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“Para formar parte es necesario que nos falte un tornillo y estar un poco locos”, afirma Pablo Abbatángelo, flamante Presidente de la “Serenísima y muy Augusta” III República de La Boca, y Capo Generale y Gran Maestro de la “Orden Suprema”. El relanzamiento de esta construcción colectiva separatista que tiene más de un siglo de existencia y se apoya en hechos ocurridos finales del siglo XIX, cuando un grupo de genoveses bajaron en el barrio la bandera nacional para enarbolar la de la flamante República de La Boca.
El mismo Julio Argentino Roca debió llegar a caballo hasta el caserío insurrecto, “tirar unos sablazos” dando por terminada la aventura independentista que la crónicas señalan duró entre tres y cinco días.
“Siempre se habló de aquellos italianos que quisieron separarse de la Argentina”, sostiene Abbatángelo, nacido y criado en el barrio, de abolengo boquense y prosopia xeneize. De 65 años, recuerda que aquel hecho se transmitió en forma verbal. “Incluso hubo quienes dijeron que se habían comunicado con Humberto I de Saboya, rey de Italia hasta 1900″, cuenta. Querían instrumentar en La Boca el modelo de la República de San Marino. “Tenían una idea de hacer una República con valores muy humanos”, señala el mandatario.
El juramento del presidente junto a todo su gabinete de ministros se hará mañana en el Palacio de Mando, sede republicana sita en las esquinas de la Avenida Almirante Brown y Lamadrid, donde además tiene vida la Fundación Museo Histórico de La Boca, organismo regente de la República. El Jefe de Gobierno tiene banda presidencial, condecoraciones y un bastón de mando hecho por el propio Juan Carlos Pallarols, quien en una carta de puño y letra expresa que fue hecha con plata y madera de uranday, “del mismo árbol que se usa para el bastón del señor presidente de la Nación”.
Pallarols es uno de los ministros de esta III República, y por tener residencia en el barrio de San Telmo, se le debió extender una “doble ciudadanía, para no tenerle que pedir el pasaporte cada vez que entre a La Boca”, afirma Abbatángelo.
Lo cierto es que aquella gesta épica fue fundante de tres repúblicas: la primera en 1907, la segunda en 1923, la que tuvo más vuelo y entre sus miembros estaban Benito Quinquela Martín (nombrado Gran Almirante de Tierra y Mar) y Juan de Dios Filiberto. La tercera nació en 1986 y hasta mayo de este año la presidió Rubén Granara Insua, de gran personalidad sentó las bases en una carta magna que expone sus lineamientos morales y sociales.
Allí se establece que tendrá hasta 25 ministros, tres gobernadores, cuerpo diplomático y guardia civil, entre otras reparticiones. Podrán darse grados honoríficos como Cavaliere, Dama di Gran Croce, Gentiluomo y gentildonna. La ciudadanía de La Boca se adquiere por nacimiento, o por residencia en su territorio de al menos cinco años. Se podrán otorgar ciudadanía a “todos aquellos extranjeros —de otros barrios— que hayan brindado destacados y encomiables servicios a su comunidad”.
Se designan como idiomas oficiales el castellano, genovés y el italiano. En la III República queda terminantemente prohibido hablar de política o religión, “so pena de ser expulsado de la misma”, se proclama a Benito Quinquela Martín como prócer máximo y a “Caminito” como el himno oficial de La Boca. Dentro de los límites de la península boquense los medios de comunicación deberán difundir música en estos porcentajes: Clásica, Sinfónica y Lírica 25%, tango y folclore 25 %, Napolitana y Zarzuela 25% y obra de Juan de Dios Filiberto 25 %.
En el caso de instalarse un medio televisivo, deberá emitir contenido educativo, destinando su grilla de programación en un 95% a “exaltar las artes, ciencias y la cultura”. El 5% restante, podrá reproducir “teleteatros, series, mini series, programas de vulgaridades y cómicos de pacotilla” Los jubilados serán tratados como “Héroes del Trabajo” y se declara al Rancho Banchero (La histórica pizzería Banchero ubicada en Suárez y Avenida Almirante Brown) como “Palacio de los Banquetes”.
¿Qué hay de cierto detrás de estas repúblicas boquenses y sobre los deseos del barrio de separarse de Argentina? ¿Por qué La Boca continúa resistiendo con una construcción quimérica republicana?
“La república de La Boca es uno de sus principales símbolos culturales. Está en su ADN”, afirma Víctor Fernández, artista plástico, director del Museo Quinquela Martín, y ministro de cultura de la República. Se refiere a las ansias de independencia del barrio, como “una consecuencia lógica de su composición social”. Reflexiona sobre los sucesos separatistas de finales del siglo XIX. “Sobrevolaba en la sociedad boquense ese deseo, siempre fue una travesía venir a La Boca, incluso hoy lo es, a una sociedad diferente”, cuenta. “El centro” siempre estuvo lejano para el vecino, aunque geográficamente esté muy cerca.
