La fachada del Otto Wulff, de San Telmo, forma parte del proyecto de recuperación del Casco Histórico porteño que incluye intervenir otros inmuebles, readoquinar calles y poner en valor del espacio público
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Las ocho figuras humanas, llamadas Atlantes, rodean la fachada que envuelve la esquina de la avenida Belgrano y la calle Perú, como si estuviesen sosteniendo, desde el segundo piso, el resto del edificio de ocho plantas y dos cúpulas en la terraza, uno de los más antiguos del Casco Histórico porteño. Representan a los trabajadores que participaron en la construcción: un albañil, un carpintero, un electricista, un herrero, un pintor, un forjador, un escultor y un aparejador; todos ellos, observados por cuatro cóndores que parecen pequeños desde la calle, pero que al pasar por los andamios donde se realiza la restauración artesanal son gigantes, con alas de más de dos metros.
Todas las figuras son parte del conjunto escultural del edificio Otto Wulff que transita la última etapa de su puesta en valor. Su fachada, hoy rodeada de caños, escaleras y placas de metal, cubierta por retazos de lonas negras, comenzará a desmontarse el próximo martes para dejar al descubierto el cambio de imagen. Del aspecto negruzco de más de 100 años de acumulación de suciedad provocada por los efectos atmosféricos y el moho al simil piedra que asemeja a las trazas originales.
La construcción del edificio comenzó en 1912 y finalizó en 1914 cuando fue inaugurado. La obra estuvo a cargo del arquitecto danés Morten Rönnow y es una de las pocas construcciones realizadas en ese año en hormigón armado, una técnica que comenzaba a estudiarse en la Argentina ante la escasez de hierro para las estructuras. Wulff, un empresario de origen alemán, nacido en Hamburgo, encargó la obra en el lote donde existía lo que se llamaba la Casa de la Virreina Vieja, que se trataba de la residencia de la viuda del octavo virrey del Río de la Plata, Joaquín del Pino y Rozas.
Su restauración se incluye dentro de las obras que conforman el Plan Integral del Casco Histórico, un proyecto que consiste en la puesta en valor del polígono integrado por Hipólito Yrigoyen, las avenidas Juan de Garay y Paseo Colón y la calle Tacuarí. El plan se divide en tres zonas de intervención y los trabajos se realizan en diferentes etapas desde 2020. En el caso del Otto Wulff, de dominio privado, la puesta en valor corre a cargo del Gobierno de la Ciudad, como otras obras que integran el proyecto.
“El edificio se construye estructuralmente en hormigón, en un protohormigón, o sea, un hormigón que surge como alternativa, experimental, porque la técnica había sido desarrollada por empresas constructoras francesas y enseguida la tecnología, de alguna manera, llegó acá”, explica el subsecretario de Paisaje Urbano, Juan Vacas. “La estructura es de hormigón y las paredes de ladrillo común, de mampostería, con un sistema de revoques simil piedra, que imitan una piedra, y todas las estructuras ornamentales”, prosigue el funcionario.
El simil piedra de este edificio, donde funcionan oficinas y, en la planta baja, una sucursal de una cadena de cafeterías estadounidense, no se veía como suelen observarse los revestimientos de ese estilo, más rosados o amarillentos, sino que más bien era negro, con una gruesa capa de suciedad y contaminación que, por momentos, dificultó la restauración.
El método de limpieza elegido debía cumplir con dos condiciones: ser efectivo y no dañar las piezas, algunas de ellas, con deterioros que podrían haber provocado desprendimientos. Se utilizó entonces el nebulizado, con cientos de picos que fueron rociando de agua en forma constante para aflojar las impurezas; luego, con cepillos y a mano, los restauradores quitaron los restos. Con la suciedad más impregnada se usaron compresas de celulosa, o parches de papel, mojados y en reposo durante varios días. El lavado final de la fachada se realizó con jabón neutro y, otra vez, con cepillos.
El edificio cuenta con detalles fundamentales para su funcionamiento y el de las perspectivas desde la calle. Por ejemplo, los Atlantes, de cinco metros de altura, desde abajo se observan con medidas proporcionadas, pero de cerca presentan piernas más largas, pies deformados, torso y cabezas desproporcionados. Lo mismo ocurre con los cóndores. “Todas esas correcciones tienen que ver con el ojo del arquitecto, con la picardía de saber construir para que las cúpulas, por ejemplo, se vean desde 25 cuadras”, comenta Vacas.
En una de las cúpulas se remata con la figura de una corona; en la otra, con la de un sol. La leyenda Indica que fueron colocadas allí en homenaje al ex emperador de Austria, Francisco José, y a su esposa, Isabel de Baviera, conocida como Sissí. Otro mito urbano refiere a la alianza imperial entre Austria y Hungría, aunque todo parece conducir a que se trata de una decisión puramente decorativa. Desde la Ciudad cuentan que los descendientes de Wulff y Rönnow admitieron que nunca escucharon historias semejantes. Además, Legación del Imperio austrohúngaro ya se encontraba en edificio construido como tal por el arquitecto József Markovich.
En su fachada también se observan imágenes del primer emperador chino de la dinastía Yuan, búhos, ojos de Horus, pingüinos, cóndores, sapos, mulitas, cobras, víboras, bebés gateando, yaguaretés, abejas y panales, libélulas; entre todas sus figuras hay más de 680 ojos en la fachada. Wulff fue propietario del edificio sólo por cuatro años ya que en 1918 vendió la propiedad a la familia Harteneck y comenzó a viajar por el mundo.
“Estamos próximos a finalizar la puesta en valor del frente de uno de los edificios más emblemáticos del Casco Histórico con el objetivo que nos propusimos. Durante meses realizamos un trabajo minucioso, manual y detallista para recuperar el aspecto original de la fachada, con la idea de mantener su protagonismo y esplendor tradicional”, destaca la ministra de Espacio Público e Higiene Urbana, Clara Muzzio.
Toda la obra estuvo supervisada, de alguna forma, por Wulff y Rönnow ya que un sobrino nieto del propietario del lote donde se construyó el edificio y el nieto y bisnieto del danés, también arquitectos, visitaron la obra y fueron parte del proyecto. En total se intervinieron 1410 metros cuadrados y la puesta en valor incluyó el retiro de todos los elementos no originales en la fachada, la recuperación de las terminaciones (trabajos de pintura y restauración de fisuras o grietas), la reposición de los elementos ornamentales perdidos, el tratamiento y conservación de la fachada, la reparación de las grietas en los balcones y la iluminación de la fachada a través de luminarias LED.
Todo el plan Casco Histórico contempla la intervención de 77.000 metros cuadrados de espacio público y más de 45 cuadras readoquinadas en las que se reemplaza asfalto por adoquín. Además del Otto Wulff, son siete las fachadas que se pondrán en valor: Farmacia La Estrella (finalizada), Mercado San Telmo (finalizado), Restaurante Aconcagua (Bolívar 905, en ejecución), Casa de Luca Prodan (Alsina 451, en ejecución), Casa del Historiador (Bolívar 462, en ejecución), Casal de Catalunya (Chacabuco 863, en ejecución) y Bar Pista Urbana (Chacabuco 874, en ejecución).
Para Muzzio, recuperar un sitio emblemático para turistas y residentes significó “una gran responsabilidad y compromiso” en el proyecto que, además de restaurar las fachadas de los edificios históricos, “revalorizó la zona, mejoró la accesibilidad, otorgó un espacio público de calidad y fomentó el desarrollo de una ciudad a escala humana”.