La basílica María Auxiliadora y San Carlos es parte de un conjunto arquitectónico que pertenece a la orden salesiana
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En la Navidad de 1936 una familia de descendientes de inmigrantes italianos bautizaba a su hijo que había nacido pocos días antes. El niño era Jorge Bergoglio que, décadas después, volvería al templo ya convertido en arzobispo de la ciudad de Buenos Aires, una de las visitas que más recuerdan en la congregación salesiana de Almagro, donde la orden sentó sus bases a fines del siglo XIX.
Allí, en la basílica María Auxiliadora y San Carlos, también cantó Carlos Gardel en un coro de niños y Ceferino Namuncurá tomó su primera comunión en 1898. Se trata de uno de los secretos mejor guardados del barrio cuya historia religiosa se combina con un perfil arquitectónico que la hace única, con una decoración interior que explota en colores, una cripta subterránea y una planta alta desde dónde puede observarse el templo en plenitud.
La basílica forma parte del conjunto de la orden salesiana en tres manzanas de Almagro, donde están los colegios Pío IX y San Francisco de Sales y María Auxiliadora, y la Inspectoría de la Orden Salesiana, entre otros. La basílica está ubicada en la esquina del conjunto, sobre Hipólito Yrigoyen y Quintino-Bocayuva. Su altar fue bendecido por el Papa Francisco en 2007 cuando era arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina. Aunque esa no es la única referencia del Sumo Pontífice. Al cumplirse los 70 años de su bautismo se colocó un cuadro con la copia del acta del libro parroquial que registra el sacramento. “Jorge Mario, hijo de Mario Bergoglio y Regina Sívori, apadrinado por Francisco Sívori y Rosa Vassallo de Bergoglio, fue bautizado por el padre salesiano Enrique Pozzoli”, puede leerse.
De estilo Románico Lombardo, por su altura principal a dos niveles y la estructura fundamental de las arcadas y las bóvedas, el proyecto de la basílica se inició en abril de 1899 cuando fueron presentados los primeros bosquejos para expandir la iglesia de San Carlos —así se llamó en un principio—, construida en 1872 y a cargo de la congregación salesiana desde 1878. En ese entonces la zona se encontraba en constante crecimiento poblacional y edilicio por lo que los salesianos plantearon la posibilidad de construir un nuevo templo que sirvieron para atender la demanda espiritual de los vecinos.
La propuesta de un arquitecto salesiano, el padre Ernesto Vespignani, residente en Italia, fue la ganadora. “A su llegada a la Argentina, el 4 de febrero de 1901, era poco lo que estaba hecho; solo había comenzado la excavación, a pico y pala, de parte del lugar que ocuparía la futura cripta”, recuerda una publicación de 2010, al cumplirse 100 años del aniversario de la inauguración de la basílica. Vespignani participó también en la dirección en otras obras religiosas como la parroquia de María Auxiliadora de Rodeos (Mendoza), la basílica de Luján y la catedral de La Plata, entre otras.
En una primera etapa de la obra, al no utilizarse todavía cemento armado ni hormigón, se usó lo que se llamaba tierra romana, traída especialmente en barriles desde Italia. La primera parte de la cripta se inauguró al culto público el 1° de noviembre de 1902 con una misa celebrada por el padre José Vespignani, hermano del arquitecto responsable. Ese espacio estuvo dedicado a los funerales aunque hoy aún está operativa. Consta de tres naves divididas por dos series de pilares de forma octógona atravesado por un espacioso transepto, o nave transversal que forma el brazo corto en una iglesia de planta de cruz latina.
En su proyecto Vespignani se propuso dotar a la basílica con elementos de la mayor calidad posible, con muchos materiales traídos desde Europa. Por ejemplo, el altar mayor construido por la firma Sassi de Turín, Italia, las pinturas realizadas por el célebre pintor italiano Antonio Reffo, el piso del templo y del presbiterio, que arribaron a Buenos Aires en 1908, son baldosas fabricadas en Bremen, Alemania, y las arañas de cristal de Murano hechas en Venecia. A ambos lados de la entrada del templo se colocaron dos imponentes ángeles esculpidos en mármol de Carrara, obra del escultor Trepisano.
La basílica fue inaugurada el 24 de mayo de 1910, en coincidencia con la fiesta de María Auxiliadora. El 23 de marzo de 1903 se concedió a los salesianos de la Argentina la guarda de la figura de María Auxiliadora que había sido bendecida por San Juan Bosco en Turín en 1885.
El templo se levanta sobre una superficie de 1800 metros cuadrados (con 67 metros de largo y 27 de ancho) con la elevación de 1,5 metros del suelo. Se construyó sobre una planta idéntica a la cripta “conservando los mismos ejes para los pilares de forma esbelta polistila que dividen las tres naves originando las capillas y sosteniendo las galerías que sustituyen los triforios a la altura del coro y del ábside elevado”, según dice la ficha técnica. El concepto y la estructura del edificio no están ligados a un estilo, pero está dominado por el verticalismo del Gótico y sus elementos característicos, además del Romántico Lombardo.
La decoración interior hace la diferencia. “El propósito que animó la decoración interior ha sido que la pintura con su significado simbólico completara el concepto arquitectónico. Por lo tanto, el color del ladrillo tenía que alternarse con el de la piedra, el azul estrellado de las bóvedas debía simbolizar el cielo, y los adornos floreados arabescados tenían que significar diferentes virtudes”, se detalla en los documentos históricos.
En los pasillos laterales de las dos plantas hay ventanas con vidrios y decoraciones policromas. Lo más imponente y que resulta decorativo es la elevación arquitectónica en una segunda planta que domina toda la iglesia y donde se puede acceder por dos escaleras laterales. En el frente del templo, al ingresar, el Pantocrátor también es sobresaliente (así se denomina, en el arte bizantino y románico, a la imagen con que se representa al Dios Todopoderoso). Se trata de una pieza escultórica de mármol blanco, tallada en un bloque por el artista salesiano Quintín Piana, en la que Cristo está sentado y secundado por dos ángeles.
La basílica presentaba una acústica perfecta por lo que se instaló un imponente órgano italiano, ubicado en la planta superior apenas se atraviesa la puerta, obra de Carlo Vegezzi Bossi, integrante de una dinastía familiar célebres por sus instrumentos sinfónicos románticos. El sistema original era de acción neumática y fue inaugurado en 1911 por el organista Luis Ochoa. En 1990 se electrificó el instrumento que desde ese entonces cuenta con comando electrónico y nueva consola. La original, ya desconectada, se conserva en la galería superior del templo.