La voz del Gran Rabino Iosef Chehebar vuelve a ocupar cada rincón del templo de la comunidad judía sefaradí Yesod Hadat. Como sucede cuando hay una amenaza en las calles, hoy los fieles son muy pocos, pero los presentes reciben la oración en hebreo como un canto que les hace vibrar hasta los huesos.
Es la primera vez, desde el 20 de marzo, que vuelven al templo. Entre rezos, uno de los presentes reparte alcohol en gel, y todos los fieles lo reciben con las palmas hacia el cielo, como si este producto desinfectante fuera parte del ritual religioso.
Son la 8.30. El día está oscuro y frío. Entre locales comerciales está incrustada la fachada de mármol de la sinagoga que crece en ancho y en alto hasta que nacen sus tres cúpulas en la parte superior. La puerta está abierta, a partir de hoy vuelven a están habilitados los templos de las distintas comunidades religiosas en la Ciudad, aunque con protocolos estrictos: solo se pueden hacer tareas administrativas y se permiten rezos de hasta 10 personas con una distancia de, al menos, un metro y medio entre los fieles. Tampoco están autorizados a ingresar los mayores de 60 años. Para ingresar al gran templo, todos pasan por un puesto sanitizante, se les toma la temperatura y se deben higienizar las manos. Todos los presentes tuvieron que anotarse en una lista y luego fueron seleccionados.
"Sentimos que Dios nos había expulsado del templo. Nos volvimos a reconectar con la luz, sentimos que fue un golpe, largo, y de pronto vino la luz. Un streaming no tiene la misma fuerza que un rezo. El Talmud señala que, cuando hay 10 personas en un lugar, la luz está ahí", dice Chehebar, uno de los grandes referentes de la comunidad judía en la Argentina.
El rabino relata que apenas escucharon el viernes pasado que se iba a volver a los lugares de rezo, la noticia "voló" dentro de la comunidad. "No entrar al templo era terrible, sentíamos que algo nos apretaba el corazón. Ahora, debemos cuidarnos, la vida está por sobre todo, por eso tenemos que cumplir a rajatabla con las normas de prevención", señala Chehebar. Esta alegría es compartida por otros miembros destacados de la comunidad judía, como el Gran Rabino Gabriel Davidovich, aunque también pide que todos mantengan un alto nivel de cuidado: "Prioricemos cuidar nuestra salud y la de nuestros seres queridos".
Mientras el mundo espera que los científicos resuelvan el problema de la pandemia, la dimensión espiritual cobró un particular impulso. Según Iván Petrella, doctor en religión y derecho por la Universidad de Harvard y autor del libro Dios en el XXI, marzo fue el mes récord de búsqueda de la palabra plegaria en los últimos cinco años. "En tiempos de crisis la religiosidad aumenta. Las religiones dan certezas en tiempos de incertidumbre. Las religiones no te dan la vacuna, pero si te dan la certeza de que ese pariente que murió, ahora está en otro lado, en el Cielo", señala Petrella.
Sobre la calle Alberti 1541 está la mezquita Al Ahmad. Mohamed Elbeik abre la puerta. Está contento. Él tiene una fe a toda prueba y celebra que vuelvan los rezos. Despliega una pequeña alfombra y se arrodilla en dirección a la Meca para comenzar a rezar. Es la única persona en el gran salón.
"Nosotros cerramos la mezquita una semana antes del 20 de marzo por prevención. Es una alegría muy grande, una alegría espiritual poder recibir a la gente en los cinco rezos diarios. La mezquita es un lugar de aprendizaje, de charlas, de encuentro. Vamos a hacer un registro para asignar los turnos. En cuanto al protocolo, también agregamos alfombras de nailon grueso para rezar sobre ellas, de ese modo, es más fácil de higienizar", relata Anibal Bachir Bakir, presidente del Centro Islámico de la República Argentina.
El padre Gastón Lorenzo, párroco de la Basílica del Pilar, en Recoleta, indica que, desde un principio, como ellos viven dentro de la iglesia pudieron grabar las misas o un rosario y transmitirlo por internet. Pero que abrir las puertas a la gente es muy importante. "Recibir a las personas también es contener la situación social. La angustia de la gente es variada, por un lado, la cuestión material, pero también está la angustia de índole espiritual. Hay gente que tiene una necesidad vital de la vida religiosa. La iglesia es el hogar".
Gloria Marino, de 63 años, acaba de salir de la Iglesia. Para ella, según dice, rezar es aún más importante que el aire que respira. "Acá está Jesús, vinimos a pedir por el fin de la pandemia, entre otras cosas. En este tiempo, nos ayudaron las misas a distancia y las homilías del Papa Francisco. Pero no hay nada como venir acá".
"Estamos convencidos de que en estos momentos la dimensión espiritual es fundamental para muchos vecinos y vecinas. Por eso, se habilita el ingreso a los templos para que los fieles puedan tener un momento de oración individual siempre guardando la distancia de seguridad y tomando los recaudos. Con las distintas comunidades de fe que conviven en la Ciudad venimos buscando juntos desde el comienzo las mejores vías para transitar un camino de apertura gradual y responsable", destacó Federico Pugliese, director general de Entidades y Cultos de la Ciudad de Buenos Aires.
Si bien los templos son considerados el hogar de los fieles, también estarán aquellos que continúen con sus plegarias desde sus casas. "Puede ser que la gente se acostumbre a hacer sus plegarias en la casa, eso variará según la persona y la edad, pero esto es algo que ya existía, no nació con la pandemia. Las religiones fueron avanzando junto a la tecnología. Si buena parte de la opinión pública pasa por las redes sociales e internet, por qué no la religiosidad", argumenta Petrella.