El tour a 30 años de la salida del disco más vendido de la historia argentina continuará Uruguay y Chile, y otras ciudades del exterior; el Movistar Arena vivió siete noches colmadas y se prepara la octava y última función del año
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Muchos discos pueden marcar la adolescencia o alguna otra etapa de la vida de las personas, pero unos pocos logran atravesar a toda, o a casi toda, una generación que creció con esas canciones. El amor después del amor, de Fito Paéz, lo hace, y despierta emociones, recuerdos y sensaciones 30 años después de su lanzamiento en aquellos adultos, ayer chicos, que renovaron su admiración por el músico en las últimas semanas.
En el séptimo Movistar Arena colmado el rosarino brilló anoche con un show demoledor, el número 13° de la gira conmemorativa del disco más vendido de la historia argentina que continuará luego por el interior del país y en Uruguay y Chile. “¡Qué bien que suena esto! Hagamos frente al número 13″, pidió Fito al comienzo del recital en el estadio de Chacarita donde hoy se iba a presentar por última vez, pero por prescripción médica debió suspender.
Una vez que se complete el último show serán más de 90.000 las personas que habrán pasado por el estadio; adultos, que se comportarán como adolescentes por más de dos horas, y que habrán revivido el placer de saltar sin control abrazando a un amigo con “A rodar mi vida” y “Dos días en la vida”; y también el amor, el dulce beso de la juventud, el desamor y la despedida con “Un vestido y un amor”.
Las sensaciones durante el show siguen el orden cronológico de los 14 temas que componen el disco de los 30 años. “El amor después del amor” suena de entrada, con un Fito Páez ausente y su banda dándole soporte para que el rosarino tenga una entrada rutilante cuando la canción ya avanzó. El shock es inmediato, un golpe al corazón con los primeros acordes, cuando el público comienza a reconocer ese mismo tema que descubrió hace más de tres décadas.
Sostenido por Emme, una vocalista que logra llegar a lo profundo, Fito encuentra un sitio cómodo para desplegar su particular estilo, más cuidado y sin tantas estridencias, al filo de los 60 años que cumplirá el próximo 13 de marzo. El resto de la banda lo acompaña con intervenciones arrolladoras, principalmente las de guitarrista Juani Agüero, poniéndole mucho rock a versiones que Páez fue improvisando como un maestro de orquesta.
La banda se completa con Diego Olivera, en bajo; Gastón Baremberg, en batería; Juan Absatz, en teclados y coros; Vandera, en guitarra y coros; Alejo Von Del Pahlen, saxo alto y barítono; Manuel Calvo, trombón; y Ervin Stutz, trompeta y flugelhom.
Los tanques del disco fluyen uno tras otro. Después de la bomba que abre el recital, con el nombre de la canción en grandes letras rojizas y negras que impactan en una pantalla que recorre todo el escenario, llegan todos los hits, uno tras otro. “Dos días en la vida”, “La Verónica”, “Tráfico por Katmandú”, “Pétalo de sal”, “Sasha y Sisi y el círculo de baba”, “Un vestido y un amor”, “Tumbas de la gloria”, “La rueda mágica” y “Creo”, casi sin intervención del músico.
“Crecí escuchando a Chabuca Granda con mi padre, cuando el mundo todavía tenía buenos músicos populares, y años más tarde tuve la fortuna de ser amigo de Luis, su guitarrista. Un día le dije ‘mirá Luis, tengo este desastre, por favor, hacé algo con él’. Y salió esto”, contó Fito antes de una exquisita versión de “Detrás del muro de los lamentos”.
El recorrido por El amor después del amor llega a “La balada de Donna Helena”, quizás el tema menos conocido del álbum, para despegar en forma definitiva con “Brillante sobre el mic” y “A rodar mi vida”. Un camino de más de una hora en la que no faltaron las menciones y saludos a Cecilia Roth y Fabiana Cantilo, dos de las mujeres que marcaron la vida del rosarino.
Un intervalo de 10 minutos, como en un teatro, pero en pleno recital, le da paso a la segunda parte del show que llega hasta otros éxitos del músico argentino, que sirven para completar la noche mágica. “Al lado del camino” saca las lágrimas de los más duros; “Circo Beat” recuerda otros amores de la adolescencia; “Mariposa tecnicolor” transporta a esos bailes sin ritmo, en ronda, a los saltos y sin control; “Yo vengo a ofrecer mi corazón” llega casi en modo sinfónico; y “Ciudad de pobres corazones” pone al Movistar a tope, con una explosión visual y de sonido inigualable.
Esta seguidilla de recitales es un reencuentro con el público más fiel que logró en sus años de carrera, el que conectó con el artista en 1992 cuando conoció el disco que se volvió el más taquillero de la Argentina. Hubo otros, antes y después del amor, pero ninguno igual para esos cuarentones, cincuentones y sesentones que vibraron en el Arena.
Pasará Buenos Aires, pero vendrán otras presentaciones para el rosarino y su banda aplanadora. Lo que queda de noviembre (el 25, 26 y 29) estará en Montevideo y seguirá por Chile en los primeros días del mes próximo. El fin de año lo tendrá a Fito en Rosario (8, 10 y 11) y en Córdoba (16 y 17) para cerrar un 2022 a pura emoción y recuerdos.
En 2023 el tour ya tiene asegurada la presencia en varias ciudades de la Argentina, Brasil, Paraguay, Perú, Ecuador Colombia, México, Costa Rica, República Dominicana, Puerto Rico, Estados Unidos, Canadá, Israel y otros países de Europa. El amor no se detiene, y seguirá de gira.