Bicicletas y consorcios, una relación cada vez más conflictiva en los edificios
El uso de los espacios comunes para dejar los rodados genera roces entre vecinos; los reglamentos internos no lo regulan
Reunión de consorcio en un edificio de Barrio Norte. Los propietarios se acercan a dirimir cuestiones administrativas. "Ya no se pueden dejar las bicicletas en ese espacio común. Que cada uno la tenga en su departamento", dice alguien, mientras otra persona acota: "Pero que las suban por la escalera, no en el ascensor". El encuentro se vuelve un bullicio de voces. Todos opinan al mismo tiempo. "No, no, por la escalera no, porque quedan las marcas de las ruedas en la pared", se oye al pasar. Una mujer alza el tono y va por más: "Que no entren más bicicletas al edificio y listo".
Discusiones y roces como estos se dan a menudo, cada vez más, entre habitantes de un mismo inmueble. La bicicleta se volvió un rodado más utilizado no solo para pasear o hacer ejercicio, sino como un medio alternativo para movilizarse en la Capital, de manera ágil y económica. Por eso, Juan Carlos Marques no puede creer aquella escena que le tocó vivir en su edificio hace unas semanas: "De repente, alguien plantea que no se puede tener bici. No se puede entender", reflexiona. De un día para otro, estos vehículos se transforman en algo así como vecinos indeseados.
Los conflictos tienen incluso su correlato en las estadísticas oficiales. En lo que va de 2019, de acuerdo con cifras recabadas por el Ministerio de Justicia y Seguridad de la ciudad, se iniciaron 152 mediaciones comunitarias por la utilización de espacios comunes en edificios porteños. El 73% de esas intervenciones fue por problemas con bicicletas y otros rodados, y la gran mayoría de los trámites se resolvió de manera positiva.
En un caso, por ejemplo, la propietaria de una de las tres unidades de un PH solicitó a una de sus vecinas a través de un proceso de mediación que le dijera al novio de su hija que dejara de estacionar la bicicleta en el pasillo, ya que obstaculizaba la entrada y ensuciaba las baldosas. "Las partes acordaron que el dueño del rodado lo ingresaría durante la noche y luego la retiraría a tempranas horas de la mañana tras limpiar el piso", indicaron las fuentes consultadas por LA NACION.
Lo cierto es que no existe ninguna norma que prohíba la entrada de esos vehículos de dos ruedas en los edificios, aclara Néstor Sebastián, de la Asociación de Ciclistas Urbanos. Y explica: "Estas situaciones vienen de hace mucho tiempo, pero ahora se hacen ver por la alta demanda de las bicicletas. Las soluciones vienen de la mano del consenso".
Trastornos
Alejandra, una vecina de Villa Urquiza, apeló al consenso pero terminó con su bicicleta recluida dentro de su departamento. Ya no sale a recorrer las ciclovías porteñas como lo hacía tiempo atrás. Cuando la joven se mudó al edificio donde ahora vive preguntó a sus vecinos si podía dejar el rodado en planta baja, en un palier pequeño que no molestaba el paso. ¿El motivo? La bicicleta tiene muchos años, es pesada y de grandes dimensiones, y ella solía usarla todos los días como medio de transporte; como el inmueble no tiene ascensor, subirla por la escalera era un problema para la salud de su espalda, explicó entonces. "La gente me entendió y siempre me preocupé de que la bici no molestara a nadie", recuerda Alejandra, que pidió reserva de su apellido.
La rutina de la mujer se mantuvo varios años sin ningún problema. Pero un día su bicicleta se volvió un tema de discusión. Algunos vecinos le hicieron saber que el reglamento interno impedía que el rodado quedara estacionado allí y que, además, "afeaba" la entrada al edificio. La joven cuenta: "Volví a explicar que me cuesta subirla y bajarla" y agrega, preocupada: "Yo entiendo cómo son las normas, pero confiaba en el diálogo, en que se podía apelar a la empatía". No funcionó. La joven se vio obligada a dejar de usar la bicicleta para sus quehaceres diarios, dejó de hacer algo que le gusta.
David Loisi, uno de los directivos de la Liga del Consorcista, explica que el Código Civil es genérico: "Uno de los incisos del artículo 2047, sobre propiedad horizontal, dice que está prohibido perturbar la tranquilidad de los otros, que no se puede molestar". Y prosigue, en diálogo con LA NACION: "Lo mejor que puede hacer cada administración es aclarar dónde se pueden dejar las bicicletas y cómo hacer para manipularlas en su propio reglamento interno". El centro de orientación que preside suele recibir comentarios de propietarios que se quejan porque no tienen lugar para dejar sus vehículos en los garajes de sus inmuebles porque hay bicicletas que ocupan esos espacios de manera indebida.
En muchos casos, y aunque exista esa normativa interna que indique los lineamientos sobre esos rodados, los ciclistas siguen apelando al diálogo y entendimiento con sus vecinos. Como María José, que tiene un "acuerdo tácito" –como ella lo denomina– con quienes viven en su mismo piso en un edificio de Villa Crespo. "Aunque el reglamento del consorcio dice que está prohibido dejar las bicicletas en espacios comunes, tanto nosotros como ellos las dejamos a un costado del pasillo de entrada. No interfieren con el paso. Es que hay problemas de espacio para dejarlas en los departamentos", describe.
"Es un tema que llegó para quedarse. La bicicleta se usa cada vez más. Los estacionamientos son cada vez más costosos [el precio de un lugar para una bicicleta en un garaje privado es del 10% de lo que sale para un vehículo por la misma fracción horaria]. Y encima hay edificios viejos que no tienen algún espacio en común o ascensores amplios", describe Daniel Tocco, presidente de la Cámara Argentina de la Propiedad Horizontal. "Hoy no hay nada legal al respecto. Solo las normas para la prevención de incendios indican que se deben dejar los lugares de evacuación, como pasillos, libres para la circulación", concluye.