugar se cerró temporalmente y fue intervenido durante los últimos dos años. Desde el salón principal y los salones laterales hasta la cocina, el depósito, los baños y el sistema de ventilación y refrigeración. “Cada paso que dimos fue un desafío. Tuvimos como objetivo resguardar su reminiscencia art decó y art nouveau pero mezclándolo con la tecnología actual. Esa estrategia ha protegido la memoria del lugar dotándolo de los nuevos avances en sonido, instrumentos e iluminación”, completa Silvina. Y argumenta que esta movida no solo atrajo a los antiguos clientes, sino que amplió el target etario gracias a nuevas generaciones.
La renovada agenda del Marabú hoy se comprende de un diverso catálogo de orquestas y milongas durante las noches de los lunes, miércoles y sábados, que se complementa con clases a cargo del bailarín Carlos Copello y su staff, tanto para experimentados como principiantes. Como miembro de la vieja guardia, “Parejita” también espera que cada vez más personas puedan descubrirlo y frecuentarlo, como pasa con muchos extranjeros embelesados por la riqueza del tango nacional. “Fue muy emocionante la reapertura, a la que me honró haber sido invitado. En esta época en que todo es descartable, que se haya mantenido este lugar, donde he pasado tantas noches de tango, es la gloria”.