En el tren a Mar del Plata, la comodidad compensa el largo viaje
El primer servicio con pasajeros tardó 7,5 horas, pero fue amigable
MAR DEL PLATA.- Sobre la tradicional avenida Pedro Luro de Mar del Plata se percibe una atmósfera de fiesta. Luego de dos años de inactividad, volverá a salir el tren con destino a Buenos Aires. Son las 23 del lunes 3 de julio. En el andén 4 descansa el coloso de doce coches y una locomotora.
Sobre la plataforma, los operarios dejan a punto el tren para que pueda partir. Familias con niños, jóvenes estudiantes y una buena cantidad de jubilados conforman el nutrido grupo de pasajeros ansiosos por abordar, para descender en alguna de las 12 estaciones intermedias o en la terminal porteña.
En el preembarque, el personal pide el boleto y el DNI de cada pasajero. Algunos deben despachar sus valijas más grandes: sólo se puede acceder con bultos de mano o de porte mediano. En la puerta de cada coche, una azafata invita a subir. Los buenos modos definen la atención. El interior luce impecable. De a poco se va colmando, aunque quedarán asientos libres. Suman 388 pasajeros. Las butacas son reclinables y tienen una bandeja para apoyar la notebook o la cena.
La gente se toma fotografías dentro y fuera de la formación. En la Argentina del siglo XXI, un tren a estrenar aún resulta una novedad.
Un video ilustrativo explica cómo actuar en caso de emergencia. Y un tríptico de mano detalla las comodidades del servicio: dispensers de agua fría y caliente, música funcional, aire acondicionado frío-calor y una red para ver películas en el celular o en la tableta. Servirán para amenizar los 404 km de viaje.
El pitido del guarda genera alegría y emoción. A las 23.59 en punto, las puertas automáticas se cierran. Y con rigurosidad el tren arranca. Los pasajeros aplauden.
La formación comienza a entrar en zona rural. En forma paralela serpentea una ruta 2 desolada, transitada por algún camión, muy pocos autos y servicios de ómnibus. Todos circulan más rápido que el tren. Pero eso no importa. Dentro del vagón, los pasajeros caminan y disfrutan. El andar de la formación es muy suave.
Una hora después se apagarán las luces, pero antes se anuncia la apertura del coche comedor. Un staff de mozos toma el pedido. A los comensales se los llama por el nombre. El tren se convierte en una casa de comidas rápidas. Sin embargo, la mayoría de la gente se dispone a descansar.
Cuando las luces se apagan, sólo quedan encendidos los extremos de cada vagón, donde se ubican los sanitarios perfectamente equipados y pulcros. Como las azafatas, el personal de limpieza y los técnicos deambularán durante toda la noche. El silencio se apodera de todo y sólo se interrumpe en cada estación.
Luego de Coronel Brandsen, la zona rural comienza a dar paso a un conurbano inmenso. Las luces se encienden. Se acerca el final del viaje. A partir de Alejandro Korn, el tren comienza a cruzarse con las formaciones del ramal eléctrico. Cada tanto, la formación se detiene un rato. Veinticinco minutos después de lo previsto, alcanza el andén de larga distancia de Constitución. Fueron casi siete horas y media, pero en un servicio tan cómodo como placentero. Y con atención impecable.