Coronavirus en la Argentina. Reencuentros y despedidas postergadas en la reapertura de los cementerios porteños
Son las 9 y el portón del cementerio de Flores se abre y se cierra. El sol ilumina cada rincón del predio que, por primera vez en cinco meses, vuelve a permitir el ingreso de aquellos que tienen un familiar enterrado en este lugar. Hoy es un día de reencuentros y despedidas postergadas por el coronavirus.
Amelia Rial, de 77 años, se acerca a paso lento hacia la puerta principal del cementerio. En la mano derecha tiene un ramo pequeño para dejar sobre la lapida de su hijo, que murió hace dos años. La pandemia interrumpió un ritual que para ella es necesario. Venía todos los domingos a dejarle unas flores, pero desde el 20 de marzo que cambió esa costumbre dominical por encender una vela en la intimidad de su casa.
Ahora, con los ojos vidriosos, entre el entusiasmo y la congoja, dice que su hijo la está esperando. Y allá va ella hacia el encuentro. El personal de seguridad le toma la fiebre, le pone alcohol en las manos y la deja ingresar.
Marlena tiene 58 años. Su madre falleció durante la pandemia, "abandonada", según dice, en el Hospital Español. No pudo ver el cuerpo, tampoco despedirse. "Ella no tenía coronavirus, murió de vieja, pero no me permitían ni entrar al hospital para visitarla porque estuvo internada en abril, cuando las medidas de prevención eran muy estrictas. Siento que murió sola y que no pude estar junto a ella, es horrible esto", se lamenta.
Hoy, además, reabrieron el cementerio de Chacarita y Recoleta que estaban cerrados desde que comenzó el aislamiento preventivo. Estos espacios podrán funcionar de 8 a 17, de lunes a domingo, solo para las visitas, pero no con fines turísticos ni recreativos. Podrán ingresar hasta dos personas por grupo familiar y con una permanencia máxima de una hora.
El cambio en los rituales mortuorios trajo todo tipo de problemas y roces en medio de un clima de dolor. Ricardo Calabria, de 57 años, trabaja en una funeraria que queda en diagonal al cementerio de Flores. Él tuvo que lidiar con la angustia de aquellos que chocaban con las restricciones que imponen los protocolos.
"En los hospitales, muchas veces para sacarse de encima el problema, le decían a los familiares que nosotros le íbamos a mostrar el cuerpo, y nosotros no podemos hacer eso. Los fallecidos por coronavirus llegan envueltos con dos bolsas selladas. Hace poco una señora me pedía por favor que le abriera la bolsa, y yo le decía ‘señora, si le abro la bolsa voy preso, está prohibido’. Es muy triste la situación", dice Calabria.
Cuestiones económicas
Esta reapertura también puso en marcha a un grupo importante de personas que necesitaban que el cementerio volviera a recibir visitas, no por una cuestión afectiva, sino económica. Los floristas que atienden los puestos que rodean al predio llenaron nuevamente los maceteros de color, que hasta hace poco lucían abandonados y solo se acercaban los dueños para que no se acumulara agua en los recipientes.
"Hace más de cinco meses que no vendíamos una flor. Hoy la verdad que vino bastante gente, pero se nota la crisis porque se compran ramitos chicos, de 100 o 150 pesos", cuenta Carlos Julien, de 68 años, que tiene un local de flores justo frente al cementerio.
"La gente a veces te cuenta que el familiar falleció en estos meses y todavía no pudieron despedirlo. A nosotros nos gusta poder trabajar, estos meses fueron difíciles y sobrevivimos pidiendo plata prestada, pero también nos alegra por los familiares que hoy pueden reencontrarse con sus seres queridos", sostiene Beatriz Maldonado, de 50 años, que atiende un puesto de flores al lado del ingreso principal.
En el cementerio de Chacarita, la afluencia de familiares es aún mayor. Es el cementerio más grande de la ciudad y los autos hacen fila para entrar. También se arman colas de hasta 10 personas en el ingreso peatonal, sobre la calle Jorge Newbery.
Antonella López, de 49 años, perdió a su marido en febrero. Para ella y sus hijos, que hoy no la acompañan, era muy importante venir al cementerio cada 15 días, pero desde que falleció, solo pudieron cumplir dos veces con esa costumbre.
"De pronto se interrumpió nuestro duelo. No podíamos venir, que para nosotros era un momento importante. No solo eso, sino que, además, se sumó el encierro, temas laborales, etcétera. Fueron meses difíciles, hoy siento algo de alegría por venir, siento que voy a tener un momento de paz", dice López.