De la acción temporaria al cambio profundo
Se sospecha de connivencia policial, de evasión impositiva, de prestación de nombres y hasta de venta de estupefacientes. Todo esto investiga la Justicia detrás de la venta ilegal en Once, donde la mayoría de los manteros son apenas jornaleros que perciben entre $ 180 y $ 250 pesos de paga diaria por ocho horas de trabajo. Poderosas organizaciones con escalafones, división de tareas y logística coordinada controlarían numerosos puestos ambulantes con mercadería de dudosa procedencia. Pese a todo, nunca nadie puso -ni quiso- llegar al fondo del problema: Once siempre fue un bastión que sobrevivió ante la miopía de fiscales, funcionarios, policías y jueces.
Se estima que el negocio ilegal callejero lindero a la terminal del Sarmiento recauda unos $ 6 millones por día, en 1882 puestos ambulantes. Distintas células lo controlarían; incluso, según investiga la Justicia, tendrían locales comerciales "legales" desde los que abastecerían a los puntos callejeros. El sistema está tan organizado que cada uno respeta siempre su lugar. Y hasta existe un grupo de "choque" diseñado para disuadir cualquier operativo de control.
En marzo de 2015, la Justicia imputó a 151 manteros por organizar y vender mercadería en Once; 52 reconocieron su participación en una red ilegal que obtenía cuantiosas ganancias. Y fueron condenados con multas por un valor total de $ 775.333. La máxima pena que incluso rige hoy es una sanción de $ 60.000. Esto explica a la perfección la vigencia del negocio callejero.
La Justicia también comprobó que un guardián de plaza porteño manejaba a 30 vendedores ambulantes de frutas y verduras de Palermo, que un heladero de Once había obtenido créditos por dos millones de pesos y que un vendedor de garrapiñadas estaba habilitado ante la AFIP para realizar actividades petroleras. La fiscalía identificó conexiones directas entre los organizadores de Once y de Retiro. Es más: constató la participación directa de dos subcomisarios de la Policía Federal en una "célula" que funcionaba en un depósito de Once. Hoy, ambos están condenados como organizadores de ocupación del espacio público.
Las investigaciones lograron dar también con "agrupaciones" o "sindicatos" de vendedores ambulantes que recaudan dinero de los manteros, con sumas que varían "según el espacio ocupado y la cantidad de puestos de cada organización".
Pese a las abrumadoras pruebas y a las condenas, los manteros volvieron a instalar sus negocios. Volvieron a vender mercadería ilegal, a refrendar su impunidad. Volvieron, también, los funcionarios, policías y fiscales a la miopía total. Hasta ayer. El tiempo dirá si se trata de un cambio profundo o de una acción cíclica, repetida y temporaria.