Cuando no se miden los riesgos que corren
El sexo y el amor por caminos separados no es algo novedoso para la sexualidad humana; ya en Pompeya se podían visualizar frescos eróticos de gran audacia por fuera de toda relación amorosa. La sexualidad humana es siempre una psicosexualidad orientada por las propias pulsiones. Más precisamente, cada persona expresa su sexualidad de manera única y singular. Cuando la sexualidad se expresa entre adultos consintientes -aun si esa sexualidad involucra simultáneamente a varias personas- y sin preconceptos morales, cada uno es libre de vivirla como lo desee.
La literatura erótica, desde la "Historia de O." hasta las más recientes de la saga de Gray, da prueba. Las bacanales, las llamadas fiestas orgiásticas, no son nuevas en la historia de la humanidad. Hoy, en muchas grandes ciudades existen lugares de encuentro, lugares definidos por el tipo de encuentros que propician, como los llamados darkrooms, donde a veces el encuentro no es con otra persona, sino con partes anatómicas de un otro al cual ni siquiera se llega a ver. Versión extrema de los bailes de máscaras de la película de Kubrick Ojos bien cerrados, partes de un cuerpo buscan partes de otros cuerpos. Desaparece la subjetividad.
Pero quizás el fenómeno contemporáneo de la expresión de la sexualidad sea la desaparición de la frontera entre lo público y lo privado. Una fiesta convocada por redes sociales ¿es una fiesta pública o privada? Lo que allí ocurre de explícito ¿es público o privado?
La sexualidad humana es, ante todo, un hecho privado que concierne a aquellos que la comparten; expresarla públicamente es cruzar una frontera cuestionable. Pero al anunciar que en esas fiestas "vale todo" es jugar con la semántica de una incitación a exceder los límites de lo permitido. En ninguna sexualidad humana "vale todo": las pulsiones pueden ser expresadas en la medida en que exista un consentimiento mutuo entre adultos y sin poner en riesgo al otro.
En la convocatoria del "vale todo" se puede vislumbrar una incitación no sólo al exceso, sino también a cruzar toda frontera. Y los adolescentes no miden los riesgos que corren al responder a esas convocatorias.
El autor es médico psiquiatra y psicoanalista; miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
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