El temor a una muerte en tiempos electorales
La Panamericana militarizada de uniformes verde oliva es una postal escalofriante. La imagen, que debería ser en sepia, remite de manera inevitable al terror de los 70, pero también a un pasado más contemporáneo: Kosteki y Santillán, Fuentealba, Mariano Ferreyra. El prolongado conflicto con los choferes de la línea 60 iría en ese camino, según alertó ayer el jefe de la UTA, Roberto Fernández, un sindicalista camaleónico que supo ser menemista, kirchnerista y ahora giraría hacia el sciolismo, pero cuya gran virtud radica en la gestión de los millonarios subsidios estatales que recibe el transporte público de pasajeros.
"Es un juego político de la izquierda, que quiere un muerto y le interesa instalar el quilombo", advirtió Fernández en una charla con LA NACION. Los delegados de la línea 60 comulgan con sectores de izquierda y se consideran trotskistas, aunque no tienen relación orgánica con los partidos. Ellos están dispuestos, desde hace años, a disputarle el poder a Fernández dentro de la UTA, reclamando mayor democracia y transparencia, y la eliminación de estatutos proscriptivos. Tendrán que esperar hasta 2019, cuando el gremio renueve autoridades.
No es la única batalla de los activistas de la línea 60: pretenden administrar ellos mismos la empresa. Imaginan una suerte de cooperativa de trabajadores, cuyo secreto siempre será el millonario botín de subsidios. La línea 60 recibe del Estado 30 millones de pesos al mes, según consta en registros oficiales y en información que maneja la UTA.
Fernández, en sintonía con los dueños de la empresa, acusó a los delegados de no acatar la conciliación obligatoria que dispuso el Ministerio de Trabajo y afirmó que "ya no existen motivos para mantener la huelga, porque los 53 despedidos fueron reincorporados". Para los delegados, esto no es así.
El Gobierno, ahora inquieto, bucea posibles acuerdos. Apura un trato para evitar una nueva foto como la de ayer. Está urgido por el calendario electoral y por un conflicto sindical "que se le fue de las manos", según describió Fernández, un viejo aliado.