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No por nada a La Boca le dicen “La República”. Pese a la postergación que ha sufrido frente a otros barrios de la ciudad de Buenos Aires, este enclave del sur porteño mantiene su autenticidad y fidelidad con sus raíces. Pero, víctimas del paso del tiempo, muchas de las edificaciones están en ruinas. Es el caso del Bar Benigno, una reliquia de mitad del siglo XX situada frente al Riachuelo, sobre la Avenida Pedro de Mendoza, a metros de la zona de “Villa Lamadrid”, donde los portuarios se juntaban a charlar, timbear y beber en sus tiempos libres. Llevaba cerrado dos décadas, pero ahora volvió a abrir para una muestra de arte.
“Este bar fue un ícono. Nosotros veníamos a jugar a las cartas, a tomar una copita, a comer un sándwich de salame y queso. Atendido por sus propios dueños. Los portuarios y la marina mercante paraba ahí. Me acuerdo de cada detalle. Del bañito al fondo, donde había un salvavida con un reloj. Fue una gran pérdida”. El recuerdo es de Pedro Avalos, marinero desde chico y un habitué del lugar: “Tengo presentes mis días en Benigno durante los 90. Luego, las empresas quebraron, varios quedaron desempleados, La Boca perdió toda esa movida que tenía y el bar cerró”.
El origen del edificio, donde en su planta baja se emplazan los vestigios de Benigno, data de entre fines de los años 20 y principios de los 30. Fue una obra que estuvo a cargo del estudio de ingenieros Gilardón, Córdoba & Riva, cuya firma está inmortalizada sobre una de las paredes de la fachada. Sin embargo, se cree que el bar abrió dos décadas después, durante los años 50, cuando se lanzó el reglamento de copropietarios. Alejado de otras tendencias gastronómicas más ligadas a intelectuales y notables, se montó donde antes funcionaba una especie de depósito.
“Es un estilo art decó. Pero no cualquiera, sino que es más austero e industrial. Por ejemplo, parte del diseño de la vidriera lo define. No son ángulos rectos, sino que presentan una curva. Por otro lado, no hay ascensores, pese a tener tres pisos. Y, con solo apreciarlo, entendemos que es una estructura muy sólida de más de 100 años”, describe Santiago Bengolea, curador a cargo de la exposición artística que permitió reabrir el espacio del bar, miembro de la Fundación PROA y proveniente de una tradicional familia de arquitectos.
La recova es otro de los distintivos de Benigno. De acuerdo con el historiador Rubén Granara Insua, presidente de la Fundación Museo Histórico de La Boca, esto responde a una vieja ordenanza de la ex Municipalidad de Buenos Aires, aún vigente pese a que no se cumpla en rigor: todo frente sobre Pedro de Mendoza debería presentar este tipo de construcción. No solo con respecto a su función práctica, que es la de resguardar el espacio del sol y de la lluvia, sino también para unificar un estilo entre las edificaciones de la zona, algo que en la ciudad se ha convertido una especie de déficit con el avance de los años.
“Esta zona ha sido desprestigiada de un montón de formas. Antes La Boca tenía un movimiento nocturno espectacular. Había cinco o seis bares y restaurantes por cuadra. Esto era acompañado por un paseo costero majestuoso y una actividad portuaria que daba trabajo a miles de personas, algo que había sido proyectado por un hombre visionario como Luis Augusto Huergo, el primer ingeniero graduado en la Argentina”, opina Granara Insua. Para él, el primer golpe bajo se da cuando apartan a Huergo en reemplazo de Eduardo Madero por decisión de Julio A. Roca, lo que considera una condena para el puerto.
Según el historiador, de todas formas, el impacto más duro llegaría 100 años después, con la Autopista La Plata-Buenos Aires: “Esta obra fue una sucesión de desastres. Terminó de hacer esta zona comercial, que tuvo su esplendor entre los años 30 y 60, en un área marginal. La autopista destruyó todo el tráfico naviero. Los astilleros que quedaban cerraron. El gálibo debía tener 56 metros, pero lo bajaron de forma delictiva a veintipico. Eso cerró el paso a las naves grandes e históricas. La Fragata Sarmiento y la Corbeta Uruguay desaparecieron del lugar”.
