El inglés que viajó en setenta líneas de trenes para conocer la Argentina
Daniel Tunnard resume su experiencia de tres años en Trenspotting, un libro en el que traza una radiografía del país bajo un registro ocurrente cercano al stand-up; ya había tomado 140 colectivos de Buenos Aires para descubrir la ciudad
Con el mapa de los trenes de pasajeros en mano, Daniel Tunnard (inglés de nacimiento, argentino por adopción), se trasladó a distintas partes del país. Mentalmente, recorrió las decenas de miles de kilómetros de vías, urbanas y suburbanas, que cubren las provincias, e imaginó cientos de experiencias sobre rieles de lo que supo ser la red ferroviaria más grande del hemisferio sur.
Pero el plan original demandaba, en realidad, otra cosa: más protagonismo y un registro mucho más íntimo. Lo invitaba a subirse de lleno a las setenta líneas de trenes activas de la Argentina y coleccionar así escenas, detalles, anécdotas, y personajes, para luego poder trazar una radiografía que diera cuenta de cómo somos, nos movemos, en qué nos destacamos y qué tenemos por aprender quienes aquí vivimos, según contará tiempo después en una entrevista con LA NACION.
Lo que más me gustó fue viajar en camarote. Es una lástima que haya tan pocos trenes así.
El resultado se llamó Trenspotting en los ferrocarriles argentinos, la segunda entrega de una trilogía sobre el transporte público local que arrancó con Colectivaiseishon (un proyecto a menor escala por el cual este inglés tomó las 140 líneas de colectivos que circulan por Buenos Aires), y seguirá a futuro con otro matiz ocurrente, fiel a su estilo standupero: “Nadie escribió un libro sobre viajes en auto y creo que eso va a seguir siendo así”.
Arriba de formaciones con camarotes, mateadas con choferes, vagones hacinados, vendedores ambulantes y múltiples destinos, entre los que cobran fuerza La Plata, Rosario, General Pico,Tucumán y Bariloche, Tunnard se las ingenió y materializó en 314 páginas un retrato original de estas tierras, donde descubrió “la afabilidad y la informalidad plenas del argentino”, e interpretó al tren como una manera “relajada y sociable” de viajar.
“Si tuviera que repetirlo de nuevo, agregaría más servicios y haría un esfuerzo extra para conseguir que me dejen viajar en un tren de carga, siguiendo el recorrido del Tren a las Nubes, pero sin tener que pagar 1600 pesos para tomar ese tren”, dice al desnudar su mirada curiosa, además de la ironía inherente a su relato.
- ¿Qué sentís cuando ves el libro y descubrís todo lo que viajaste?
-Siempre es muy lindo ver un documento de Word de años convertido en un libro de verdad, con papel y fotos y todo. Y enseguida el perfeccionista empieza a encontrarle defectos y cosas que podría haber hecho mejor, y quiere hacerlo todo de nuevo, o tirarlo al tacho y escribir otra cosa. Son muchos sentimientos. En estoy momento estoy con corticoides, así que todo me parece maravilloso.
- ¿Cómo organizaste los recorridos para abarcar tantas zonas diferentes?
-Realmente hubo cero organización. Empecé con el tren de La Plata porque había un evento de stand-up justo cuando empezaba el libro, y porque Colectivaizeishon termina en La Plata. Luego surgió lo del concurso Miss Mundo Argentina, en Rosario, y tomé el tren hacia esa ciudad para escribir sobre el tema. Y así con cada tren, según el tiempo y el dinero que tenía disponible.
El tren es también una forma muy sociable y relajada de viajar
- ¿Te quedó algún trayecto o paseo pendientes?
-Si bien la idea original había sido tomar todo lo que corriera sobre los rieles en el país, después de dos años decidí acortarlo un poco porque si no, iba a ser un libro de 600 páginas que describiera viaje tras viaje por campos de cereales, y realmente no tenía mucho más que decir sobre eso. Y era un libro muy caro para escribir, porque si bien los trenes son baratos, tenía que tomar micros, quedarme en hoteles, y se me iba el presupuesto.
