Buenos Aires bajo tierra: cómo se limpian los aliviadores de un arroyo subterráneo
La Ciudad tiene más de 800 kilómetros de conductos y 30.000 sumideros que reciben mantenimiento periódico y una limpieza profunda anual; en el más extenso se prevé retirar 1500 toneladas de basura
Hay que dar pasos cortos y firmes, avanzar con paciencia y sin desviarse del sendero que se abre entre botellas de plástico y sedimento gelatinoso. Es difícil caminar por allí. Las botas se sienten pesadas en una masa de líquido viscoso mezclado con basura y barro, que convierte al piso en un terreno resbaloso. Moverse lento también ayuda a regular el oxígeno a 30 metros de profundidad, en ese hoyo de hormigón que habitualmente se encuentra cubierto de agua. Pero hoy las compuertas que dan al arroyo entubado están cerradas porque es el día de la limpieza anual del aliviador corto, uno de los dos conductos que acompañan el recorrido del Maldonado hasta su desembocadura en el Río de la Plata.
La luz natural, que llega desde la superficie, se va apagando al avanzar por el túnel de cinco kilómetros de extensión, entre Niceto Vega y Juan B. Justo y Punta Carrasco. A medida que la oscuridad gana terreno se siente el aire más pesado y putrefacto. La salida no se ve. Sólo se percibe un vacío negro. Eso no es un problema para los operarios de la cuadrilla que recoge toda la basura y procura dejar el espacio lo más despejado posible para que el caudal del arroyo circule con fluidez.
Cuando finalice la limpieza profunda del aliviador corto del arroyo, que el jueves pasado inició la División General del Sistema Pluvial de la Ciudad, se habrá retirado la mayor cantidad de basura que cae a él proveniente de los sumideros y cualquier otra boca de entrada, además de la que ingresa desde la provincia ya que el Maldonado nace en el partido de La Matanza. El año pasado se retiraron 1150 toneladas de residuos, el equivalente a 142 volquetes. Se prevé que este año la cifra sea similar.
Además de la intervención anual, que también se aplica en el otro aliviador, de diez kilómetros de extensión entre Galicia y Juan B. Justo y el Río de la Plata, se efectúan otras limpiezas superficiales en forma periódica. Los aliviadores corren a ambos lados del Maldonado, pero a mayor profundidad. En sus extremos tienen dos enormes hoyos de hormigón, de 37 metros de diámetro, que se completan de agua por un sistema de compuertas. Los túneles llegan hasta la desembocadura en Costa Salguero y son vitales para darle mayor capacidad de caudal al arroyo.
Qué se encuentra
La cuenca del Maldonado es la más extensa bajo suelo porteño, pero no es la única. Toda la basura recolectada en las estaciones de bombeo y el aliviador es la que se arroja en la vía pública; si no se realizaran estos trabajos, los residuos se convertirían en nuevos contaminantes del medio ambiente, principalmente, del Río de la Plata.
“Esta es una de las tantas tareas de mantenimiento que se hacen en todo el sistema pluvial de la ciudad, que tiene 800 kilómetros de conductos y 30.000 sumideros”, resume el director general de Pluviales del Ministerio de Ambiente y Espacio Público, Lucas Llauradó. “Lo más común son las botellas de plástico que, junto al sedimento, frenan el escurrimiento del agua. Pero encontramos de todo: aerosoles, zapatillas, documentos, patentes de autos, pelotas, ropa, partes de sillones, carritos de bebe, billeteras, partes de vehículos, cualquier cosa. Hasta un árbol que tuvimos que cortar con una motosierra”, recuerda.
La limpieza anual de cada aliviador demanda diez días y la participación de 100 personas. El proceso comienza cuando se cierran las compuertas en ambos extremos del túnel para vaciarlo con tres potentes bombas que se encuentran en la estación de bombeo de Punta Carrasco; allí también hay un hoyo de hormigón, similar al del Palermo. La limpieza se realiza en forma manual, retirando la basura en bolsas que se suben con la ayuda de elevadores y grúas, y también máquinas retroexcavadoras que retiran los sedimentos y residuos en pequeños volquetes. Una vez completos llegan a la la superficie por un sistema de poleas.
“En 60 horas se vacía todo el túnel corto con el uso de tres bombas de 250 Kw de potencia”, cuenta el ingeniero Adrián Vassolo, encargo de la estación de bombeo. Cada una de esas bombas es capaz de arrojar un caudal de 3.500.000 m3 por hora, el equivalente a 933 piletas olímpicas (una sola pileta podría llenarse en sólo cuatro segundos utilizando una de esas bombas).
La historia del conducto
La del Maldonado es una de las cuenca que existe bajo suelo porteño, pero si cuenta con los únicos aliviadores activos (en el arroyo Vega comenzaron a construirse conductos similares). El entubamiento del Maldonado comenzó en 1929 debido a los problemas higiénicos y las inundaciones que ocasionaba en toda su extensión. El emisario principal es un ducto de hormigón armado, de 16 metros de ancho promedio y tres y medio de de alto que fue culminado diez años después.
Las reformas más significativas llegaron después de 2005 cuando se definió el Programa de Gestión de Riesgo Hídrico. El proyecto incluía obras de readecuación de la red de desagües y otras medidas complementarias como una red de monitoreo, planes de contingencia, modificaciones al código de edificación y la construcción de los túneles aliviadores.
Esa obra se inició en 2008 con la realización del pozo en Punta Carrasco donde desembocarían ambos conductos. Dos años después finalizó la excavación del túnel corto que se inauguró el 30 de junio de 2011. Más tarde, en agosto de 2012, se inauguró el más extenso.
Buena parte de los residuos que se extraen de la cuenca son reutilizables, principalmente las botellas que una vez en la superficie se compactan y se entregan a diferentes cooperativas de reciclado. Un dato importante que se observa año tras año: se ven cada vez menos bolsas. “Las bolsas son como veneno para la red porque van formando capas de sedimentación que restan capacidad de drenaje a los conductos”, explica Llauradó. Quizás el próximo paso sería lograr que haya menos botellas y el siguiente, menos basura en general.
Edición fotográfica: Adan Jones