"Colectivero", el proyecto que busca viralizar la intimidad de un clásico porteño casi centenario
Gabriel Gutiérrez, historiador de 33 años, revela el mundo de uno de los vehículos más tradicionales que transita por la ciudad desde su cuenta de Instagram; cómo surgió la iniciativa y qué piensan los choferes
Se acomoda, siempre que está disponible, en la primera fila. Allí, las distracciones son menores y puede mirar lo que ocurre delante del parabrisas, al costado del asiento, hacia atrás y en el pasillo, mientras dura el trayecto y el chofer hace el recorrido previsto.
Con una metodología que se replica cada 15 días, logra recorrer a fondo distintas terminales, viajar en las líneas urbanas, y toparse de lleno con situaciones, conversaciones e interacciones sobre ruedas, que lo llevarán a poder trazar la radiografía más completa del mundo del colectivo que exista hasta hoy en la ciudad. La sensibilidad es su aliada. El fin último, su horizonte.
Cada viaje es diferente. Nunca se está en el mismo colectivo bajo la misma situación
“El colectivo es un elemento cultural intrínseco de Buenos Aires, que posibilita la conectividad y el trabajo de muchas personas. Cada viaje es diferente. Nunca se está en el mismo colectivo bajo la misma situación”, asegura a LA NACION Gabriel Gutiérrez, un historiador de 33 años seducido por este medio de transporte porteño, casi centenario, al que homenajea con un archivo virtual de más de 1100 fotografías. Todas ellas expresan, a su modo, una idea transversal que sobrevuela al proyecto entero: descubrir lo cotidiano en el saludo entre colectiveros, las paradas, las filas, el tránsito, la lluvia, y hasta en pasajeros apretujados contra las puertas o dormidos en horarios pico.
Cómo empezó
Colectivero, la iniciativa que lo tiene como protagonista, empezó hace unos meses como un mero pasatiempo. En simultáneo, debatía mentalmente cómo podía darle una vuelta de tuerca a su profesión, sin caer en las facetas más tradicionales: la academia o el gobierno.
Fue el interés por mostrar la intimidad del colectivo, el color que le confiere a las calles, y la facilidad que tiene este vehículo para movilizar a millones de personas a diario, lo que terminó por inclinar la balanza. Instagram allanó el camino y viralizó su trabajo.
¿El objetivo? Mostrar el mundo íntimo de los colectivo de la ciudad
“Primero fue un hobby, hasta que entendí que había un proyecto y me aventuré a explorar, como un observador silencioso, la vida de los pasajeros, a hablar esporádicamente con los colectiveros, y documentar fotográficamente el colectivo en su medio ambiente urbano. Ahora, avanzo con la investigación propiamente dicha”, señala en una entrevista con este medio, y adelanta que una buena parte de ese material estará destinado a celebrar, en 2018, los 90 años de este medio de transporte en Buenos Aires.
Cámara en mano y registro íntimo
Para aprovechar el potencial de Instagram como red social y transformar a Colectivero, eventualmente, también en una red educativa (en la que se construye el saber y el conocimiento), Gabriel organiza dos visitas por mes a las terminales y toma cientos de imágenes relacionadas con el tema para después compartirlas: “Sea en primer plano o de fondo, me interesa mostrar la vida dentro del colectivo como aquello que surge en torno a él, en la calle y en las grandes avenidas, como parte de un escenario”.
Del otro lado de la pantalla, lo espera una comunidad todavía pequeña pero aficionada al transporte, en la que suelen colarse los mismos colectiveros, en ejercicio y retirados. No faltan seguidores de otros países, que se ven deslumbrados por los filetes que transportan estos vehículos de gran porte de un punto a otro de la ciudad, como exponentes de un arte urbano singular y único en el mundo.
“Lo más bonito y gratificante ha sido conocer a personas que encuentran a algún familiar en las fotos. Me pasó con Flavia, que vio a su esposo, Miguel, de la línea 110. También conocí a Silvio, de la 39, que comentó la foto de un colectivero de la 12. Más tarde, me enteré que se trataba de Oscar, su papá”, describe al hurgar entre recuerdos.
La venia de los choferes
Carlos Alberto Distéfano (78 años, 37 en la línea 25); Eduardo Beleizán (chofer de la línea 29, amante del café e hincha de Boca); Mauricio Saucedo (10 años a bordo, con algo estrés pero feliz por la experiencia); y Osvaldo (encargado del interno 1114 de la línea 110, y su hijo, José María, colectivero de la 126, ambos apasionados de su oficio) se convierten en personajes de las escenas que recolecta y presenta Gabriel en la cuenta de @colectivero.
“Algunos se extrañan de que haya alguien a quien le interese su oficio, pero la mayoría me trata increíblemente y se acerca a preguntarme. Me piden que les saque fotos o se quedan conversando conmigo. Ellos tienen muchísimas historias que contar. Han vivido la ciudad de otra manera, los cambios en la calle, la actitud de la gente. Siempre encuentro interesante la forma en que trabajaban antes, con el monedero, los boletos y los pasajeros. «¡Eso era un arte!», o «un gimnasio con trabajo incluido», como llegó a decirme Ricardo, un chofer de la 128”, comenta.
Próximos pasos de la iniciativa
Tímidamente, la cuenta crece entre seguidores y aficionados, porteños y extranjeros; y la par aumenta el volumen de imágenes necesarias para concretar los próximos pasos que transitará la iniciativa: una exposición sobre el colectivo como expresión de arte urbano y, en el mediano plazo, un libro acerca del oficio de "andar, cuasi pilotos de carreras, en estado de alerta y atención constantes” que los caracteriza.