Casi 90 días aislados en el Teatro San Martín
Los asambleístas dieron detalles de su estancia en el lugar usurpado
Los asambleístas de la Sala Alberdi dieron ayer detalles de la salida de los últimos cuatro ocupantes de la sala , ocurrido en horas de la madrugada. En un contacto con la prensa en el hotel Bauen desmintieron las versiones sobre destrucción o robo de elementos de la sala, enunciadas por el ministro de Cultura, Hernán Lombardi, y deslindaron responsabilidades.
Entre la veintena de jóvenes presentes se mezclaban, manteniendo el anonimato , los cuatro que resistieron hasta el final. Tres hombres y una mujer, de entre 22 y 27 años: según se supo después, dos actores de teatro, un artesano y un músico identificados por una compañera como "Marco, Belén, El Duende y Fer".
Una asambleísta que se presentó como Soledad, y que los representó anteayer en la plaza seca del Centro Cultural San Martín en las negociaciones con el ministro Lombardi y su par de Justicia y Seguridad, Guillermo Montenegro, explicó: "Lo primordial era preservar su integridad física y nos pareció que era el momento de que salieran. La ausencia de la fiscal Claudia Barcia en el lugar y la intransigencia de los ministros para ceder en la orden de identificación ordenada por ella". Eso hizo que finalmente dieran sus nombres una vez que Montenegro les garantizó que no iban a ser detenidos.
Vivir dentro de la Alberdi
"Tratábamos de sortear las condiciones de aislamiento, sin baño ni agua corriente. Teníamos en la puerta personal de seguridad privada no identificado, con "fierros", así que debíamos mantener guardias nocturnas para asegurarnos de que no entraran. Mientras, los chicos que nos acompañaban desde abajo, por medio de una polea, nos subían agua y comida y toallitas húmedas para higienizarnos", comentó Laura, que estuvo allí entre el 4 y el 31 de enero.
Recordaron que al principio de la toma de enero eran alrededor de 15, entre empleados de la sala y artistas solidarizados con ellos.
Respecto de las acusaciones sobre la destrucción de la sala, aclararon que lo único que movían cada tanto eran las butacas, que colocaban contra la puerta para impedir el ingreso de los policías. "Al contrario de lo que se escuchó sobre robos por parte nuestra, nosotros bajamos al acampe con dos parlantes, algunos micrófonos, dos tachos de luz y un generador que habíamos comprado con nuestros ahorros, y todo quedó confiscado después de la represión del 12 de marzo", aseguraron. "Leímos que se nos acusó del robo de una hidrolavadora; nunca la tuvimos", agregaron.
También denunciaron que los efectivos de la Policía Metropolitana llegaron a cortarles la soga con la cual les acercaban los víveres, que cada tanto los asustaban con gritos o los hostigaban psicológicamente diciéndoles que pronto iban a ir presos o, a modo de burla, les preguntaban cuánto tiempo iban a soportar la ocupación de la sala.
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