Crisis en la gastronomía: cerraron Filo y El Living, dos íconos de la noche de los 90
Funcionaron en el Bajo porteño y en Recoleta, e impusieron un nuevo estilo; Madonna y los Rolling Stones, entre las personalidades que los visitaron; no resistieron la crisis por la pandemia
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“¿Te acordás cuando íbamos a cenar a Filo? ¿Y a bailar al Living?”. Las preguntas se repiten con nostalgia frente a las persianas cerradas de dos puntos emblemáticos de la noche de Buenos Aires: el restaurante Filo y la discoteca El Living. Nacidos de la mano de italianos emprendedores, ambos hicieron historia, impusieron un nuevo estilo.
Hoy varias generaciones de porteños se remiten a la década del 90, cuando la ciudad era centro de una gran movida: mientras en Filo se mezclaba la fauna bohemia local con celebridades como Madonna, empresarios u oficinistas de saco y corbata que emergían de Puerto Madero, en El Living se podía tomar una copa de vino sentado en cómodos sillones escuchando la mejor música.
Durante los últimos meses, Filo y El Living intentaron resistir, pero terminaron formando parte de la cada día más extensa lista de bares fundidos por la pandemia, en medio de una ciudad con calles semidesiertas y oficinas cerradas.
“Perdón. No puedo hablar. No me hace bien. Fueron 27 años de mi vida...”, dice con tristeza a LA NACION el veneciano Deni De Biaggi, el histórico dueño de Filo, un lugar de cita obligada en pleno Bajo porteño, San Martín 975. Lo que fue un oasis del buen vivir, donde se conjugaban arte, música, tragos, pizzas o pastas, dejó de existir. Deni, quien llegó a la Argentina cuando tenía cinco años, inauguró Filo en 1994, atrayendo a miles de clientes año tras año.
“Para pedir un trago en la barra había que hacer cola, gritar para que el barman te escuchara, y luego vivir la odisea de salir de esa maraña de gente con el vaso en alto”, recuerda un habitué del lugar, quien prefiere no dar su nombre. “Pero no te importaba. Filo era el lugar donde había que estar. Después de ahí te ibas a bailar a El Living”, asegura el profesional.
Filo tuvo una de las primeras barras porteñas atendidas por mujeres, donde incluso se recordaban los tragos preferidos de los clientes. Había animadas tertulias entre bohemios, políticos, hombres de negocios, intelectuales, artistas, músicos, y muchos extranjeros. Era un local de dos plantas, pequeñas mesas redondas y coloridas paredes.
Al mediodía la gente de la City hacía fila para entrar, y a las 19 se volvía a llenar de oficinistas, a los que se sumaban luego los personajes del under. Al lado de la barra había una tarotista sentada en una mesa. La mujer era parte de lugar, tal como el maniquí de la entrada, la drag queen James y las obras de arte exhibidas en sus paredes. El galerista Álvaro Castagnino y Deni dirigían la galería, donde se hacían dos muestras por año.
Vanguardista
Marcelo Miranda, su DJ residente, califica el lugar de vanguardista: “Tener un DJ tocando música en una cabina, creando un ambiente diferente mientras comías o tomabas un trago era una fórmula nueva”, afirma. Si bien en Pizza Piola, un restaurante cercano, una combinación similar había dado resultado un tiempo antes, la cantidad y la calidad de gente que llegó a convocar Filo lo hicieron único.
Su dueño había sido parte de la movida cultural de los años 70, con el Instituto Di Tella, y dotó a su negocio de elementos artísticos. Una vez al año se festejaba el cumpleaños de Filo y había canilla libre para los clientes. En los carnavales, cerraban las calles aledañas y hacían desfilar 36 comparsas. Pero además se realizaban happenings en la galería, recuerda el DJ desde Estados Unidos, donde reside.
El listado de famosos que circularon por el bar era amplio y variado. El equipo de filmación de Madonna, encabezado por Alan Parker, solía ir al restaurante cuando estaban filmando Evita. El día que la vieron ingresar Filo estalló de gente. Según testimonios de habitués, por allí pasaron además los Rolling Stones, el pianista Michel Petrucciani, el cantante Bono, el director y productor Francis Ford Coppola y el actor Robert Duval.
Algunos argentinos que asistían eran Gustavo Cerati, Sergio Renán y María Kodama, mientras que los DJ Carlos Alfonsín y Oliverio también pasaban música en el restaurante. Religiosamente, a las 21.59 arrancaba la fiesta y a las 6 de la madrugada se cortaba.
Como en casa
En el mismo año que abrió Filo se inauguró El Living, en el barrio de Recoleta. Era una antigua casona abandonada con panadería en la planta baja, situada en Marcelo T. de Alvear 1440. Sus primeros dueños fueron los hermanos D’Agostini, quienes lo gerenciaron hasta 2012, cuando pasó a llamarse You Know My Name, intentando mantener el estilo original. De todos modos, el público siempre siguió llamándolo El Living.
“Solo podemos decir que a todo le llega un final”, dice Jorge D’Agostini en el bar de la Fundación Proa, lugar que maneja desde hace tres años. Cuenta que el proyecto de El Living nació cuando, después de vivir en Italia, quiso plasmar la experiencia de la movida europea y recogió la idea de vender vino en copas sumado a la idea de crear una disquería con bar, un gran living donde la gente se pudiera sentar cómoda a escuchar música de sellos alternativos, difíciles de conseguir.
“Al principio, yo abría la disquería a las 16 y la gente tenía que tocar el portero para entrar, era muy exclusivo. ‘Vengo de parte de, vengo a ver los discos importados’, decían los clientes en momentos donde era imposible bajar un tema de internet”, recuerda Víctor Miranda, DJ residente (hermano de Marcelo, de Filo), quien se unió al proyecto desde sus inicios. “No había plata. Cuando la gente después de cenar quería bailar, se levantaban las mesas hechas con maderas y tachos, y se improvisaba ahí mismo una pista de baile”, explica.
La estética de la discoteca era innovadora. Incluía sillones de pana rojos rescatados del Cottolengo Don Orione, que luego eran rifados entre el público. El estilo lo empezaron luego a copiar varios bares. Pero además se diferenciaba del resto por mezclar lo que era cool con lo intelectual: pantallas de televisión con imágenes de Luis Buñuel, Akira Kurosawa, o clips de cine de Federico Fellini hasta Andrei Tarkovski. Había también dos salones con diferente estilo de música para bailar.
En el lugar tocaban bandas, se hacían eventos y hasta casamientos. Subieron por esa angosta escalera que los conducía al primer piso desde Richard Coleman hasta Gustavo Cerati. La fiesta más importante fue en 1996, la del elenco del film Evita, cuando Madonna estuvo toda la noche muy tranquila en uno de los sillones, solo tomando agua Evian.
Si bien fue uno de los lugares que albergaron a toda una generación, después, con el advenimiento de Palermo, Las Cañitas y otras zonas, fue quedando rezagado. Sin embargo, para D’Agostini las cartas aún no están echadas: “Nunca se sabe si volverá El Living. Tal como sucede con otros cierres, tal vez tenga una segunda oportunidad después de que todo pase”, dice, enigmático. De todos modos, para muchos, la noche porteña ya nunca será igual.