Coronavirus en la Argentina: La Boca cumple 150 años, con locales cerrados y sin turistas
"Ese era mi módulo", dice Horacio Spalletti y señala una de las estructuras de hierro oxidado que están amontonadas a un costado de Caminito, en La Boca. Sobre esa calle, él y el resto de los artistas habilitados por el gobierno porteño vendían sus obras a los turistas, especialmente a los extranjeros. "No damos más, y lo peor es que no sabemos cuando vamos a volver a trabajar", dice, mientras continúa caminando en dirección a su casa, ubicada dentro de uno de los conventillos de la zona. De fondo, se escucha el vaivén del Riachuelo, el viento y nada más. Tras casi cinco meses de inactividad, Caminito, uno de los puntos turísticos más frecuentados de la ciudad, se convirtió en un paseo desolado.
En este contexto, y con un pequeño festejo organizado por los vecinos, se celebrarán hoy los 150 años del barrio. Desde su fundación, el 23 de agosto de 1870, hasta ahora, La Boca -y especialmente Caminito- pasó de ser una zona portuaria habitada por inmigrantes europeos a convertirse en uno de los principales íconos turísticos de la ciudad. Hoy, la mayoría de sus residentes vive exclusivamente del turismo y sufre, por ello, las consecuencias de la prohibición de la actividad, que aún no vislumbra una posible reapertura.
Los negocios de venta de souvenirs, las talabarterías y las galerías de arte de la zona permanecen cerradas desde que inició la cuarentena obligatoria por el nuevo coronavirus . Por su parte, y a pesar de que tienen permiso para abrir desde hace meses, la mayoría de los comercios gastronómicos eligen permanecer con las persianas bajas."Podría abrir el restaurante, pero ¿para qué? El único de la zona que está abierto no vende nada", dice por teléfono Jorge Luis Napoleone, vecino de Caminito, músico y dueño de Samovar de Rasputín, un reconocido bar de la zona que solía abrir los viernes, sábados, domingo y feriados. Como no tiene empleados, prefiere postergar la apertura hasta que "valga la pena". "La mayoría de los residentes de la zona vivíamos del turismo. Ninguno está trabajando. No hay plata para pedir comida", dice.
Un ícono
Napoleone, de 60 años, nació en La Boca, al igual que su padre y su abuelo, y fue testigo de la transformación que vivió el barrio desde ese entonces. Él nació en 1960, un año después de la inauguración de la calle museo Caminito. El proyecto fue desarrollado por el artista plástico Benito Quinquela Martín, quien nació y murió en La Boca, y un grupo de colaboradores, que pintaron y restauraron los famosos conventillos de la zona.
"Los turistas empezaron a llegar por su cuenta cuando el barrio todavía era residencial, de una clase media trabajadora, y dependía del puerto. Y es que el barrio es único. Para empezar, es el único de la ciudad que mira al río, más bien, al Riachuelo", dice Napoleone. Durante décadas, Caminito atrajo la mirada de personas de otros barrios y de otros países sin siquiera tener una industria turística propia. "Fue muy natural. Empezaron a caer celebridades. Venía Pappo, traía a músicos de todo el mundo a comer a mi restaurante. Un día, en 1987, vi que había un revuelo gigante en la esquina, y eran Pavarotti y Fangio. Corrí a buscarlos y los invité a comer", recuerda con entusiasmo.
Para Claudia Frantz, una comerciante de la zona, el gran boom turístico empezó a partir de 2003, cuando comenzaron a llegar personas de todo el mundo y, a su vez, muchos colegios del país incluyeron a Caminito en los recorridos de los viajes de estudio, remarcando su valor histórico. Frantz y su familia abrieron el primer local de souvenirs de esa calle en 1997, llamado Caminito amigo del alma. "El negocio era antes de un zapatero. En frente nuestro había un negocio que vendía accesorios y elementos para barcos", recuerda.
La cantidad de visitas fue intensificándose con el paso de los años y, según datos del Ente de Turismo de la Ciudad de Buenos Aires, el año pasado este pasaje fue el octavo atractivo con mayor cantidad de visitas extranjeras durante los fines de semana. El movimiento en la zona aumentaba significativamente en esos días, especialmente ente las 13 y las 17 horas.
"Una vez que se van todos, llega la mejor parte. El atardecer de La Boca es único", opina Napoleoti. Durante el día, el músico solía mover la parrilla portátil de su restaurante hacia afuera y cocinar para los turistas sobre la calle, porque, según él, ellos lo prefieren así. Al atardecer, reunía a su banda y tocaban algunos clásicos del rock y del blues, también, sobre la calle. Eso era antes.
"A veces, hay muchísimos extranjeros, especialmente portugueses", dice Spalletti, mientras pasea por la zona con un pañuelo que hace de tapa boca. Pero, enseguida se corrige: "Más bien, lo había. Ahora, la realidad es otra". Y agrega: "Somos aproximadamente 600 personas las que dependemos del turismo de la zona. Muchos no van a resistir a la pandemia, y, al menos yo, no estoy recibiendo ninguna ayuda". Sobre una de las esquinas del paseo, en la intersección de las calles Lamadrid y Garibaldi, la pizzería Estación Caminito cerró de manera definitiva. "Fue hace 10 días. No aguantó", dice Spalletti.