Ciudad: cómo es el plan para instalar una playa pública donde hoy funciona un muelle de pescadores
La obra, según las previsiones, comenzará en noviembre y culminará en agosto de 2023
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El Abanico, como se conoce al muelle que está emplazado sobre el Río de la Plata frente a Tierra Santa, desborda de pescadores que aprovechan la mañana cálida para probar suerte. Algunos intentan con más de una caña, otros solo caminan por el sendero y van charlando, mientras ojean los baldes y ven la pesca del día. Quizá no saben que asisten a las últimas funciones de esa estructura que flota sobre el agua y cambiará su funcionalidad, aunque será parte de uno de los proyectos del plan de recuperación costera que busca seguir integrando al río con el resto de la ciudad.
En una superficie de tres hectáreas, se instalará allí la playa permanente de la Capital con un nuevo relleno sobre el río en una obra que, según las previsiones, comenzará en noviembre y culminará en agosto de 2023. El plan oficial es que los primeros usos sean deportivos y recreativos, relacionados con las actividades que se pueden hacer sobre la arena, porque por el momento el agua no es apta para bañarse. Pero la ambición a futuro es que se convierta en un balneario porteño.
La iniciativa es ambiciosa y demandará una gran obra de ingeniería, como todo proyecto que exige avanzar sobre el río. La ampliación de las instalaciones del aeroparque metropolitano incluyó un estacionamiento subterráneo para más de 600 plazas, con un relleno en el que se utilizaron los escombros del Elefante Blanco, el emblemático edificio que fue demolido en Ciudad Oculta para darle paso al Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño. En la misma zona se instaló el monumento a Cristóbal Colón, que fue trasladado desde los jardines de la Casa Rosada.
La playa se encontrará en la península del Parque Vega y se unirá a ese conjunto y a otras modificaciones sobre la sirga del Río de la Plata, con el objetivo de que la ciudad vuelva a mirar hacia la costa. El relleno se realizará con los restos de las obras de la ciudad, principalmente con la tierra que expulsen las tuneladoras y los residuos áridos privados.
El nuevo espacio tendrá una defensa costera de hormigón escalonada de 860 metros de extensión hacia el agua y el muelle cumplirá una función de anfiteatro desde donde saldrán senderos. La playa comenzará al mismo nivel que la costanera y bajará en forma gradual.
Según explican desde la Secretaría de Desarrollo Urbano, encargada del proyecto, habrá que ganar muchos metros de altura al río, desde la superficie hasta el nivel del agua y en la profundidad del lecho. Para la disposición final de los desechos áridos, se hará un estudio preliminar para determinar si son aptos para rellenar el río; si no lo son, se realiza un tratamiento especial.
BA Playa, como se denomina al proyecto que integra el megaplan de recuperación costera, fue pensada para una capacidad de 6000 personas, juegos de agua y espacios de recreación. Sumará más espacios de uso y permanencia, además de permitir una aproximación gradual al agua. Por encima de la defensa, se generará un paseo peatonal para caminar o andar en bicicleta.
“El río te pone los propios límites, pero desde la mirada urbanística siempre es una ventaja ganarle terreno. Soy de los que piensa que debemos asumir el crecimiento sobre el río como un activo para resolver la ciudad existente. Es bueno que se pueda crecer en el territorio para no hacerlo solo hacia arriba. El desafío es hacer ciudad y la pregunta es cuándo resignás que ese borde sea solo borde y no ciudad”, analizó el secretario de Desarrollo Urbano, Álvaro García Resta.
Técnica conocida
Los rellenos en el Río de la Plata comenzaron a volcarse a principios del siglo XX y desde ese entonces hasta hoy se estima que la Capital avanzó más de 3000 hectáreas sobre el agua. Los escombros de distintas obras sirvieron para ganar superficie; por ejemplo, los de la construcción de la avenida 9 de Julio, en 1937, que se usaron como relleno en la Costanera Norte.
El aeroparque metropolitano Jorge Newbery, inaugurado en 1947, también se instaló sobre escombros de distintas obras y de las cenizas que producían los hornos incineradores de basura de Chacarita, Nueva Pompeya y Flores, aunque también se utilizaron los restos provenientes de los túneles para el subte y diferentes ensanches de calles y avenidas. También con los restos áridos de la construcción de las autopistas 25 de Mayo y Perito Moreno, inauguradas en 1980, se generó la Reserva Ecológica Costanera Sur, donde fueron vertidos.
“Los rellenos no son novedosos, hace más de un siglo que se usa este modelo con la ciudad avanzando sobre el río que, más que río, es un estuario, un depositario de sedimentos. Es como un pantano de enorme generosidad porque tomamos agua y nos da muchas otras ventajas”, opinó Guillermo Tella, arquitecto y doctor en urbanismo.
“Tuvimos épocas en las que el avance sobre el agua era de infraestructura concesionada que impedía balconear hacía el río y tener contacto directo. Este tipo de infraestructura amarilla, como la de la playa, que permitirá el diálogo entre la ciudad y la ribera, es saludable y fomenta espacios públicos para la inclusión”, agregó Tella.
Para el arquitecto Roberto Converti, decano de la Facultad de Arquitectura y Diseño en la UADE, este tipo de proyectos provocan un impacto positivo en la ciudad porque la gente demanda una convivencia con la costa de Buenos Aires. “La ciudad es una metrópolis en transformación permanente y con necesidad de cierta actualidad. Las ciudades costeras son virtuosas no solo para mirar el río, sino para generar actividades y movimiento urbano, para eso tienen que estar los escenarios preparados”, explicó.
Con este concepto coincide la arquitecta Celeste McGarry, codirectora del Proyecto de Investigación Vida Urbana de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA. “El reclamo para recuperar la balneabilidad, o la factibilidad de estar en contacto directo con el agua sin afectar la salud, sigue vigente en una sociedad que se desarrolló sobre una costa activa”, contó la arquitecta.
“Con las infraestructuras y los equipamientos la ciudad mantuvo su vínculo territorial con el río. Lo que se perdió, y necesitamos recuperar, es la relación directa de las personas con su costa, y estos proyectos son los que ponen en valor a las personas por sobre todas las cosas, generando espacios públicos verdes que inviten a pasar el tiempo al aire libre y disfrutar de la ribera”, agregó.