Crece el deterioro en el entorno del cementerio de la Recoleta
Locales cerrados, cabinas vandalizadas, grafitis y veredas rotas invaden esta tradicional área turística
Jueves al mediodía en Recoleta. Las mesas de los restaurantes que están dispuestas sobre la vereda congregan más comensales que las de adentro. Frente al histórico cementerio, la gran mayoría de los que se mueven son turistas de todas las edades que visitan la ciudad provenientes de diversos países.
Pero la imagen que presenta el barrio, ineludible lugar de paseo según cualquier guía de viajero o consejo de amigo, está lejos de lo que gustaría ser mostrado. Locales cerrados desde hace tiempo, con sus fachadas grafitadas; cabinas telefónicas vandalizadas, veredas rotas y pertenencias de gente sin techo apiladas en la calle conforman el triste paisaje que descubren turistas -y también porteños- cuando recorren la zona, una de las más concurridas de Buenos Aires.
La esquina de Vicente López y Azcuénaga supo ser noticia hace un tiempo por la clausura de varios clubes nocturnos que funcionaban allí y en cuadras cercanas. En diagonal, al 2100 de Vicente López, dos enormes locales cerrados y con apariencia de no haber sido ocupados desde hace tiempo atrapan la mirada de los transeúntes. Uno de ellos, con cadena y candado para evitar usurpaciones, fue intervenido con aerosoles, lo que le imprime una mayor imagen de desidia.
Enfrente, los ángeles que custodian el cementerio parecen mirar con incredulidad la decadente postal. En la misma cuadra, a pocos pasos, un grupo de 10 turistas ingleses se deleita con pizzas y empanadas de un famoso local. Cruzando la calle, el shopping más conocido del barrio genera un importante contraste.
Prácticamente a la vuelta de allí, en la esquina de Junín y Guido, funcionó Lola, conocido reducto gastronómico que congregaba a figuras del espectáculo y la política, pero que en diciembre de 2012 cerró definitivamente sus puertas. El lugar permanece desde entonces tapiado y la esquina está sucia y deslucida. Allí mismo, una cabina telefónica no tiene casi un solo vidrio sano y, una vez más, los grafiteros decoraron con dudoso gusto la estructura metálica que supo ser colorada.
Gilberto atiende un local de delicias autóctonas y critica con dureza el espectáculo que deben soportar especialmente los turistas que pasean por allí. "La gente pasa y mira con una mezcla de desaprobación y sorpresa; no entiende cómo está todo tan abandonado. Los porteños no pueden creer que hace tanto tiempo que no se haga nada", reconoce.
A escasos metros, dos imponentes locales gastronómicos, Montana Ranch y San Bábila, están cerrados y desmantelados. Agustina, moza en un bar contiguo, dice sin miedo a equivocarse que la situación data de por lo menos tres años. Cartones se acumulan en la puerta, y el sector de la vereda fue afortunadamente ocupado por otros locales: "Lo dejaron abandonado un buen tiempo hasta que sacaron mesas, sillas y toldos, todo echado a perder", detalla Agustina.
Clásicos que ya no son
Si existe un clásico en Recoleta para ir a tomar un café es La Biela, confitería situada desde 1950 en Presidente Roberto Ortiz y Quintana. Pero el lugar, que rebasa de paquetería y buenos modales, tiene vecinos mucho menos ostentosos. Comensales y paseantes no pueden evitar desviar la mirada al pasar por el local vacío del que fue el restaurante El Ombú, donde un hombre duerme sobre un improvisado lecho de diarios y cartones, cubierto con una ajada frazada e indemne a la mirada ajena.
Pegando la vuelta sobre Quintana, la esquina con Ayacucho también sufrió el vandalismo: otra cabina telefónica luce desde hace meses sus vidrios rotos y con pintadas en aerosol rojo. A pocos metros, en marzo pasado fue sustraído el busto de Ortega y Gasset de un sencillo pedestal y aún no fue repuesto. "La zona está muy desmejorada, los turistas lo hacen saber y ni te cuento los de acá", reconoce Miriam, encargada de un local de talabartería.
Desde el gobierno porteño indicaron que las tareas de limpieza en la zona se realizan a diario, removiendo cartones y suciedad de veredas y calles. Con respecto a las pintadas en aerosol, una cuadrilla especial recorre la ciudad con un cronograma estipulado, por lo que la Comuna 2 (Recoleta) debe aguardar a que le toque el turno correspondiente.
Nora Molteni vive en Recoleta desde que tiene memoria. Con 80 años, crió allí cinco hijos y varios de sus 19 nietos eligieron el mismo barrio para asentarse. Conocedora de los usos, costumbres y modas del vecindario, reconoce que gran parte del atractivo se perdió. "Recoleta ya no es lo que supo ser. Paulatinamente el deterioro fue ganando espacio. Muchos locales cerraron, el abandono ganó la calle y cada vez hay más robos. Una gran pena?", relata con pesar.
Luis Valquier está sentado a una de las mesas sobre la vereda de La Biela, tomando su café de media mañana, rito que mantiene desde que se mudó a Quintana y Callao, hace 20 años. "Me resulta imposible negar que todo aquel brillo aparece hoy deslucido. Grandes tiendas que se fueron, vandalismo y tantas otras cosas en contra provocan más vergüenza que orgullo", cuenta este empresario. El mozo que le acerca el café asiente en silencio.
Cae la tarde y el frío sólo permite a los más valientes continuar el recorrido bordeando el cementerio. Enfrente, los locales gastronómicos aguardan la visita de clientes, una postal que los habitués del selecto barrio parecen observar con una nostalgia de mejores épocas.
Algunos datos sobre el circuito de Recoleta
- La parada en Recoleta del bus turístico que recorre la Capital es una de las más concurridas. En ella desciende la mayor cantidad de turistas extranjeros, y es la segunda entre las más elegidas por los turistas nacionales, después de Caminito (La Boca)
- El circuito gastronómico de Recoleta fue perdiendo terrenos frente a otros más recientes, como los de Palermo, Las Cañitas y Puerto Madero. No obstante, todavía figura entre los más recomendados, al igual que San Telmo