¿Edificios gemelos? Mitos y verdades alrededor de dos majestuosas obras arquitectónicas del Río de la Plata
El Palacio Barolo, en Buenos Aires, y el Salvo, en Montevideo, fueron ambos creados por el arquitecto italiano Mario Palanti en los años 20
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Se los conoce como los “gemelos” o “mellizos” del Río de la Plata, pero el Palacio Barolo, en Buenos Aires, y el Salvo, en Montevideo, si bien presentan algunas similitudes, distan mucho de considerarse gemelos. Su parentesco les viene del hecho de compartir un mismo padre, el arquitecto italiano Mario Palanti, quien les dio a ambos el espíritu de grandeza y un mismo estilo arquitectónico ecléctico. Con el paso de los años, también serían depositarios de mitos urbanos que los acompañan hasta el día de hoy.
Uno de los más sugestivos es el que asegura que Palanti tenía la voluntad de unir ambas edificaciones, ubicadas a unos doscientos kilómetros de distancia, por medio de la luz de un faro, que en el Barolo se ubica en el piso 22 y en el caso del Salvo no hay certezas de que alguna vez haya existido. “Palanti era una persona con una vasta formación cultural y sabía muy bien que la unión de los dos haces de luces era imposible por una cuestión elemental, la curvatura de la tierra. Además, Montevideo está a una distancia de 200 km”, explica Néstor Jorge Zakim, arquitecto patrimonialista.
Para el especialista este mito surge simplemente de una interpretación relacionada con alguna expresión turística.
Incluso para Eduardo Lazzari, historiador, en el caso del Palacio Salvo “hasta ahora no se consiguió ninguna prueba de que haya tenido faro. De hecho, durante muchos años, el coronamiento de la torre del Salvo eran todas las antenas de los canales de televisión de Montevideo”, aclara.
Por otro lado, el historiador coincide con que la idea de proyectar dos haces de luces que se crucen sobre el Río de La Plata es, hasta el día de hoy, técnicamente imposible. “Tendríamos que estar hablando de haces de 140 km de largo y no hay ningún elemento en la luminotécnica actual que permita tal distancia”, añade.
Por otra parte, aclara que el faro del Barolo no tenía ningún uso, sino que era simplemente un elemento decorativo. “La genialidad de Palanti le permitió crear muchos mitos”, advierte Lazzari.
De La Divina Comedia a la Teoría de la evolución de Darwin
Tanto en el caso del Barolo como en el Salvo, surgen distintas interpretaciones sobre la inspiración que tuvo el arquitecto italiano al construir uno y otro, el primero en 1923 y, el segundo, en 1928. En el caso del Barolo, se lo vincula con La Divina Comedia, la obra de Dante Alighieri de la que tanto Palanti como Luis Barolo —empresario que le había encargado la construcción del edificio—, eran fervientes admiradores. Así se considera que existe una división del palacio en tres partes: el infierno, el cielo y el purgatorio. Además, la altura del edificio, que es de 100 metros, coincide con los 100 cantos de la obra de Dante y sus 22 pisos son exactamente la cantidad de estrofas de los versos de La Divina Comedia.
Sin embargo, Lazzari se muestra escéptico con esta apreciación. “No hay nada escrito al respecto, es decir, personalmente creo que las obras de arte, y el Barolo es una obra de arte, tienen vida propia más allá de lo que el artista piense. Pero el único elemento que vincula al Barolo con Dante es la vieja escultura que estaba en la parte inferior de la cual se ha hecho una réplica. En ella se veía un águila con el cuerpo de Dante sobre el lomo”, señala el historiador.
Y agrega: “Pero hay un dato importante que desmiente que se haya pensado en La Divina Comedia y tiene que ver con que las bóvedas del vestíbulo principal tienen frases escritas en latín que pertenecen a obras clásicas. Si Palanti hubiera pensado en La Divina Comedia habría textos en italiano extraídos de esa obra”, reflexiona.
Por su parte, Zakim considera que la alusión a La Divina Comedia es una hipótesis seria que no debe dejarse de lado si se analizan los elementos que influyeron en la fundamentación del diseño del edificio. Para el arquitecto especialista en patrimonio, estas hipótesis tienen alguna apoyatura válida, y esta radica en que tanto Palanti como Barolo eran admiradores de La Divina Comedia. “Ellos imaginaban que, en el caso de que hubiera una guerra europea peligrosa, podían traer los restos del Dante y alojarlos en el Barolo, ese era un deseo personal que tenían y por eso hicieron ese monumental edificio”, sostiene.
