El culebrón entre Carlos Monzón y Susana Giménez aún vive en Isla Maciel, el escenario de La Mary
A 40 años del estreno de esta película que dirigió Daniel Tinayre y que se reestrena remasterizada, los vecinos recuerdan el paso de los famosos del momento; Susana habla de ellos como “gente humilde, adorada”
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Cuarenta años después, en las calles empedradas de la Isla Maciel, a pasos del Riachuelo, hay memoria de esos besos. Las crónicas de 1974, el año del estreno de La Mary, relatan que con la película de Daniel Tinayre nació el romance entre sus protagonistas principales: Susana Giménez (La Mary) y Carlos Monzón (El Cholo).
Un aire cálido y denso llega del Riachuelo, a la altura del barrio porteño de La Boca. A los pies del gigante anaranjado, el puente que casi ahogó sus sueños de botero, está Carlos Sácaro. Viste camisa blanca, pantalón gris, lleva bordado en celeste el logo de Vialidad Nacional. Trabaja medio turno como botero y el resto como agente de seguridad en el puente.
Esta mañana no circula ningún bote de lado a lado de este río oscuro. "Con esa cámara de fotos dos chicas solas no pueden cruzar. Las acompaño porque no sé si llegan al otro lado", dice. Sácaro es vecino histórico del lugar y uno de los boteros que participó en la filmación de La Mary. Luego de las recomendaciones por la seguridad, se entusiasma con la película.
"A la historia de amor entre Susana y Monzón nosotros la vimos. Porque se notaba, se los veía a ellos", asegura. "Además de lo que pasaba en la filmación, también estaban... bueno... se los veía…en los ratos libres", dice y no dice. Aunque luego se va animando: "El director gritaba ‘¡corte!’ y no había forma de separarlos".
En una entrevista radial por aquellos años, el periodista cordobés Rony Vargas le comentó al campeón mundial de box que le parecía llamativo el realismo de las escenas de amor con Susana, que lo veía cómodo en su papel. Monzón le respondió: "Es que habíamos ensayado antes".
Susana Giménez también recuerda aquella historia de amor que se robaba las tapas de las revistas del espectáculo y que tuvo un final casi tan trágico como el de la ficción que protagonizaban por esos días en Isla Maciel. Vestida de piloto negro Luis Vuitton y subida a unas botas de diez centímetros de taco dice a LA NACION : “No sé por qué fue un ícono la película. La química con Monzón puede ser que haya sumado, pero mucho surgió ahí, con La Mary. La historia de amor fue una gran publicidad para la película, es cierto”.
Susana siempre está inquieta. Mira una pantalla de televisión que muestra a Wanda Nara detenida con sus hijos en un aeropuerto. Señala, acota, se lamenta por Wanda. Un anillo con brillante baila en sus manos. "¿En qué estaba? Ah, sobre Monzón... mi mejor recuerdo de él. Era como un chico grande. Peligroso, por eso terminamos".
Días "de cholulaje"
Para los vecinos de este barrio de Dock Sud, en Avellaneda, donde vivían La Mary y El Cholo, aquellos fueron días "de cholulaje", como los definió un botero ya retirado que vivió el revuelo de entonces: el barrio recibía a un campeón mundial de boxeo y a una actriz encantadora a quien, de no ser por algo así, probablemente nunca verían más que en las fotos de la revista Gente.
Norberto Lisciani tiene 69 años y estuvo desde los 21 cruzando vecinos de un lado a otro del Riachuelo. "Al primer bote de la isla lo tuvo mi abuelo hace más de 150 años. En Italia él navegaba en barco a vela y acá se instaló en La Boca; después se fue para Isla Maciel, una zona que era de quintas. Ahí empezó a cruzar gente a Capital", relata por teléfono desde Colón, Entre Ríos, donde vive desde que se retiró en 2005. Se mudó 330 kilómetros, pero sigue a metros de un río.
De pequeño, Lisciani vivió en la isla y heredó el bote de su abuelo, el mismo que a su vez él dejó a su nieto cuando partió de Buenos Aires. En los 39 años que navegó en esas aguas negras, él también vio fluir ciertos brillos.
La Maciel de sus tiempos mozos tenía un puerto activo que ponía a producir a madereras, areneros, astilleros, frigoríficos, uno de los cuales se ve en la película de Tinayre, inspirada en la novela homónima de Emilio Perina. En una escena emblemática está Monzón saliendo del frigorífico que compartía con sus hermanos; carga una media res. En la carrocería del camión se lee "Abastecedora Tarzán", el sobrenombre de El Cholo, que era boxeador amateur en la ficción.
