Crece en Liniers la oferta de comida callejera y fuera de todo control
Funcionan casi 800 puestos en el entorno de la estación y las cercanías; cocinan con braseros dentro de changuitos de supermercado; hay prendas falsificadas
Liniers está tomado por el comercio callejero. Desde la avenida Rivadavia y sobre sus laterales, hacia ambos lados de las vías del Ferrocarril Sarmiento, manteros, meseteros y carritos se adueñan de veredas y calzadas sin límite. Según el último informe de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (Fecoba), que mensualmente publica datos sobre venta ilegal, hay en la zona 774 puestos. Así, Liniers se ubica en tercer lugar en el podio del comercio desleal en la Capital, después de Once y de la avenida Avellaneda, en Flores.
Once se caracteriza porque la actividad ambulante se mantiene activa durante la noche en los alrededores de la estación de trenes y la plaza Miserere. Avellaneda, por las zapaterías móviles y los percheros sobre la calle. Y Liniers se distingue por tener su propio "patio de comidas" clandestino: los puestos de choripán y parrilla al aire libre ubicados junto a las vías son apenas un anticipo de lo que uno puede encontrar si se adentra en el barrio.
Según Luis Lezcano, presidente del Centro de Comerciantes, Vecinos, Instituciones y Profesionales (Cecovip) de Liniers, se consiguen facturas y pan casero desde las 4.30. A esa hora, relata Lezcano, pasan dos camionetas, una blanca y la otra roja; esta última proviene de Ciudadela, del otro lado de la General Paz. "Una camioneta baja los caballetes y las tablas. Otra distribuye la mercadería, las facturas", explica.
Al mediodía, la actividad gastronómica funciona a pleno. En las cuatro esquinas que forman José León Suárez e Ibarrola se instalan verdaderos comedores callejeros que ocupan gran parte de aceras y calzadas. En carritos de supermercado, las mujeres ponen una garrafa de gas y braseros. Arriba del fuego, en una olla o un disco, cocinan pavo, cerdo, "chicharrón", fideos o papas fritas. En cualquiera de los puestos -son más de diez- se come por $ 50 la porción. Los comensales pueden instalarse en banquitos alrededor del carrito y almorzar sentados, al rayo del sol.
Lezcano comenta que desde Cecovip se hicieron denuncias porque los puestos están a pocos metros de la escuela Carlos Morel. "El año pasado se cayó una parrilla con carbón. Se quemaron, en distintas oportunidades, un niño y una niña. Hablamos con la directora del colegio, pero ella nos dice que poco puede hacer si las autoridades no la acompañan", afirma.
En la misma zona es posible comprar licuados, jugos, sándwiches, panchos y tortas cubiertas de crema. "No importa si no tienen frío, porque es todo artificial", trata de justificar una vendedora. La falta de higiene es evidente y no hay controles bromatológicos de ningún tipo en esos puestos. Según fuentes de la Agencia Gubernamental de Control (AGC) porteña, el organismo sólo fiscaliza comercios habilitados. "Algunos de los que están en la calle y que venden jugos tienen un permiso especial del área de Espacio Público, pero tampoco nos corresponde controlarlos", afirmaron.
Fuentes de la Subsecretaría de Uso del Espacio Público, a cargo de Patricio Di Stéfano, dijeron a LA NACION que trabajar en la zona se hace difícil porque no cuentan con el apoyo de la Policía Federal, situación que esperan cambie en el corto plazo, cuando los gobiernos nacional y de la ciudad tengan un mismo signo político.
Teléfonos celulares, ropa, calzado, juguetes y bijouterie son otros rubros que se comercializan. "Hay muchos puestos que venden teléfonos truchos, liberados, y son todos robados. Son los teléfonos que nos roban a nosotros", dice Fabián Castillo, coordinador de la Mesa Nacional Antipiratería y secretario de Relaciones Públicas e Institucionales de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came). Castillo insiste en la necesidad de educar a la sociedad acerca de las implicancias del comercio desleal y del trabajo en conjunto de todos los niveles del Estado.
La venta ilegal en el espacio público, recuerda, tiene un trasfondo mucho más grande: la piratería del asfalto, el narcotráfico, la trata de personas y los talleres clandestinos son parte de la cadena.
Investigaciones
El fiscal de cámara de la zona oeste de la Capital, Martín Lapadú, explica que, a diferencia de otros puntos de la ciudad, en Liniers no hay un único grupo identificado que esté al frente del comercio ilegal, sino que más bien son varias las organizaciones, según el rubro. "Pudimos identificar a un mismo camión que provee frutas y verduras a todo el sector de Liniers. En otra causa, pudimos determinar que era uno solo el proveedor de CD en la zona. Pareciera que esto se organiza más por rubro", afirma.
Según Lapadú, los trabajos que allí se realizan son de inteligencia, en conjunto con la Policía Metropolitana. El objetivo, detalla, es conocer los depósitos en los que se guarda la mercadería que luego se vende en el espacio público. "Venimos solicitando las órdenes pertinentes, a efectos de allanar y secuestrar la mercadería depositada. Durante todo este tiempo, en principio, la Policía Federal no está trabajando la materia contravencional", sostiene.
Voceros de la Policía Metropolitana confirman la modalidad de las investigaciones en marcha: "Se trata de ir contra la organización y no contra los vendedores. Es la política que seguimos en Once y dio resultados. Seguramente, a partir de que haya una sola fuerza policial y se puedan coordinar los trabajos, vamos a avanzar en esta lucha", afirman.
Por qué se castiga la venta en la vía pública
- El artículo 83 del Código Contravencional de la Ciudad dice: "Quien realiza actividades lucrativas no autorizadas en el espacio público es sancionado/a con multa de 500 a 1000 pesos".
- Y continúa: "Quien organiza actividades lucrativas no autorizadas en el espacio público, en volúmenes y modalidades similares a las del comercio establecido, es sancionado/a con multa de 10.000 a 60.000 pesos".