Del zoológico al ecoparque: la historia detrás de una transformación
Motivos que llevaron al gobierno porteño a cerrar el predio de Palermo; eliminarán la exhibición de animales
Hasta hace un par de años, los militantes locales de la liberación animal eran vistos como unos veganos extremistas que peleaban una batalla imaginaria en la entrada del Zoo, repartiendo volantes y alarmando al público con mensajes dramáticos sobre el cautiverio. Se habían autoconvocado por primera vez en 2012, en ocasión del remate que renovó la concesión a Jardín Zoológico SA. Hacia fines de 2014 ya tenían un plan de transformación redactado y una página web -SinZoo- para difundirlo. En abril de 2015, Adrián Camps, del Partido Socialista Auténtico, firmó la propuesta y la llevó a la Legislatura como proyecto de ley. La idea básica era cerrar el Zoo y abrir un jardín ecológico sin exhibición de animales.
Aunque el anuncio reciente de la Ciudad no permite precisar qué tipo de parque tendrá la ciudad en unos años, el bosquejo no difiere demasiado de la plataforma de SinZoo, algo impensable hace tres o cuatro años. "Si nuestra radicalidad impide que el proyecto avance, daremos un paso al costado", decía Gerardo Biglia, abogado y miembro de la organización, el último noviembre, en días en que el debate se había cajoneado. El Poder Ejecutivo, en realidad, ya tenía en mente su propia movida.
Alrededor de 2008, Biglia había experimentado un "cambio interno" que lo llevó -a él y a su familia- a dejar de consumir productos de origen animal. Después se involucró en esta causa que cinco años atrás era marginal. Pero al ver que el reclamo iba ganando un inesperado consenso político, Biglia decía hace unos meses: "La batalla cultural al zoológico ya se la ganamos".
La crisis del zoo de Palermo es larga y tiene sus aristas, que incluyen desmanejos políticos y empresariales, pero también forma parte de un quiebre global en la relación hombre-animal. El debate filosófico y científico se intensificó en las últimas semanas, a partir de incidentes ocurridos en distintos zoológicos del planeta.
El 14 de abril pasado, el chimpancé Chacha fue la foto del día cuando escapó de su jaula en el zoo Yagiyama de Sendai, Japón, y resistió su captura mostrando los colmillos sobre un tendido eléctrico, en una escena digna de El planeta de los simios. El video sigue siendo un espectáculo desolador, en especial el momento en que los dardos tranquilizantes lo vencen y el primate suelta el último dedo que lo mantenía colgado de un cable. Chacha sobrevivió y volvió a su jaula, donde los visitantes hoy lo ven como un héroe.
El caso más resonante, sin embargo, fue el del 28 de mayo en Cincinnati, cuando el gorila Harambe fue aniquilado después de que un chico de 4 años cayó en su recinto. Una semana antes, en el Zoo Metropolitano de Santiago de Chile, un joven de 20 años con alucinaciones bíblicas se coló desnudo en la jaula de los leones; fue herido por las fieras y por un dardo mal apuntado. Sobrevivió, pero dos de los leones fueron sacrificados.
En todos estos hechos, lo que apareció fue la relación traumática del hombre con los animales en cautiverio. Casi siempre el factor emocional domina la opinión pública, y pocas veces se analiza el tema desde una perspectiva integral. Más allá de dramas individuales que ocurren en zoológicos, donde mueren animales y también cuidadores, las grandes masacres faunísticas de esta época se producen lejos de los centros urbanos, en la depredación humana de los hábitats. En ese contexto, hay muchos especialistas que aún creen en el rol de los zoos como centros de conservación y ámbitos pedagógicos para afrontar la emergencia ambiental.
En una columna en Time titulada "Los zoológicos no son cárceles: mejoran la vida de los animales", la autora Robin Ganzert, presidenta de la ONG proteccionista American Humane Association, escribe: "Aun cuando los animales no sean reinsertados en la naturaleza, ponerlos al cuidado humano mejora las vidas de sus parientes en estado silvestre: los zoos y acuarios modernos sirven como base de observación e investigación que ayudan a proteger la fauna".
El veterinario cordobés Fidel Baschetto, autor del libro-manifiesto "Repensando los zoológicos de la Argentina (2000)", celebra la reestatización del Zoo de Buenos Aires. Y dice que ahora la institución debe ayudar a combatir la crisis de la fauna nacional, desde la retracción areal de la vizcacha hasta la extinción del lobo gargantilla, pasando por la muerte de infinidad de ejemplares por el desmonte masivo. "No debemos -dice Baschetto- tener una mirada tan especista donde sólo nos conmueva lo que vemos y mientras tanto no veamos las tribulaciones de nuestra fauna en sus ambientes. ¿Por qué una vizcacha tiene menos importancia que un león o un oso?"
El futuro
Un punto de conflicto, y una de las incógnitas sobre el nuevo "ecoparque" anunciado por Horacio Rodríguez Larreta, es si habrá animales en exhibición en el predio. Todos acuerdan en que el zoo tradicional es un concepto desterrado, y que las condiciones de los espacios deben mejorar, pero muchos conservacionistas creen que la exhibición de fauna es positiva si se la aborda desde la educación ambiental.
Aun en la vaguedad del anuncio, el gobierno porteño sugirió que la exhibición se eliminará progresivamente. Algunos naturalistas sostienen que los animales son embajadores de un mundo que se pierde, y que exhibirlos contribuye a la toma de conciencia, además de solventar los programas de conservación.
Algunos especialistas, como Marc Bekoff -profesor de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Colorado-, opinan en cambio que la exhibición no surte demasiado efecto.
Después de la muerte de Harambe, Bekoff escribió: "El animal que la gente veía ahí no era un verdadero gorila occidental de llanura; no, al menos, un embajador de su especie [...]. ¿Aprendió algo la gente que pueda servirles a los parientes de Harambe en estado silvestre? Probablemente no. No hay evidencia de que la exhibición genere conciencia y derive en conductas favorables para la conservación." Finalmente Bekoff, con cierto efectismo emocional, plantea una pregunta ética: "¿Permitirías que pusieran a tu perro en un zoológico?".
El zoo platense, en vías de reconversión
- El Zoológico de La Plata, fundado en 1907, avanza en su transformación para ser un espacio sólo de animales autóctonos, mientras continúa con el traslado de especies salvajes a parques que cuenten con sectores adecuados, en sintonía con lo que proyecta el ecoparque porteño.
- Semanas atrás, las autoridades del zoo trasladaron a un búfalo hembra a la Estación de Cría de Animales Salvajes (ECAS), en las afueras de La Plata, y en los próximos días mudará a varios lemures al zoológico de Batán, que cuenta con una isla especial donde liberarán a estos animales.
- Según confirmó el director del Zoológico de La Plata, Diego Brutti, también será trasladado un antílope de origen africano a una reserva de 20 hectáreas ubicada en el partido bonaerense de Rivadavia, y un ciervo será llevado al ECAS. El zoo platense está en el Paseo del Bosque; cuenta con más de 70 especies de aves, 22 de reptiles y 60 de mamíferos.