El robo de equipaje de las bodegas, un problema habitual
El domingo 27 del mes pasado, a las 14.35, un ómnibus de la empresa Plusmar salió desde Miramar con destino a la terminal de Retiro . El viaje se retrasó y, en lugar de arribar a las 21, llegó cerca de la medianoche. Pocos antes de entrar a las dársenas, el ómnibus fue atacado por al menos cuatro delincuentes que, mientras doblaba para ingresar en la estación, fueron directo a los "buches" (así llaman a las bodegas donde se guardan los equipajes) y se fueron corriendo con cinco valijas.
El caso lo expuso en su cuenta de Twitter el actor Juan Gil Navarro porque una de las damnificadas fue su sobrina. Y lo cierto es que este tipo de hechos son frecuentes en ese mismo punto, la calle que separa la terminal y la villa 31, que ya se volvió una trampa según denuncian en la zona. A veces el trámite es tan desfachatado que hay quienes venden la ropa y las valijas en puestos improvisados a solo 100 metros de ahí.
El problema no es nuevo. Comerciantes y choferes cuentan que, en la intersección de Carlos Perette y la calle que usan los ómnibus para ingresar o salir de la estación, "hay poca presencia policial". Además, destacaron que los hechos en ese lugar "se dan desde siempre", pero que aumentan en la temporada de verano.
Ante esto, el gobierno porteño informó que "se implementó un refuerzo en la cobertura en el área con la instalación de una garita en altura que cuenta con dos cámaras de alta resolución de monitoreo que son visualizadas desde la Central de Monitoreo".
Indicaron, además, que asignaron a personal policial las 24 horas sobre la esquina de Perette y Rodolfo Walsh y en la Avenida Gendarmería y Walsh, y móviles en Perette y la avenida Antártida Argentinas. Y que destinaron ciclistas que circulan por la zona de manera preventiva.
Sobre la calle Perette es donde funciona una feria irregular en la que curiosamente se vende ropa, valijas usadas y distintos productos caseros; lo que hace sospechar a los investigadores que lo robado es luego vendido a pocos metros de donde se concretan los ataques. "Las brigadas de investigación están tras el rastro de la compra y venta de lo robado", explicaron en el Ministerio de Justicia y Seguridad porteño.
En las dársenas de Retiro el movimiento de gente es intenso. Conviven los viajeros con personajes que parecen no irse nunca de la estación. Los pasajeros colocan los bolsos entre sus piernas y los aprietan bien fuerte a la espera del anuncio de su partida.
Roberto, un chofer con años de experiencia que prefirió no dar su apellido como la mayoría de los consultados, acababa de bajar del ómnibus que condujo durante horas. "Qué querés que te diga... A mí me robaron hace 10 días. Fue terrible, le cagaron las vacaciones a una familia. El valijero no cerró bien el baúl, salimos y nos afanaron. La valija era grande", dijo.
Al mediodía los rayos del sol aplastaban a los puesteros de la feria de la calle Perette, que aguantaban entre viejas sombrillas y bajo la copa de algún árbol. Julio César, que vende empanadas y choripanes, contó lo que ve a diario: "Sí, acá roban siempre. Esperan a que frene el micro, intentan abrir los buches y corren para adentro del barrio. Aunque en la situación en la que estamos hoy, que de casualidad algunos comen, se ve cada vez más. La fecha donde más robos hay es en diciembre, en las fiestas, cuando más movimiento hay. Pero es cosa de todos los días".
En ese cruce los ómnibus van y vienen todo el día. Para ingresar o salir de la terminal tienen que girar y la calle, fruto del constante tránsito pesado, tiene pozos. Por eso están obligados a frenar. En ese momento bandas de cuatro o cinco integrantes se abalanzan al mismo tiempo sobre las unidades e intentan abrir los baúles para llevarse todo el equipaje posible.
"Trabajo hace seis años como chofer y esto siempre pasó. De hecho, hace pocos días, en un viaje, me robaron. Funcionó siempre igual. Poca policía, los pibes del barrio ven la oportunidad y nos abren los baúles. Lo más loco de todo es que en la feria esa que está en la calle ves carretas con pilas de valijas, y venden ropa. Parece un chiste de muy mal gusto. Pero ya estamos acostumbrados", contó Gastón, conductor de un ómnibus procedente de La Rioja.