También la isla tenía sus brillos cuando se encendía el botón rojo en las cámaras y llegaban las estrellas del cine nacional. "En varias películas me tocó manejar el bote, como en Gatica, el Mono, que se me ve bien en el plano", cuenta Lisciani. Imposible no reconocerlo con su cabello encrespado y rubio -ahora encanecido- parado sobre el bote, los remos apretados entre sus manos grandes. También recuerda con emoción a Palito Ortega en Los muchachos de mi barrio y a Isabel Sarli, cuando causó sensación durante el rodaje de La dama regresa.
"Me acuerdo que en esa escena de La Mary subiendo por el bote se resbalaba. Tenía zapatos nuevos. Entonces me ofrecí y se los raspé en el piso para que no se cayera", dice un antiguo botero. "Me sentí útil ahí", agrega.
"Con La Mary me acuerdo que remaban unos compañeros míos, porque necesitaban dos, uno para el bote de Susana y otro, para el de Monzón, en la parte en que se saludan", describe. Su participación fue otra, más especial, según la vivió él. "Me acuerdo que en esa escena de La Mary subiendo por el bote ella se resbalaba. Tenía zapatos nuevos. Entonces me ofrecí y se los raspé en el piso para que no se cayera", dice. Cree recordar haberse ruborizado. "Me sentí útil ahí", agrega.
Lisciani recuerda que incluso estaba la policía custodiando cada lugar donde se desarrollaba una escena, para garantizar que no hubiera accidentes. "Estuvieron varios días filmando y, por ejemplo, estaban toda la mañana con una escena en el bote. La filmación estaba llena de gente, muchos casi sobre el río, por eso estaba la policía para evitar que alguien se cayera al agua", dice. "Me acuerdo que estaban todos amontonados en el muelle. Grandes, chicos, viejos. Era una fiesta de cholulaje", cuenta este ex botero.
Del muelle al que se refiere no queda mucho: con los años se fue deteriorando por el agua y lo cambiaron por uno de hierro. Tampoco está la casilla de madera que servía de resguardo a los boteros de entonces, unos treinta de los que sólo resistieron cuatro por la falta de trabajo.
Gustavo Robledo es uno de los que perdura. Recorre la isla, va marcando los cambios: un viejo buzón que ya no está, una calle ahora pavimentada, el arenero que falta, los galpones oxidados que fueron astilleros, los conventillos semiderruidos. "Cambió mucho la isla. Si no te van mostrando lo que se ve en la película no lo reconocés más", dice. "La Mary vivía en la casa del Pedro", dice y señala un viejo conventillo. Hay una señora del otro lado de la única ventana minúscula del frente de chapa. Corre la cortina cuando se da cuenta de que la observan.
Robledo se acerca al lugar donde vivían los recién casados ("montaron una casita de madera adentro de un galpón", dice), pasa por el antiguo frigorífico, por el extinto arenero "El Jilguero", el club social, recorre lo que fue el puerto. Quedan pocos rastros; sólo el relato de este memorioso. "La casilla de los boteros tampoco está", observa. Cuenta que se quemó. "Una noche vino un hombre con su mujer embarazada para parir y no la quisieron cruzar. Estaban jugando al pool. Al día siguiente la casilla apareció quemada".
Cuando llega a la que fue la casa de El Cholo, una señora sale por la puerta flaca de un conventillo y en mitad de la calle se presenta: "Soy Aurora Vargas". "¿Sabés qué casa es esta?", interpela y se adelanta a la respuesta: "¡Acá vivió Monzón! En la película, claro". Se ríe pícara. Se acerca una nieta, luego un hijo. Todos quieren ser parte de aquellos días irreales.
Susana Giménez habla de los vecinos del barrio con gran cariño. "Tengo los mejores recuerdos. Hacía un frío, pero un frío que te morías y filmábamos de noche. Ellos nos abrían la casa, nos daban té caliente", recuerda. "Nos recibían en sus casas que eran la cocina y el dormitorio, todo en el mismo lugar. Nos quedábamos hablando con ellos. Era entrar y sentir el cariño de la gente humilde, adorada".
El ex botero Lisciani calcula que vio unas veinte veces la película. "La veo mucho en Volver. Cada tanto la dan y vienen los recuerdos", dice. La Isla Maciel, su abuelo, la infancia, las quintas. "Ahora es todo tan distinto que me da miedo ir solo para allá. No me conoce más nadie".
Por estos días la productora Gotika Play trabaja en la remasterización de la película, que prevé reestrenarse el 16 de octubre próximo, a 40 años de su lanzamiento original. Entonces, toda la isla volverá a revivir la historia de La Mary .
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