Coronavirus en la Argentina: Cerró el tradicional hotel Gran Avenida de Las Flores, donde se hospedaban Borges y Bioy Casares
"No se puede trabajar en estas condiciones, fue una decisión muy difícil y cerramos", confiesa entristecido Emilio Candina, uno de los propietarios del tradicional hotel Gran Avenida de Las Flores, a 200 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, abierto desde hace 77 años. Cerrado desde marzo por primera vez en toda su dilatada historia, con 60 habitaciones y diez empleados, fue un punto de encuentro por excelencia de la sociedad florense. Entre sus ilustres clientes se contaban Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. "La pandemia y cuarentena fueron golpes letales", asegura.
La noticia paralizó a Las Flores. Está ubicado en el centro del ejido urbano de una de las localidades más bellas de la provincia. "Fueron muchos factores, una economía en declive, y la falta de un horizonte claro", señala Emilio. El hotel, un emprendimiento familiar, ocupa un cuarto de una manzana. Su diseño responde a viajes estándares de espacio y servicios. "Estos hoteles son estructuras muy grandes, tienen un gasto fijo de mantenimiento muy alto. Los empleados tomaron la noticia con tristeza, no fue fácil comunicárselo", agrega.
Lavandería, restaurante, un amplio lobby, snack bar, grandes espacios, mucamas. "Los hoteles de pueblo tradicionales están pensados para recibir grandes comitivas, pero también a los vecinos del pueblo", cuenta Emilio. Aquella época dorada, quedó atrás. "En los años 50, llegamos a tener 60 empleados, la actividad fue muy intensa", apunta.
"La cuarentena indefinida", dice, es una de las grandes razones para determinar la causa del cierre de uno de los grandes hoteles de una provincia. "Cerrar no es solo una decisión económica, sino afectiva -confirma Emilio-. Cuatro generaciones de nuestra familia trabajaron en el hotel", sostiene.
"Fue el lugar natural que los huéspedes de Las Flores tenían", agrega. Cuando se casó Bioy Casares con Silvina Ocampo, con Borges como testigo, estuvieron en el hotel. "Se festejaban cumpleaños y las quinceañeras posaron en sus hermosos salones conservados impecablemente con el mobiliario original. Se extrañará mucho", afirma Bettina Cucagna, asidua pasajera del hotel.
Otro gigante que cierra
Desde Junín, Juan Bazzani, propietario del Hotel "Copahue", un gigante de tres pisos, 70 habitaciones y 20 empleados, confirma otra mala noticia: "El hotel tiene un gasto fijo mensual de $1.000.000. Estábamos generando mucha deuda, y decidí cerrar". Abierto desde 1977, es un emblema de la hotelería en la región centro norte de la provincia. Junín es un centro comercial y educativo nodal. Enero y febrero estaban trabajando al 70% de su capacidad, pero los pasajeros frecuentaban el hotel durante todo el año.
"No hay reglas del juego claras, no hoy definiciones, el Gobierno se plantó en la pandemia, le convino en un primer momento porque tuvo el apoyo de la gente, pero ya se le está yendo. Nadie tiene plata ni trabajo", opina. Con piscina, solárium, restaurante, sala de reuniones y gimnasio, su mantenimiento con las puertas cerradas es alto. "Se hizo la cuarentena demasiado pronto, se volvió interminable, y no sirvió para mucho. Estoy muy desengañado de los políticos", asegura. Sus padres iniciaron el hotel y él continuó con el legado. "Duele mucho cerrarlo", confiesa.
Una anécdota pinta el espíritu del hotel y la importancia que tienen en estas localidades. Joaquín Sabina cuando fue a cantar a Junín, se hospedó aquí. "Llegó a la madrugada, se puso a escribir y al amanecer, cantó por el balcón", un momento inolvidable que guardará Bazzani. "Trabajar en la incertidumbre es imposible", concluye.
En el sur de la provincia, la realidad es la misma. "Tuve que vender dos camionetas, dos autos y todo el mobiliario del restaurante, a precios irrisorios para pagar deudas", afirma Jorge Simoni, propietario del complejo Termas de Médanos que cierra en los próximos días. Veinte empleados trabajan ahí. Solo el salón comedor tiene 500 m2.
A mediados de marzo, cerró y nunca más abrió. "Llevo siete meses sin trabajar, y los créditos que anunciaron, nunca llegaron, no puedo responder más con mi patrimonio", completa. Fin de una historia que promovió el desarrollo de esta localidad.
