Daños colatelares en una ciudad sádica y predecible
El simulacro de seguridad era importante. El recital iba a hacerse el 26 de n oviembre. Ese día llovió y, "por motivos de seguridad", se pasó para el 27. Pero, por falta de efectivos policiales, el gobierno de la ciudad, "procurando la seguridad de asistentes y vecinos", pasó el espectáculo para el 3 de diciembre: un recital de La 25 en el estadio de Atlanta, Villa Crespo, donde vivo.
Ese día, los efectivos policiales procuraron una seguridad muy selectiva porque, como había pasado en el recital que el (fabuloso) grupo La Vela Puerca dio en el mismo estadio el 12 de noviembre, el barrio tembló y los efectivos no se preocuparon en absoluto. Durante horas, cada vez que empezaba el pogo, los edificios pendulaban, las puertas crujían y el temblor agrandaba grietas, sacudía vigas.
Lo bueno de vivir en Buenos Aires es que es predecible: por impericia o corrupción, cada tanto la ciudad devora a sus propios hijos. En 2015 tres adolescentes se desbarrancaron de un balcón en Villa Soldati y uno de ellos murió, al desprenderse una baranda por falta de mantenimiento; en 2010, un derrumbe en un gimnasio de Villa Urquiza dejó tres muertos y 11 heridos porque en la obra contigua no habían apuntalado las medianeras; un mes después murieron dos chicas y hubo 33 heridos al derrumbarse un entrepiso de la discoteca Beara. Y está nuestra tragedia magna: el incendio animal de Cromagnon, 194 muertos, más de 1400 heridos.
Atlanta tiene su historia: en 2005 fue clausurado por fallas de seguridad. Reabrió en enero de 2006 y se clausuró en febrero. En marzo, un hincha histórico, Juan Gelman, se puso épico: "A quienes se empeñan en mantenerlo cerrado les digo que apelen más al espíritu que al dinero". No se sabe si el club apeló al espíritu o al dinero, pero reabrió en 2009. En 2015, la estructura de su microestadio se derrumbó sobre las tribunas. En noviembre comenzaron los recitales y el temblor.
Una abogada me dijo que la lucha es despareja e incluye peritos que deciden si el temblor está dentro de "límites permitidos". ¿Quién me pide que confíe en los límites permitidos: el mismo gobierno que autorizó los límites permitidos que hicieron posibles los muertos anteriores? Dicen "En todo estás vos". Yo sé que soy, apenas, un daño colateral en una ciudad que, como una emperatriz golosa y sádica, aguarda que el nuevo desastre que ella misma empolla le reviente en la cara.