El fin de la vida tal como la conocíamos
Vivo en Villa Crespo, en la calle Darwin, cerca de la avenida Corrientes, en una zona que se ve sometida, cada verano, a largos cortes de luz. El 27 de enero, un día después de que el ministro de Planificación Julio De Vido negara la existencia de una crisis energética, se incendió, a una cuadra de mi casa, un transformador de Edesur que estaba dentro de un edificio.
Desde entonces, más de 500 vecinos no tenemos luz. En verdad, tenemos, pero dependemos de un generador que, estacionado con mil litros de combustible sobre Corrientes, nos provee de energía eléctrica a cientos de viviendas, dos supermercados, una heladería, una carnicería, un lavadero... El generador se detiene a menudo: hay que hacerle mantenimiento, se tapan los filtros, se queda sin combustible. El día del paro de transporte de marzo pasado, debido a la falta de combustible, pasamos 16 horas sin luz, y suponemos que eso se repetirá durante el paro del 9 de junio.
Cada vez que el generador se detiene -una, dos veces por semana- nos quedamos sin energía por dos horas, por cinco, sin que los cortes puedan prevenirse. Edesur y el ENRE, el organismo del Estado que controla a la empresa, ruegan que sepamos "disculpar las molestias ocasionadas". Sólo que las molestias ocasionadas no son tales, sino el fin de la vida tal como la conocíamos. La vida con luz intermitente se ve afectada desde las formas más banales, como la imposibilidad de recibir correo, hasta las más graves: los ascensores son trampas potenciales y la gente con problemas de movilidad vive encerrada. El 12 de mayo, varios vecinos presentamos un recurso de amparo.
El juzgado nacional en lo civil y comercial N° 7 lo denegó dos días después, diciendo que no se había "probado el daño". Es razonable: los jueces viven en sitios muy precarios, están habituados a convivir con las complicaciones de habitar una casa en la que la luz se va dos o tres veces por semana, de modo que no deben encontrar, en este tipo de vida, dificultad alguna. Edesur, el ENRE y la Justicia nos envían un mensaje claro: "Están solos, no nos importan: aguanten, o arréglense como mejor les parezca".