El Parque de la Ciudad, olvidado y arruinado como una feria fantasma
Los juegos, que en los años 80 demandaron millonarias inversiones, hoy son moles oxidadas y cubiertas de yuyos; una organización quiere que sea declarado patrimonio cultural
La música sale de unos parlantes verdes, enrejados, ubicados en el centro de dos círculos de cemento con manchas de humedad. Están distribuidos por todo el predio. Podría acompañar una marcha fúnebre; suena tenebrosa. Dos tubos fluorescentes titilan, se prenden y apagan en la cabina donde se vendían los tickets del Monster, que aún tiene esa mirada desafiante, pero con sus tentáculos poco amenazantes.
Entre yuyos se ven abandonadas las góndolas suizas que recorrían el parque de 105 hectáreas a 35 metros de altura. Más atrás, delante de la avenida Roca, se ve la majestuosidad de Vertigorama, la montaña rusa de doble carril que en su tiempo costó 10 millones de dólares y cuyos carritos hoy están ahí, oxidándose sobre los rieles. Ahora sólo sirve de refugio para los nidos de hornero.
En ese estado están algunos de los casi 50 juegos que eran parte del Parque de la Ciudad, ex Interama, de Villa Soldati. Inaugurado en 1982, tuvo varios cierres y reaperturas hasta que el gobierno porteño lo convirtió en un área verde para los vecinos.
Por ahora, además del uso de los espacios verdes que quedan entre las moles oxidadas, en el parque sólo se organizan talleres, jornadas deportivas, actividades culturales y campamentos, organizados por el gobierno de la ciudad. Tiene un presupuesto anual de 17.600.000 pesos; la mayor parte, destinada a los sueldos de los empleados. En parte de esos terrenos, el gobierno porteño avanza con uno de sus más ambiciosos proyectos: el predio en el que piensa concentrar la mayoría de los espectáculosmusicales que, hasta ahora, se hacen en los estadios de fútbol.
En cada uno de los cinco sectores en que fue dividido, el verde del césped y sus más de 200 variedades de árboles y arbustos contrastan con las ruinas millonarias de los juegos, algunos de ellos ya desmantelados.
"Manténgase sentado hasta que el juego se detiene, con sus manos y brazos dentro del vehículo", reza un cartel blanco con letras rojas. Tiene algunas telarañas, como los asientos de las sillas voladoras, que están atadas en racimos, desbordadas por el crecimiento de la maleza. En su cabina naranja y azul, que aún tiene el tablero de comando abierto, otro cartel anuncia: "Para participar de este juego debe superar la línea" de altura. Pero allí no hay niños.
"Cada vez que vengo al parquie siento nostalgia", dice a LA NACION Javier De Bernardi, presidente de la Organización por la Conservación del Parque de la Ciudad (OCPC). Ellos pretenden que el Parque de la Ciudad sea declarado Patrimonio de Interés Cultural e impulsan su reapertura.
De Bernardi y otros miembros de la OCPC recibieron a LA NACION en el centro del parque, que está dividido en cinco sectores (Latino, Carnaval, Futuro, Fantasía e Internacional), a modo de estrella. El predio está rodeado por una vía en la que corrían cuatro trenes norteamericanos que costaron US$ 1.600.000 cada uno.
La Torre Espacial es otro punto de referencia. "Después de cada temporal la cerraban porque aparecían tornillos en el suelo", cuenta De Bernardi. La estructura, de 210 metros de altura, está cerrada y la imponente mole sirve de base para antenas de radio y TV. Costó 10 millones de dólares.
Calesitas desmanteladas con algunos focos sueltos. El Enterprise, desvencijado y peligrosamente elevado sobre caballetes. La humedad en los carros del Hurricane, donde murió un operario, en 2001. Los techos de lona de las boleterías con agujeros. Son imágenes del abandono.
La valla no permite llegar hasta lo que queda del Scorpion, pero desde lejos se distinguen las dos enormes garras donde están sus góndolas. Allí, dice De Bernardi, se está acondicionando el predio para los recitales del Rock in Río. Hay escombros y se nota el avance de las obras. "Quizá sea la última vez que nos paremos acá. Están destruyendo todo", lamentó.