Buenos Aires desde el cielo: los mejores miradores para disfrutar las vistas porteñas
El Palacio Barolo, la Galería Güemes, el Centro Cultural Kirchner y la Torre de Interama: cuatro opciones para apreciarla arquitectura de la ciudad desde la perspectiva que da la altura; las historias detrás de las construcciones
El faro del Palacio Barolo, que hace 91 años con su faro anunció el desenlace de la pelea entre Luis Firpo y Jack Dempsey, hoy permite apreciar vistas únicas de la ciudad. Los miradores habilitados al público escasean y se ubican en su mayoría en el microcentro, pero la posibilidad de unir con una sola mirada el Norte y el Sur, apreciar la diversidad arquitectónica porteña y conocer por dentro edificios emblemáticos merece ser experimentada.
A nivel oficial, la Subsecretaría de Patrimonio Cultural de la Ciudad organiza visitas a miradores que se abren especialmente, como el del Hotel Panamericano, o el de la Basílica de Santa Rosa de Lima, en el barrio de Balvanera. Al mes se programan entre uno y dos recorridos gratuitos a cada lugar en grupos reducidos. La demanda es alta. Por fuera de este circuito, los miradores del Palacio Barolo, la Galería Güemes, el Centro Cultural Kirchner y la Torre Espacial del Parque de la Ciudad son los de más fácil acceso.
El faro de la ciudad
Llegar a la cima del Palacio Barolo sobre la Avenida de Mayo requiere algo de esfuerzo físico, pero la recompensa es grande. A 100 metros de altura, la vista a 360 grados revela una perfecta imagen panorámica del Congreso de la Nación. En el Paraíso, como se conoce a esta parte del edificio inspirado en la Divina comedia, de Dante Alighieri, el Obelisco, con apenas 72 metros, pasa inadvertido entre los rascacielos del microcentro.
En medio de las torres más modernas, asoma el chalet construido por el comerciante Rafael Díaz en la década del 20 en la cima de un edificio de la calle Sarmiento. En la actualidad, la cúpula del Barolo ofrece una de las mejores vistas desde donde apreciar esta curiosidad porteña. Un poco más atrás, en dirección este, los días más despejados revelan la costa de Colonia.
Con apenas moverse unos metros en sentido sur, el paisaje cambia: se abren paso los barrios porteños donde abundan los edificios de viviendas y las casas bajas. Detrás de la imagen de Evita emitiendo un discurso sobre la fachada del Ministerio de Desarrollo Social sobresale, a lo lejos, la Torre Espacial del Parque de la Ciudad.
Tomás y Miqueas Thärigen son los encargados de guiar a los grupos de visitantes por todo el edificio, llevarlos del Infierno al Paraíso, pasando por el Purgatorio, como se conocen a las tres partes en las que se divide. En 2004 organizaron los primeros recorridos y consiguieron que se habilitara el faro para el público. Las visitas, que incluyen las alegorías al clásico de Dante y las historias de masones en plena belle époque, se realizan todos los días en diferentes horarios; las entradas se pueden adquirir sin reserva en el lugar. Recomiendan ascender de noche, donde los visitantes son invitados a encender el faro y las luces de Buenos Aires cambian por completo el panorama.
El microcentro en 360º
La Galería Güemes, ubicada sobre la calle Florida 165, abrió su mirador en octubre de 2013. Hay que encontrar el ascensor que lleva al piso 14, previa consulta a un quiosquero del lugar, pagar la entrada y luego subir un piso más. Las visitas se llevan a cabo cada veinte minutos durante todo el día.
A 87 metros de altura, la vorágine de la peatonal más transitada no se percibe y el ruido se apaga. En cambio, salen a la luz la concentración de cúpulas y agujas que rodean la Plaza de Mayo y se extienden hacia el lado de San Telmo. La vista de 360° desde aquí es la más amplia que el público general puede conseguir. Si el día es lluvioso o sopla mucho viento, se recomienda no ascender por precaución.
José custodia el pequeño cilindro habilitado y oficia de eventual orientador al visitante. Distingue a la perfección cada edificio, los más populares y los más escondidos. Conoce el nombre de todos, recita casi de memoria las indicaciones visuales para ubicarlos y narra las historias que lo rodean.
Si a primera vista aparecen nítidamente el Otto Wulff, la cúpula de la Catedral Metropolitana, el Kavanagh y la torre de la Legislatura porteña con su reloj, José ayuda a encontrar un poco más lejos las plateas de la cancha de Boca, la luminaria del estadio de Racing, el Alto Palermo y hasta el hospital nunca terminado en Ciudad Oculta conocido como Elefante Blanco.
Desde aquí, el río y la costa uruguaya parecen mucho más cercanos. En la inmensidad del paisaje, pasa inadvertida la punta del Obelisco que apenas asoma detrás de un edificio. Por suerte está José para indicarnos.
Mirando a Puerto Madero
Con la reciente inauguración del Centro Cultural Kirchner, en la intersección de Leandro N. Alem y Sarmiento, se sumó una nueva opción para mirar Buenos Aires desde lo alto. En el piso nueve del ex Palacio de Correo y Telecomunicaciones, a 63 metros de altura, se habilitaron dos terrazas donde las torres de Puerto Madero se imponen en un horizonte cercano.
Las modernas construcciones que rodean los diques contrastan con la edificación de principios del siglo XX de la Casa Rosada que quedan en el mismo plano, apenas separados visualmente por la plaza donde solía estar el Monumento a Cristóbal Colón y el helipuerto presidencial. En una sola línea se une la zona portuaria de La Boca y Dock Sud, el barrio más reciente de la ciudad y de mayor nivel económico y el casco histórico. Para el lado oeste, la visión disminuye por la presencia de las grandes torres sede de bancos que le dan la espalda a la ciudad.
Pese a que los trabajos de restauración y construcción del Centro Cultural Kirchner aún están en proceso -el ministro Julio De Vido aseguró a la prensa tras la apertura que sólo resta 7%-, los miradores fueron habilitados y se espera que en una segunda etapa se abran restaurantes en los pisos inferiores que conecten con las terrazas. En la actualidad, es el único punto desde donde ver Buenos Aires en la altura sin pagar entrada, aunque los horarios son reducidos y la poca altura del edificio disminuye la experiencia.