Del productor al vecino: crece la feria orgánica de Agronomía
Unos 80 emprendedores y cooperativas ofrecen en el predio de la facultad cultivos sin agrotóxicos y derivados artesanales; es un lugar de encuentro entre el barrio y la universidad
"En la puerta de la tranquera vendemos a 15 pesos la jaula de acelga, es decir, a 1 peso el paquete. Acá en la feria lo vendemos a 3: ganamos tres veces más y sin «matar» al consumidor", explica Luis Pérez. De fondo se escucha la señal que anuncia que el tren Urquiza se acerca a la estación Arata, en el barrio de Agronomía. Mientras Pérez cuenta a LA NACION cómo, junto con otros productores de La Capilla, en Florencio Varela, producen sin agrotóxicos, sus compañeros pesan y cobran las verduras en el puesto que armaron sobre la Avenida de las Casuarinas para la edición de julio de la Feria del Productor al Consumidor.
La feria se realiza desde hace dos años en el predio de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba). Allí, los productores como Pérez pueden saltear a los intermediarios de la cadena comercial y vender mercaderías directamente al consumidor.
Los vecinos la llaman la "feria de Agronomía". Se desarrolla el segundo fin de semana de cada mes, cuando 80 emprendedores, productores y cooperativas instalan sus puestos en el ancho camino de tierra que une las vías del ferrocarril con la avenida San Martín. La Avenida de las Casuarinas es la arteria principal del sector que ocupa la Facultad de Agronomía en el predio que comparte con la Facultad de Veterinaria, limitado por las avenidas San Martín, Constituyentes, Beiró y Chorroarín.
En este lugar todas las "calles" tienen nombres de árboles: desde la avenida Constituyentes se ingresa primero por el Camino del Aguaribay, que más adelante se convierte en el Pasaje de los Eucaliptos. Antes de llegar a las vías del tren, a izquierda y derecha se abren el Camino de las Tipas y luego el Camino de las Magnolias. Después de cruzar el paso a nivel, y en paralelo a las vías, está el Camino de los Granados.
Gustavo Schrauf, secretario de Desarrollo y Relaciones Institucionales de la Fauba, destaca que la feria recuperó un "espacio de encuentro" entre la universidad y el barrio, algo que se había perdido. "Cuando está lindo vienen miles de personas", celebra. Mientras el área que pertenece a Veterinaria está cerrada por cuestiones de seguridad, la parte de Agronomía está abierta durante todo el día y sólo cierra de noche.
"Actividades como ésta hacen que venga más gente todavía y es una alternativa para que cuidemos el espacio entre todos", enfatiza Schrauf.
"La feria tiene tres patas: la Facultad, la cátedra libre de Soberanía Alimentaria y los feriantes. Forman un colectivo donde se toman las decisiones en asamblea", explica Mariano Vidal, miembro de la cooperativa Tekoa, que reúne a 10 productores de hongos shitake y gírgolas de la zona de Mercedes, Pilar, Luján, Marcos Paz, General Rodríguez, Capilla del Señor y Carlos Keen. "Además, funciona democráticamente y se autofinancia, lo cual no es poco. No hay un peso de ningún programa o proyecto público, más allá del apoyo de la facultad", agrega Carlos Carballo, titular de la cátedra libre.
Hace dos años, la primera vez que se hizo la feria, hubo cuarenta puestos. Ahora suelen ser entre 65 y 80, que ofrecen todo tipo de productos: verduras, mermeladas, alfajores, azúcar mascabo, harina integral, escabeches, plantines, miel, cuadernos, cuencos de cerámica, tejidos, artesanías.
La cooperativa Colectivo Solidario, por ejemplo, sólo comercializa productos de la economía social, como yerba misionera de distintas cooperativas de trabajo, miel entrerriana y galletitas de la panificadora recuperada Azul. Los productores de Puente Verde expenden verduras orgánicas, queso de cabra, escabeches y distintas variedades de té misionero. Otro puesto fijo es el de la Energicleta: hay que pedalear para activar la licuadora que hace jugo de espinaca, naranja y jengibre.
Los stands de comida suman atractivo a la feria: al mediodía, el césped es un festival de familias y grupos de amigos que comparten empanadas, crepes, hamburguesas, jugos naturales, papas fritas, arepas, tacos y sopa paraguaya. "Venimos porque venden productos orgánicos, sanos, sin agrotóxicos, y porque los precios son bastante razonables", coinciden Claudia y Candela, madre e hija, que todos los meses viajan juntas 20 minutos desde Caballito para comprar verduras frescas, quizás alguna mermelada o queso artesanal y, de paso, almorzar.
Antes de irse, pasaron por el puesto de Cami, que estudia producción vegetal orgánica y prepara las hamburguesas de lenteja y mijo que, junto con la sopa casera de calabaza, fueron el hit de la última edición.