De bar portuario a espacio de arte
Benigno llegó a su fin pocos meses antes del estallido de la crisis del 2001 y empujado por la avanzada edad de “Manolo, el gallego”, el dueño de toda la vida. Tras su muerte, fue la viuda quien en el año 2012 decidió vendérselo a María Bergara Newbery, de la familia de Jorge Newbery, el célebre ingeniero eléctrico y eminencia de la aviación. Cuando era joven, María solía ir de excursión junto a su padre por las fondas de la zona e iba a jugar a la arenera de La Boca. Cuando se enteró de la situación del histórico bar, preguntó las condiciones y decidió avanzar con la compra, un proceso que describe como “muy difícil” por el valor sentimental que representaba para su antigua propietaria, quien finalmente optó por pasarle la posta.
“Para mí Benigno es una gran responsabilidad. Cuando lo compré, el bar había sufrido un año antes, en 2011, una usurpación. Digamos que actué bajo emoción violenta por lo que estos espacios significan para un barrio que ha quedado olvidado y al que tanto quiero. Una vez que lo tuve en mi poder, comencé a equiparlo con muebles propios. Lamentablemente, al poco tiempo, me entraron y se llevaron prácticamente todo. Ahí debí suspender el proyecto hasta este momento”, comenta María, que dice que desde que se anunció la muestra no para de recibir mensajes de artistas de todas partes para exponer en el lugar.
Además de Bengolea, el otro responsable de la exposición que llevó a abrir de nuevo este reducto boquense es el artista visual Sasha Minovich. Ambos se admiraban mutuamente, por lo que decidieron comenzar a trabajar durante la pandemia. Al poco tiempo, pusieron en marcha su opera prima: Salón de Otoño. Se trató de otro evento de arte hecho a mitades de año en “Casa Carlos”, las ruinas de una antigua mansión escondida por San Telmo, donde presentaron una serie de obras, como una activación del espacio. Ese primer paso, que contó con una gran repercusión, los impulsó a desembarcar en La Boca.
“Si bien Casa Carlos es un escenario totalmente distinto al de Benigno, hay un punto en común entre ambos que es nuestra búsqueda de rescatar y tomar espacios que han quedado en una suerte de abandono”, dice Santiago.
“La muestra no es una reconstrucción del lugar. Es tomar lo que hay y respetarlo, pero al mismo tiempo expandir su significado a partir de la inclusión de obras de cerámica, textil, fotográficas, dibujos y esculturas, lo que derivó en un proceso que ha resultado totalmente armónico”, completa Sasha, que agrega que la propuesta ha generado una gran adhesión entre los vecinos actuales del barrio.
Lo que queda del bar, actualmente, yace sobre una de las partes más degradadas y menos pujantes de La Boca. Pese a esta realidad que lleva décadas de arrastre, su presente dueña afirma que existe toda una corriente de personas comprometidas a recuperarla, “antes de que no quede nada”. Y así como cuenta que hoy Benigno tomó forma de espacio artístico, ratifica que la idea es volver a reabrirlo como bar. Mientras tanto, a este pedazo de historia —”que permite adentrarse en otro tiempo y regresar al pasado”, en palabras de Bengolea— el diccionario lo define por su nombre: benigno, sitio donde se brinda buena voluntad, comprensión y simpatía hacia una persona o un grupo. “La calidad humana del laburante argentino está acá”.
El Proyecto Benigno
- De Santiago Bengolea y Sasha Minovich
- Jueves 11, viernes 12 y sábado 13 de noviembre de 14 a 17
- Av. Pedro de Mendoza 1379, La Boca
- Artistas que participan: Blas Aparecido, Ely DD, Matías de la Guerra, Roos Rademaker, Lulo Demarco, Pablo Gómez Samela, Nicolás Monti y Tania Vitale. Invitados: DJ Dr. Trincado y Fantasy Dinasty