Caminatas sensoriales: descubrir la ciudad con el olfato, el oído y el tacto
Grupos de vecinos y turistas recorren con un guía distintos barrios y los abordan desde sus olores, sus sonidos y hasta palpan fachadas de edificios; la iniciativa se basa en una idea de una urbanista canadiense
Último domingo del mes pasado, a las 15. Unas treinta personas se reúnen en la triple frontera entre San Telmo, La Boca y Barracas, con el objetivo de emprender una caminata por el último de estos tres barrios. Después de una breve charla, la primera consigna es recorrer la calle Defensa, desde Caseros hasta la esquina de Martín García, mirando hacia abajo, para concentrar la atención en los sonidos.
"¿Qué escucharon?", pregunta Carolina Huffmann, una arquitecta de 30 años a cargo de la iniciativa, al llegar al punto convenido. "¡Bondis!", "autos", "¡hamacas!", "perros y risas de chicos", son algunas de las respuestas. "Estos ruidos que hablan de una vida muy pública y de un parque con vida", comenta Carolina, mientras observa el canil, el sector de juegos y la feria del parque Lezama.
El objetivo de esta "caminata sensorial", inspirada en las ideas de la urbanista canadiense Jane Jacobs y que se replica en varias zonas de la ciudad, es "recorrer un barrio, su patrimonio edilicio y urbano y concientizar sobre nuestra presencia en la ciudad, no sólo como peatones u observadores sino como actores urbanos activos: explorarla a través de los sentidos y bajo el principio de mindfulness o conciencia plena del presente", explica Carolina.
La recorrida continúa por la avenida Martín García hasta llegar a Bolívar. Allí la propuesta es "reconocer las transformaciones del barrio a través de los edificios y sus cambios de uso", según cuenta Carolina, y justo enfrente hay dos casos emblemáticos: el edificio Juan B. Justo, una vivienda colectiva construida a principios del siglo XX para la cooperativa El Hogar Obrero, de valor patrimonial, y el antiguo depósito de la compañía yerbatera Cruz de Malta, hoy convertido en sede de un banco. Minutos atrás, frente al parque Lezama, el mismo cambio se había observado en el edificio Canale: una antigua fábrica de galletitas mutó en una sede de oficinas del gobierno porteño.
Para llegar al próximo punto, Carolina propone avanzar por la avenida Martín García tocando las paredes. En hilera, los participantes de la caminata van sintiendo el mármol de las fachadas de los edificios, los huecos de los ingresos, la reja metálica de algún comercio. Entre los caminantes hay dos amigos venezolanos residentes en Buenos Aires. "Me gusta mucho caminar y este contacto con lo urbano porque me genera una relación romántica con la ciudad. Hay que sentir y observar mucho", dice Diana Martínez, de 30 años y estudiante de escenografía. La acompaña Lenin Olivera, de 42 años, que, como ella, lleva su cámara de fotos. "Estas experiencias me unen más con la ciudad", comenta Lenin.
Después de pasar frente al edificio de la antigua editorial Kraft, en Martín García y Jovellanos, la caminata gira por Isabel la Católica y comienza a sentirse el paso de la avenida a una calle interna; empiezan a aparecer las construcciones más bajas y hay menos ruidos. "Pensemos cómo nos movemos", indica Carolina. Los participantes hacen fotos o conversan, como Pablo y Alberto, dos españoles de 22 y 23 años que viven en Buenos Aires y llegaron a la caminata por recomendación en Facebook ("Caminatas por la Ciudad") de una amiga. O como Patricia García Lepre, una profesora de educación física jubilada, que comenta: "Me encanta recorrer Buenos Aires, pero cuando vivís y trabajás acá nunca lo hacés. Uno no es turista en su propia ciudad".
En la plaza frente a la iglesia Santa Felicitas, Zaida Muxi, profesora de Carolina y participante del grupo, asegura que las caminatas en homenaje a Jane Jacobs se realizan anualmente a nivel mundial (ver aparte), y recuerda una que ella misma organizó junto a un colectivo feminista en Barcelona: "Fue en el barrio La Mina, un lugar muy estigmatizado. Una asociación de vecinos nos hizo una recorrida y así hubo gente que pudo conocerlo por primera vez", cuenta.
Antes de continuar hacia el Pasaje Lanín, el grupo se detiene en la esquina de Herrera y Brandsen. Observan el contraste panorámico entre la autopista y la fachada de la antigua fábrica de chocolates Águila, donde hoy funciona un hipermercado. En el Pasaje, muchos de los participantes aprovechan a hacer fotos de las fachadas con cerámicas.
Una de ellas es Viviana Feliciotti, una profesora de inglés que vive en Coghlan, y junto con amigos suele organizar distintas recorridas por la ciudad los fines de semana. "Barracas, en general, no me entusiasma como para venir y no sé si es inseguro, así que cuando vi esta actividad en Facebook me sumé. La idea de recorrer con el tacto y los olores es divertida", dice.
El recorrido termina cerca de allí, sobre la avenida Suárez, en La Flor de Barracas. Es uno de los cafés notables de la ciudad, donde su dueño, Carlos Cantini, cuenta la historia de esta esquina en la que desde hace más de 100 años funciona un bar.
"Este lugar tiene un pasado cuchillero, aquí era arrabal puro", comenta. Mientras toma su café, Gustavo Bonfante, uno de los participantes que trabajó en Barracas cuando todavía funcionaban las fábricas de Canale, Bagley y Águila, recuerda: "En esta zona había olor a galletita y a chocolate, pero ahora todo eso se perdió".
Puerto Madero y Retiro, otros barrios visitados
Las "Caminatas por la ciudad" empezaron en 2012 y desde entonces recorrieron diferentes rincones y barrios porteños. Una de las salidas abarcó el microcentro, Puerto Madero y Retiro. "Al llegar al punto en que las avenidas Huergo y Madero se separan, hay una barrera urbana que existe entre el microcentro y Puerto Madero, con pocas instancias de cruce que nos hace plantear por qué es así", recuerda Carolina Huffmann, la organizadora de las caminatas. En Retiro, pegaron post-its con mensajes en las paradas de colectivos: "Sonreí", "Mirá el cielo", o "¿Qué tenés que hacer hoy?", con la "idea de romper con lo cotidiano".
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