- A bordo de los trenes, ¿a qué conclusiones llegaste sobre el país y su gente?
-Algo que me llamó la atención desde muy temprano, cuando tomé el tren a Rosario, en abril de 2013, es que estábamos arriba de este tren viejísimo, oxidado, lento, que anunciaba 7 horas para llegar a Rosario pero puso 9 y, sin embargo, todos los pasajeros a bordo eran re tolerantes. Tenían buena onda, tocaban guitarras, cantaban, mateaban, y charlaban con extraños. El tren te da eso también, es una forma muy sociable y relajada de viajar. Y así son ustedes, generosos, charlatanes, informales, aunque demasiado obsesionados con cómo los ven desde afuera.
-¿Qué fue lo que más te sorprendió y atrajo en los distintos viajes?
-Lo que más me gustó fue viajar en camarote: lo hice en los viajes a Tucumán, Santa Rosa y General Pico. Es como tener tu propia habitación arriba de un tren. Y después tenés coche comedor, que es muy agradable para tomar un té y mirar pasar los campos. El Tren Patagónico también tiene coche cine y ¡coche discoteca!, pero lamentablemente no estaba funcionando cuando lo tomé. Realmente recomiendo esa experiencia. Es una lástima que sea tan difícil conseguir pasajes y que haya tan pocos trenes así. Se podría poner cinco por día y se llenarían.
- ¿Qué anécdota recordás primero cuanto se te pide que describas la experiencia?
Es la que abre el libro, acerca de cómo pude viajar en la locomotora de un tren por la provincia de Buenos Aires, mateando con el piloto y su copiloto, en plena noche, mirando las lechuzas y los zorrinos en las luces del tren. Ahí, nuevamente, la afabilidad y informalidad del argentino a pleno.
De repetir la experiencia, me esforzaría para conseguir que me dejen viajar en un tren de carga
-¿Cuáles son las cosas que no repetirías?
-Creo que nada. Incluso, volvería a subirme a los trenes por los cuales me advirtieron mucho. El Roca de Temperley a Haedo, Y el Belgrano Sur, de Aldo Bonzi a Puente Alsina, fueron experiencias que no vivís todos los días y que implican viajar en trenes recontra lentos por villas interminables. Es más, si tuviera que hacerlo de nuevo, agregaría más trenes, de los países limítrofes incluso, y me esforzaría para conseguir que me dejen viajar en un tren de carga, que es algo que nunca logré, sobre todo en el que va de Salta a Antofagasta, siguiendo el recorrido del Tren a las Nubes, pero sin tener que pagar los $1600 que cobran.
-¿Algún proyecto futuro relacionado con transporte público?
-Iba a comprar un Mercedes W123 de 35 años y escribir un libro sobre viajes en ese auto, titulado Viajes con Marlene (Marlene sería el nombre del auto, claro). Pero, cuando finalmente fui a ver autos, me di cuenta que eran autos muy viejos y que iba a ser una tortura, más no sabiendo nada de mecánica. Al final, me compré un Clio como la gente. Nadie jamás escribió un libro sobre un Clio, y creo que eso va a seguir así.
-¿Qué nos podés adelantar sobre el cierre de la trilogía?
-Ya está escrito el final de la trilogía, de la cual Colectivaizeishon y Trenspotting son las partes 1 y 2. Básicamente, me pongo en una situación aburrida y trato de escribir algo ocurrente al respecto. La última entrega se llama Bienvenido a Mesopotamia y trata acerca de cómo mi esposa y yo nos mudamos en 2015 a Entre Ríos, construimos una casa, y tratamos de concebir en una ciudad llamada Concepción. Además de eso, estoy compitiendo en torneos de scrabble como preparación para una novela sobre este juego maravilloso.