Una isla
“El barrio se comportó como si fuera una isla, siempre fue como un lugar aparte de la Ciudad, esto facilitó a crear un Estado independiente —cuenta Fernández—. Las sucesivas repúblicas fueron espacios donde se promovieron las manifestaciones más nobles del alma humana”, agrega. El humor siempre estuvo presente, “pero proponían cosas muy serias”. La primera república de 1907 que las mujeres tuvieran los mismos derechos que los hombres. “Incluso propusieron el voto femenino”, agrega el ministro de Cultura.
Los cargos de la segunda república hablan por sí solos, había un Rey de los Quebrachales (masón, otro elemento en común, siempre hubo un miembro de la masonería en todas las repúblicas), un Príncipe del Bisturí, Archiduque de la Maestranza y el Arbolito, un Inspector de Policía Aérea, un Embajador de la Fugazza, Gran Hechicero y un Ministro de la Marina. Bajo el mandato de Granara Insua, los cargos no tuvieron menor pompa, Gobernador de la isla Maciel, Ministro de Juegos Olímpicos, de Gastronomía y de Cultura Literaria.
La III República recoge toda esta tradición, y tiene en su gabinete a un Ministro de Guerra, de Arqueología, de Carnaval y Fiestas Populares, del Chamuyo y la Sanata, de Pulperías y Bodegones, una Ministra Emperadora de la Fugazza con queso y la Fainá, entre otros. “Tenemos embajadores en Génova y en toda Italia”, afirma Abbatángelo.
“El arte es un elemento fundacional de la República”, enfatiza Abbatángelo. Con Quinquela Martín como máxima figura, en 1948 creó su inolvidable Órden del Tornillo, que premiaba con un gran tornillo a los grandes artistas que él consideraba destacados y por esta condición de genialidad, les faltaba un tornillo, que él les daba como premio.
Transmisión verbal
No hay fuentes oficiales, ni papeles que demuestren lo que la transmisión verbal trasladó en los zaguanes, bodegones, en la tribuna de la cancha de Boca Juniors y veredas de la ribera y en el puerto: aquella épica de un grupo de genoveses que izaron la bandera de la República de La Boca. Una nota periodística escrita por Blas Vidal en “Caras y Caretas” de 1904 es la única referencia en papel.
Los hechos habrían sucedido en 1876 (aunque también se especula que pudieron suceder entre 1882 a 1888), cuando se creó “un comité de defensa del barrio para solicitar al Gobierno nacional la autonomía de La Boca”. El barrio en aquellos años tenía una intensa vida portuaria, con jornadas laborales de 12 a 14 horas. Apenas sobrevivían las familias hacinadas en los conventillos. Escapando de guerras y hambrunas, compartían la esperanza de hacerse la América. Había muchos italianos, principalmente provenientes de la Liguria (Génova es su capital), era un caldo de cultivo de perfiles cosmopolitas, pero también coexistían anarquistas, carbonarios y masones.
Este comité, siempre según Vidal, habría bajado la bandera argentina de un mástil que había en Vuelta de Rocha (Caminito) para enarbolar una que anunciaba al mundo el nacimiento de un nuevo país, que rivalizaría con Estados hermanos de Mónaco, San Marino y Andorra. “Dos franjas con colores azul y blanco y sobre ellas el escudo rojo con la cruz blanca de la casa Savoia”, describe Vidal. Y agrega que estos italianos estaban “deseosos de que La Boca fuera una sucursal de la bella Italia en el Río de la Plata”. El entonces ministro de Guerra del presidente Nicolás Avellaneda, Julio Argentino Roca, se habría apersonado ante este insurgente grupo y los habría desanimado a continuar con la idea separatista. A partir de aquí, nace la leyenda.
La Boca se independiza en términos legales y de catastro de Barracas y San Telmo el 23 de agosto de 1870, cuando se crea el juzgado de paz, formalizándose su categoría de barrio dentro de la ciudad de Buenos Aires. “Fue siempre un lugar desatendido por el Estado. No parece descabellado que aquellos inmigrantes italianos resolvieran que su destino estaba más cerca de Italia que de la Argentina”, afirma Martín Scotto, presidente de la Fundación Museo Histórico de La Boca.
Enfatiza un rasgo que distingue el alma de este barrio con aires de sentir muy popular. “Los avances obtenidos fueron producto de iniciativas de la comunidad”, cuenta Scotto y enumera: Bomberos Voluntarios, Unión de La Boca, Sociedad Verdi y Carboneros Unidos.
¿Por qué La Boca es un barrio diferente? “No hay espacio para lo superficial y lo innecesario, sus artistas están conectados con el pulso de la vida cotidiana y la creación no está disociada a la realidad, se produce naturalmente”, explica Fernández.
Las sucesivas repúblicas homenajeaban a aquellos italianos que soñaban sentar las bases de un lugar mejor en el mundo. “Buscamos promover una sociedad más justa donde el hombre con trabajo pueda superarse, siempre nivelando hacia arriba, nuestra república sueña que todos puedan tener acceso a todo”, afirma Abbatángelo.
¿Los valores que sostienen este sueño republicano? “El arte con rango de culto, respeto al trabajo como lugar de la virtud, y un irreductible recelo por la libertad y la autonomía”, resume Sergio Zillo, ministro de Relaciones Instituciones e Internacionales.