Contraste. Retiro desierta y Constitución, repleta, así comenzaron los controles
Poco antes de las siete de la mañana y bajo una fina llovizna, una enorme multitud de pasajeros con barbijo circuló por el centro de transbordo de la Estación Constitución. “Con el permiso en mano y tratemos de no aglomerarnos en la entrada” pedía un agente de tránsito con megáfono a quienes intentataban entrar al subte C, que en pocos minutos formaron una gran fila apurada.
Entre ellos estaba Christian Flores, un obrero que a las apuradas gestionaba su permiso en el celular mediante la aplicación CuidAR. Él llegó en tren desde Florencio Varela y se dirigía a Floresta en colectivo. No se preocupó demasiado porque sabe que su actividad está permitida para utilizar el transporte público. A su lado, un agente de tránsito le comentaba a otro que había demasiada gente para ser el primer día de controles. “Me parece que nadie controla nada y la gente está yendo a trabajar igual” le gritó a su colega mientras le indicaba a la multitud que circule. “Hay un poquiiiiito menos de gente”, afirmó la vendedora de chipa.
Ivana Gutiérrez, una maestra jardinera de Lomas de Zamora, se bajó de un colectivo 28 muy poblado para subirse a un 168 similar. “Está viajando todo el mundo”, se sorprendió. A ella le tocó hacer el mismo recorrido hace un año, en el momento de mayor controles del transporte público. “Fui varias veces al jardín de San Telmo en el que trabajo a entregar bolsones de mercadería. Antes, a la altura del Puente Alsina de Pompeya, los agentes de tránsito subían al colectivo y controlaban a uno por uno. Hoy nadie me pidió nada”, explicó.
Llega un tren proveniente de Alejandro Korn y una marea de trabajadores apurados invade la estación. Entre ellos está Lucas Solís, que llegó demasiado temprano y es prácticamente el único que no corre en hora pico. Cuenta que cuando subió al tren en Longchamps había una chica revisando permisos pero no daba abasto: se controlaban 3 de cada 10. Él tiene habilitado viajar en transporte público porque está registrado como trabajador del rubro seguridad -aunque en rigor es técnico electrónico- pero la empresa lo obliga a ir a la oficina de Nuñez y sospecha que mucha gente está inscripta de forma irregular similar. “Al principio de la cuarentena realmente verificaban el DNI y si no coincidía no te dejaban viajar. Hoy creo que si mostrás una captura de pantalla nadie se entera”, explica. ¿Y su SUBE en todo caso no debería inhabilitar el viaje? Lucas confiesa que está usando la de su hijo de cuatro años.
Controles
Para salir de la estación de trenes de Constitución hay que pasar por un cordón policial que verifica los celulares o los documentos impresos en los que figuran los permisos para usar el transporte público. “Tiene que decir que están habilitados, si no no pasan”, confirma uno de los policías encargados de esa labor. Él mismo tuvo que gestionar su propio permiso anoche. Según explicó el cumplimiento es alto: para las 8 de la mañana apenas siete personas -de miles- no habían podido pasar por ese control.
Para ingresar a los trenes, la gran mayoría de molinetes tiene cámaras incorporadas que registran los rostros de los pasajeros. “Necesitás que te reconozca para poder pasar la SUBE”, explica Andrés Lafón, que suele esquivarlas cada vez que va y viene entre Banfield y el centro porteño. Trabaja en un estudio de abogados al que va presencialmente dos veces por semana. Ya sabe que entre las 9 y las 15.30, al menos hasta hoy, no podía viajar si no había reservado un asiento en el tren Roca como trabajador esencial. Como no lo es, trata de evitar esos horarios. Calcula que podrá seguir haciéndolo por la cantidad de gente que ya está yendo a trabajar normalmente.
Contraste
Si la estación de trenes de Constitución está hiperactiva - ahí tranquilamente pueden coincidir arribos simultáneos de trenes provenientes de Ezeiza, Florencio Varela o La Plata- la de Retiro está desértica. Gran parte de los peatones que circulan por ella lo hacen solo para meterse al subte C, no avanzan hacia los andenes de los trenes que van a Suarez o Tigre. Con el microcentro con muy poca actividad laboral, faltan los oficinistas y los estudiantes que suelen poblar esta estación y que llegan desde el norte. “Hoy falta un 10 o 15% de gente y porque llueve”, estima un trabajador de Trenes Argentinos que controla los molinetes despoblados. Los que faltan son los obreros de la construcción.
En Retiro hay una sola salida habilitada para los que llegan de los trenes, que también deben mostrar su permiso a la policía para salir de la estación. Pero eso no es problema porque el volumen de gente es realmente bajo. A las 9 de la mañana hay apenas dos personas mirando el cartel de trenes por partir: Marina Farfán, una acompañante terapéutica que parte para trabajar cerca de la estación Drago del tren Mitre, y César Espíndola, un trabajador de una empresa de alimentos. Cada día antes de viajar procura reservar su lugar en el tren para no tener problemas. A él le tocó trabajar como trabajador esencial todo el año pasado. Asegura que, pese a los policías y los hombres que vestidos de blanco fumigan la estación, ahora todo parece mucho más normal. “Antes en el subte C sobraban asientos. Ahora en hora pico viajás parado”, explica.