“Pero hay que tomarlo como una tesis a desarrollar, no me atrevería a pensar que todo el desarrollo del edificio fue en función de La Divina Comedia”, concluye.
En el caso del Palacio Salvo, enviado a construir por la familia homónima, la referencia simbólica se vincula a la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin. “Como Mario Palanti pertenecía a la masonería, presentó a ambos edificios como pilares de ese culto. El arte estaba representado en el Palacio Barolo y la ciencia en el Salvo”, explica Florencia Pereira, coordinadora cultural del Palacio Salvo.
Según explica, en este último, Palanti hizo un homenaje a la teoría de la evolución de las especies a través de las molduras de bronce en el exterior del edificio, que también aparecen en la planta baja.
“Agrega una escena marina con los animales del primer escalón de la teoría evolutiva y continúa en el entrepiso, primero y segundo piso. Allí pone estas molduras en los techos y a medida que uno asciende muestra animales más evolucionados. Al llegar al segundo piso hay unos frescos que representan la figura humana como el fin de la evolución”, cuenta la coordinadora cultural del Salvo.
No obstante, sobre esta interpretación, Zakim considera que se puede aplicar lo mismo que en el caso del Barolo y es que esta puede ser otra hipótesis a demostrar. “Sobre todo, si se tiene en cuenta que el art nouveau retrotrae a la naturaleza para romper la artificiosidad del academicismo. Entonces, si te retrotraes a la naturaleza aparecen animales”, advierte.
A lo Palanti
Tanto el Barolo como el Salvo fueron concebidos bajo un estilo arquitectónico ecléctico marcado por la inconfundible impronta de Palanti. “Era un enamorado de las curvas”, aclara Zakim.
“Ya el eclecticismo tiene muchísimas variables porque incorpora elementos historicistas de distintas épocas y tendencias que se integran respondiendo al enfoque de cada uno de los autores. El enfoque de Palanti era muy especial porque además tenía una impronta personal muy fuerte, él manejaba muy bien las formas curvas y salía de lo habitual para ese entonces”, detalla el arquitecto.
Según Zakim, tenía un excelente dominio de las formas abstractas, se manejaba mucho con simbolismos y, como los griegos, pensaba que el círculo era la forma perfecta, a la vez jugaba muy bien con los volúmenes. “Si uno va al Barolo y se para en el eje de la puerta principal sobre Av. de Mayo y levanta la cabeza, lo que se ve es impresionante. Son curvas que se van entrelazando y uno puede apreciar el grado de complejidad que tiene ese diseño. Creo que lo más relevante es haberlo pensado, eso ya es una aventura”, finaliza.
Pero, sin duda, la principal diferencia entre las dos construcciones reside en su emplazamiento. Zakim lo explica claramente: “Existe una diferencia fundamental entre ambos. El Barolo se construyó entre medianeras y el Salvo está en una esquina. Este último tiene una mayor extensión y tiene la posibilidad de mostrarse de otra forma al observador, a diferencia del Barolo que está entre medianeras y dentro de una cuadra”, asegura.
Asimismo, con 27 pisos, el Palacio Salvo tiene a la Plaza Independencia enfrente y constituye la marca edilicia de Montevideo. Leonel Contreras, historiador en la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la ciudad de Buenos Aires, destaca también la imponencia del Salvo frente al Barolo. “Para mí no son gemelos claramente, el Barolo es un edificio entre medianeras, el Salvo está en una esquina frente a una plaza y tiene otra envergadura. Lo que si comparten es ese estilo ecléctico”, dice.
“El Palacio Salvo está ubicado en una posición absolutamente central, avanza sobre la vereda con una recova y tiene otra tipología de uso totalmente diferente. Mientras que el Barolo es un edificio de oficinas, el Salvo es más masivo, tiene departamentos para vivienda, oficinas, incluso sectores que pueden utilizarse para hotelería y comercio”, aclara Lazzari, para quien también es un error llamarlos gemelos.
“Comparten el arquitecto y el estilo decorativo ecléctico, pero son bastante diferentes, aunque es interesante imaginar poéticamente que ambos constituyen una suerte de columna de Hércules del Río de la Plata”, concluye.