Médanos es la capital del Partido de Villarino, a solo 45 kilómetros de Bahía Blanca. El complejo incluye un gran salón de Spa (de 500ms2), piletas cubiertas, casa de té, restaurante, camping, hospedaje y un barrio cerrado. "No hubo un plan de salvataje para el sector. Odio los subsidios, la solución es el crédito, pero que se pueda pagar", sostiene Simoni. El costo fijo del complejo es de $400.000. "Nos ofrecieron un crédito de $450.000 que debía pagar la primer cuota al mes siguiente: ¿cómo pagarlo si estamos cerrados?", se pregunta.
Señala el caso de su hija como contraste: tiene un pequeño restaurante en Italia, en un pueblo de 120 habitantes. "Le dieron un crédito con tasa de 0,5% a pagar a ocho años, pero comienza a abanarlo dentro de dos años", afirma.
El hotel restaurante "Descanso Ceferiniano" es otro de los grandes alojamientos que sufren la crisis. Sobre la costa del río Colorado, es temático sobre la vida de Ceferino Namuncurá. El turismo religioso, de jubilados y estudiantil, eran sus principales fuentes de ingreso. Ninguno de los tres están permitidos. Tiene 40 habitaciones, estuvo cerrado cuatro meses y los últimos pudo funcionar como hotel de aislamiento para el personal que trabaja en el parque eólico que están construyendo en el partido de Villarino, pero ya terminan la obra. Ahora en octubre comenzaba su temporada alta, recibía hasta 3000 estudiantes y alrededor de 300 jubilados. "Nada de eso sucederá. Hemos reducido al mínimo los empleados. No veo un futuro muy claro", reconoce su administrador Marcelo Schwerdt.
"La única visión que nos orienta un poco es ir viendo lo que pasa en otros países, pero eso no siempre se aplica acá", reflexiona Noelia Sensini, vecina de Hilario Ascasubi y referente de turismo local. "El cierre de emprendimientos genera mucha tristeza y desesperanza porque justamente el turismo en nuestra zona es emergente", resume. Las inmensas distancias y la cuarentena agigantan el olvido que históricamente padece el sur provincial.
Los comedores de campo o ruteros, también participan de este panorama sombrío. Desde marzo son muchos los que han cerrado. Solo por nombrar algunos: "El Crisol" en Salto, "La Querencia" en Roque Pérez, "La Pulpería" en Santa Lucía (San Pedro), Pulpería "Adela" (Chascomús). Sobre la ruta 2 existen 13 parrillas y comedores cerrados. En septiembre pasado, y luego de más de 50 años, cerró sus puertas el histórico restaurante "Ama Gozua" en Maipú.
"Para la gastronomía no hubo contemplación. Los comedores ruteros cada vez son menos", confiesa Gustavo Rasilla, cocinero y dueño de "El Bodegón de Chicote", en el lejano oeste de América (partido de Rivadavia). El suyo cerró. "Después de esta crisis, habrá más carritos, puestos básicos de chapa, la gente está muy mal, se la van a tener que rebuscar como sea", afirma.
"Después de 30 años, y con la ruta vacía, tuvimos que cerrar", confiesa Marita Harrison, detrás del mostrador de la parrilla "El Molino", sobre la ruta 3 en Las Flores, parada obligada para los viajeros durante 30 años. "Ahora estamos vendiendo huevos, tenemos unas gallinas ponedoras, eso nos ayuda", reconoce.
"Tenemos que informarles que bajo el contexto actual de pandemia y socioeconómico que atravesamos, estuvimos, después de varios meses intentando mantener nuestro negocio a flote, pero lamentablemente no nos quedó otro remedio que cerrar", informó en las redes sociales la Parrilla "Ascasubi", en la entrada de la localidad Hilario Ascasubi, a un costado de la ruta 3. Viajeros, camioneros y turistas eran sus principales clientes, además de los propios vecinos de este pueblo en la puerta de la Patagonia bonaerense.
"Veremos qué nos depara el futuro", concluyen en el texto. Consultados por LA NACION sus propietarios no quisieron ampliar declaraciones, afectados por el cierre. A unos pocos kilómetros al sur, en Pedro Luro, el restaurante "Archy", el más emblemático de la localidad meridional, también debió cerrar. Sonia Salvatelli, su dueña pasa sus últimos días en la cocina haciendo viandas. "Estoy vendiendo las sillas, lo estoy desarmando, una parte de mi vida se me está yendo", asegura, quebrada.