Chau milanesas, hola arepas: la tradición venezolana que seduce a los porteños
Tres oficinistas del microcentro se arremangan para atacar con dos manos una arepa imposible de comer con elegancia. Pronto se rinden a los cubiertos. Es cerca del mediodía y en el pequeño restaurante de un subsuelo de la calle Florida hacen malabares para sentar a otros nueve que acaban de llegar a almorzar. Están en la Galería Jardín, un lugar conocido por sus locales de informática. Y desde hace unos años también, por Guaica Bar, diminuto local que ofrece comida venezolana. Es un secreto para entendidos. Estos porteños hoy no almuerzan panchos, empanadas ni milanesas. Como tantos otros, ya incorporaron a su dieta la harina pan.
Como insumo principal de las arepas -ese pan que los venezolanos comen en todas las comidas-, esta polenta caribeña es la base de su dieta. Se trata de harina de maíz blanco precocida. Signo de la masiva inmigración de venezolanos a la Argentina (en 2018 fueron la primera fuerza migratoria del país), la harina pan comenzó a poblar dietéticas y, cuando ya estuvo en todas, pasó a otros rubros. Hoy los paquetes se ofrecen en verdulerías, fiambrerías y quioscos por igual.
Cuentan que la primera vez que apareció un lote en Carrefour, la alerta fue furor en los chats de venezolanos. Hace dos meses que se puede conseguir en todos los canales de venta de esa empresa: en los híper, los market o por compra online. Desde la firma explican que incluyeron el producto porque comenzaron a notar una tendencia de consumo de algo que era demandado por los clientes.
Y es, hasta hace unos años, para conseguir este producto había que dar con una dietética específica o peregrinar hasta el Barrio Chino, el lugar donde se consigue casi cualquier sustancia alimenticia en esta ciudad. Dicen que si algo no se encuentra ahí, no se consigue en Buenos Aires.
"Antes era oro blanco, cuidábamos la harina como un bien muy preciado. Eran años en que realmente tener harina se sentía un lujo", explica Vicenzo Pensa Terán, presidente de Asoven, la mayor asociación de venezolanos en el país. Él llegó a Buenos Aires en 2003. Por entonces, le rogaba a quien viniera de Venezuela o Colombia que le trajera uno o dos paquetes de harina. "Hacíamos las arepas pequeñas, no tan grandes, porque no sabíamos quién podía aparecer nuevamente. ¿E invitar a comerlas? Seguramente a alguien a quien queríamos mucho o por una celebración muy especial", relata.
También estaba la opción de comprar el maíz y molerlo, aunque no quedan exactamente con la misma textura. Poco a poco, Vicenzo empezó a ver que la harina pan aparecía en algunos locales, que abrían areperas, los colombianos la importaban o algún venezolano experimentaba mezclando harinas. "Hoy, paradójicamente, hay más harina pan en las alacenas de los venezolanos en Buenos Aires que en las de las familias de Venezuela", se lamenta.
Las arepas se comen solas o rellenas, dulces o saladas. Lo que sí, a todas horas. "La comemos para desayunar, almorzar, merendar y cenar: todo el día", detalla Javier Cárdenas, un joven youtuber oriundo de Barquisimeto, una ciudad al noroeste de Venezuela. Apenas llegó a Buenos Aires, hace cuatro años, se dedicó a grabar videos contestando la mayoría de las dudas que tienen sus compatriotas que migran a la Argentina.
Uno de los primeros fue dónde conseguir harina pan. En ese video peregrina sin éxito: llega a un supermercado donde supuestamente la vendían y se entristece al comprobar que se había agotado de un día para el otro. "Hace unos años era imposible adquirir el producto en Buenos Aires. Hoy en día, se la consigue en cualquier lado", dice.
Precios
En Venezuela, la harina pan se consume tanto que está enriquecida por ley de la misma forma que lo está en la Argentina la de trigo, a la que se le agregan nutrientes necesarios para la población (en nuestro país viene adicionada con hierro y ácido fólico, entre otros componentes, para prevenir las anemias y las malformaciones en embarazos). Un venezolano que cocina habitualmente consume un kilo de harina pan por semana, que rinde para 20 arepas. Por fuera de ellas, hay un montón de otras comidas que incluyen el ingrediente.
En rigor, la harina pan llegó primero a Buenos Aires de la mano de los colombianos, pero el público venezolano la masificó. También es un producto que eligen mucho los celíacos y el creciente nicho de veganos y vegetarianos. El kilo sale entre $150 y $200, según el barrio, mientras que la mayor oferta está en el centro, el Obelisco y sus alrededores. Hay unas cinco marcas que se pueden conseguir; la más conocida es la P.A.N. (de paquetes amarillos y que se importa de Estados Unidos). También se comercializan la harina Bellini y la Doñarepa, provenientes de Colombia, y la harina Juana, de origen italiano. De producción local, la harina Manuelita es un emprendimiento argentino-colombiano.
"A pesar de que la Argentina es un gran productor de maíz, el país no tiene ni el mercado ni la gran fabricación de esta harina precocida", explica Javier León, el cocinero detrás de Guaica. Cuenta que cuando abrió el local de Galería Jardín, hace más de cinco años, la gente miraba el menú, no entendía la comida y seguía de largo. "Era impensado que un argentino comiera una arepa con porotos negros o sopa al mediodía. Hoy casi todo mi público es de porteños", grafica.
Antes de Guaica, Javier tuvo un restaurante a puertas cerradas en Palermo. Cuenta que por esa zona, hace diez años, eran poco más de 1000 venezolanos y casi que se conocían entre todos. Con las masivas radicaciones de los últimos años, comenzó a aparecer la harina pan por todas partes.
Wilmer Merón atiende el quiosco Fullday, situado sobre la avenida Pedro Goyena, en el barrio de Caballito. Como en muchos otros, ahí se venden alfajores y superpanchos. Pero asimismo ron cacique, golosinas venezolanas y harina P.A.N. Este último producto también está a la venta en la fiambrería de al lado.
"Los panas andan olfateando por dónde la encuentran", cuenta. Y ya no solo ellos. "El otro día le expliqué a una señora de aquí cómo cocinarla. Muchos porteños la van conociendo: hoy es difícil conseguir un argentino que no tenga un amigo venezolano", concluye.