Después de los dos años de pandemia, casi el 40% de los comercios de las galerías de la ciudad están cerrados
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Mientras espera las empanadas, el hombre empina un vaso de gaseosa de segunda marca que le acaban de dejar en la barra, junto al vidrio, de cara a un pasillo donde hay dos mesas y cuatro sillas que esperan a otros clientes. Apura el trago para meterse de cabeza entre tres teclados de computadora desarmados que se llevó al barcito para adelantar trabajo en la pausa del almuerzo. Afuera hay sol, pero en el subsuelo de la galería Jardín las penumbras ganan terreno.
Hay pasillos oscuros, con largos tramos de locales cerrados, escaleras mecánicas que no funcionan y una fuente de agua que está seca, con piedras verduzcas y amarillentas, símbolos de la desolación de un ícono porteño que logró sobrevivir a dos años de un microcentro desierto por las restricciones que vinieron con la pandemia. En los locales abiertos, la mayoría de servicio técnico y tecnología, lograron sobrevivir al temporal, aunque siguen esperando que aumente la presencialidad en la zona porque su clientela, dicen, no son los turistas.
El comercio fue uno de los rubros que más sufrió las consecuencias, sobre todo el del microcentro, donde la actividad comienza a mostrar síntomas de mejora aunque aún no alcanzó los niveles prepandemia. La mayor parte de los 15.000 comercios cerrados durante la pandemia se encuentra en esta zona. Las 152 galerías porteñas sintieron el impacto: casi el 40% de los locales están desocupados cuando a principio de 2020 esa cifra era apenas superior al 20%. Lo que ocurre en la galería Jardín es un símbolo de esa realidad.
Con accesos por Florida y Tucumán, la galería tiene más de 200 locales que se distribuyen en tres plantas. En ese predio estaba la antigua sede social del Jockey Club que había sido construida en 1897 y reunía allí a las familias de la aristocracia argentina. El edificio original sufrió un incendio en 1953 y quedó destruido. La galería se inauguró en 1976 y las dos torres que acompañaron el proyecto original se fue desarrollando por etapa en los años siguientes.
Aunque predomina la venta de tecnología, telefonía celular y videojuegos, que la convirtieron en una referente de esos rubros, también hay imprentas, cerrajería, agencia de turismo, local de recuperación de datos, casa de estampado y bordado, y perfumería. Los que mejor trabajan son aquellos que dan sobre Florida y los que están en la planta baja, aunque el movimiento de personas no alcanza a ser el 50% de lo que era hace dos años, según el registro de los comerciantes.
“Hay un 30% de locales cerrados, muchos por consecuencia de la pandemia. Algunos fueron abriendo de a poco, pero ya nada es igual. Mirá la gente que hay: hoy es miércoles y parece que fuera un sábado. Hace dos años, un miércoles a la tarde, esto explotaba de gente”, hace una síntesis Ángel Aria, del bar Alamo, en el subsuelo.
Unos pocos clientes esperan en las mesas de la galería. El local está flanqueado por otros comercios cerrados, aunque temporalmente. La venta online fue la carta de supervivencia y también el delivery, como en el caso de los gastronómicos. “Pudimos zafar”, resume Aria. “Nosotros teníamos clientes de toda la zona, gente que venía a laburar el centro y que ahora ya no está. Si caminás por Florida vas a ver que otros íconos de la gastronomía tuvieron que cerrar. Pero la pandemia no fue lo único: antes la situación era bastante compleja”, agrega.
Según datos de la Federación de Comercio e Industria de la ciudad de Buenos Aires (Fecoba), en 2020 había 152 galerías comerciales en la ciudad con 5646 locales ocupados y 1515 vacíos (78,7% de porcentaje de ocupación). Este año la ocupación bajó considerablemente en un nuevo relevamiento que realizó la entidad sobre la misma cantidad de locales (7156) y galerías. En la conclusión se determinó que había 4456 espacios ocupados y 2559 vacíos, es decir, el 63,5% de ocupación.
Sin embargo, en las principales áreas comerciales de la ciudad la situación es otra. De acuerdo a un relevamiento de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) realizado en enero y febrero la cantidad de locales vacíos en esas zonas cayó un 3,3% respecto de la medición anterior, entre noviembre y diciembre de 2021. Al hacer la comparación interanual la cifra aumentó 4,4%.
En la galería Jardín la correspondencia se amontona debajo de las puertas de los locales que están vacíos, con vidrieras tapadas con diarios o papel madera. Dentro se ven los restos de las mudanzas, escaleras en caracol o mostradores descartados. “Hasta que no venga la gente al centro, no vamos a laburar bien. Me pasa a mí y le pasa al resto de los comerciantes”, enfatiza Ricardo Molinelli, de CdMarket.
“Es cierto que levantamos, pero no sirve mucho porque estamos tomando el parámetro de cuando las cosas ya estaban mal. Los niveles antes de la pandemia eran malos, o sea, estuvimos tan mal que con solo laburar nos sentimos felices”, dice.
Al igual que otros comerciantes, Molinelli coincide con que el movimiento de la galería se recuperó al 50% de hace dos años. “El centro lo leo así: los que están sobre Florida y laburan con el turismo están a pleno, pero distinto es para los que estamos en una galería. En el rubro tecnología y gastronomía, hasta que no vuelven las personas no vamos a repuntar porque no entran los turistas, ellos van a lo comercial turístico. Esto es cuestión de movimiento y por eso insistimos en la presencialidad porque vivimos de la gente”, sostiene.
Pasadas las 15, los pasillos de la planta baja se alborotan un poco más, aunque en el primer piso, donde se llega por escaleras oxidadas a los sex shops, mantiene la misma temperatura. ¿Entró más gente? ¿Hay más clientes durante la tarde? No, un contundente no. Son empleados de los callcenter de la zona que terminaron su turno y toman el atajo por la galería para rumbear a sus hogares.
“Este rubro no labura mucho con el turismo porque no le conviene por el valor del dólar, nos manejamos con clientes de la zona, las empresas, trabajadores que vienen al centro. Antes la galería era una locura y hoy no se ve nadie, el movimiento parece el de un fin de semana. A esta hora se ve gente, pero entre las 10 y las 14 no anda nadie, tampoco después de las 17. Antes era un hormiguero de gente preguntando precios, averiguando, ahora estamos así”, suelta Matías Albornos, de Zona Fox, acodado detrás de un escritorio con el local vacío. Están así, en modo supervivencia.