Cómo funcionaban los extraños "bares automáticos" de principios del siglo XX en Buenos Aires
El historiador Daniel Balmaceda explica el fenómeno del "lunch higiénico", que tomó por sorpresa a la Capital Federal en 1907
La foto parece sacada de una vieja película futurista: un grupo de hombres de traje, recibiendo sus comidas y bebidas por un tubo transpartente. Pero la imagen retrata una típica escena porteña de principios del siglo XX. En esa época, proliferaban los "bares automáticos".
El mecanismo difería al de una máquina expendedora como la conocemos hoy. No se exhibían los alimentos o bebidas: éstos se preparaban detrás de la máquina, por un grupo de personas ocultas por el mostrador. Una extraña mezcla de innovación técnica y fuerza bruta.
Como relata el historiador Daniel Balmaceda en su blog de LA NACION, el fenómeno comenzó cuando, gracias a la expansión territorial de Buenos Aires, muchas personas comenzaron a comprar terrenos más alejados del centro porteño. Entonces no podían almorzar en sus casa. Y apareció una gran demanda de trabajadores que necesitaban comer en bares al paso.
Innovación
Esta nueva demanda "provocó una innovación fundamental", según las palabras de Balmaceda: "En el año 1907 se inauguró el Bar Automat Europa en el microcentro porteño, más precisamente en Bartolomé Mitre 463. Consistía en un sistema de diez a doce máquinas de bebidas frías y calientes -los pocillos de café bajaban en fila por un tubo de vidrio transparente- o sandwiches y empanadas".
"Las inmensas expendedoras, colocadas en la barra del bar, se accionaban con monedas de diez centavos. Cada uno se proveía de la comida y la bebida, y se sentaba en cualquiera de las mesas dispuestas como en los bares clásicos", explica Balmaceda.
"Lunch higiénico"
Según los avisos de la época, se trataba de un "lunch higiénico" porque la comida "no pasaba por las manos de los cocineros ni de los mozos".
Pero el dato era incierto, porque detrás de las máquinas trabajaba "media docena de personas imperceptibles, reponiendo los alimentos y bebidas".
"Debido a su éxito, los bares automáticos se multiplicaron y más adelante se incorporaron dulces, postres e incluso bebidas alcohólicas", dice Balmaceda, y agrega: "El más popular de todos fue el Bar Americano en Cangallo 966 (Perón y Carabelas actual). Sus aparatos llenaban de licor los pequeños vasos de los parroquianos. En ese mismo bar, cuando aún era atendido por mozos, se había estrenado el tango 'El Choclo'".