El predio, entre Ciudad Universitaria y el Parque de la Memoria, estuvo preservado por la Justicia durante décadas por la investigación del atentado
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El homenaje a las víctimas del atentado a la AMIA, sobre los escombros del edificio que fue atacado, comienza a ser una realidad. Cinco años después de la idea en conjunto entre el Gobierno porteño y los familiares de las víctimas la plaza memorial ya comienza a mostrar los primeros avances con las instalaciones de algunas de las estructuras que forman parte del proyecto.
El espacio de recordación se encuentra sobre las ruinas de la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) que fue atacada el 18 de julio de 1994 cuando una explosión causó la muerte de 85 personas y dejó un saldo de 300 heridos. Hace décadas los escombros fueron depositados sobre la costa del Río de la Plata, en un predio ubicado entre Ciudad Universitaria y el Parque de la Memoria preservado en la investigación judicial para proteger la evidencia.
Entre hierros retorcidos y bloques de hormigón que descansan en la costa, comienzan a verse las columnas de que sostendrán una pasarela que balconeará sobre el río. Esta estructura será uno de los hitos del proyecto y se espera culminarla después de febrero según la previsión de la Secretaría de Desarrollo Urbano, que lleva adelante la obra.
Una vez elevadas las columnas se podría comenzar a colocar el sendero por donde podrán circular las personas; ese sector se conectará con un anfiteatro, en el centro del espacio verde, ya construido sobre los escombros de la sede de la AMIA. La colocación de pilotes, el encofrado curvo y el relleno de hormigón son algunas de las etapas ya resueltas.
En 2017 surgió la propuesta por una idea que tomó el Gobierno de la ciudad y trasladó a la AMIA para comenzar a definir los puntos más importantes del homenaje y, sobre todo, qué tipo de uso se le podía dar al lugar donde se depositaron las toneladas de escombros cubiertos provocados por la voladura del edificio de la calle Pasteur. Ese atentado volvió a estremecer a la sociedad argentina que aún no se recuperaba del ataque a la Embajada de Israel, el 17 de marzo de 1992, que causó 29 muertos y al menos 240 heridos.
“El terreno es producto del acrecentamiento de la superficie a partir del depósito de los escombros del atentado que sufrió la AMIA. Al día de hoy el espacio se encuentra delimitado por un cercado perimetral y en aparente estado de abandono”, decía una carta enviada por la Dirección de Espacios Verdes a la Unidad Fiscal AMIA, en abril de 2017, creada para investigar el hecho, que tenía a su cargo la custodia de los restos y que, finalmente, autorizó la utilización del predio.
El pedido del Gobierno explicaba que la intención del proyecto era “mejorar y poner en valor el terreno a fin de preservarlo como un nuevo espacio verde para la ciudad”. El Ministerio Público Fiscal dictaminó que no había restricciones “para disponer del predio adyacente al Parque de la Memoria como de los materiales allí existentes” y la propuesta pudo avanzar.
La Secretaría de Desarrollo Urbano tomó la posta y definió, junto a los directivos de AMIA, qué tipo de homenaje se podía generar en el espacio de 3285 m². Así se estableció la colocación de 85 estacas verticales de acero —la idea inicial de colocar lámparas en los extremos fue descartada— en homenaje a cada una de las víctimas, una placa con los nombres de todos los fallecidos y senderos y miradores que flotarán sobre el terreno y el Río de la Plata. En el proyecto final fue descartado un pilar de metal de 20 metros de altura que iba a funcionar como un reloj solar.
La plaza memorial está rodeada de rejas y cercos, y la idea es quitar algunos de ellos o abrir portones para mejorar la conectividad con la zona cercana. El próximo 18 de julio se cumplirán 29 años del ataque a la sede de la AMIA y se espera contar con el espacio ya listo para que se sume a los homenajes.
Para los referentes de la AMIA, la propuesta era importante porque en su basamento, en sus escombros, se encuentra la memoria de lo ocurrido aquella tarde de 1994, sobre todo, para llegar a aquellas personas que no tienen la memoria vivencial por una cuestión generacional. La intención de generar memoria colectiva y social a partir de testimonios y actos simbólicos para recordar sin tener la necesidad de haber vivido el hecho fue uno de los objetivos de este trabajo.
Según AMIA, sus referentes y familiares de las víctimas, “estos procesos urbanísticos de recordación cambiaron en estas tres décadas y pasaron del monumento fijo, sin interacción con la gente, a los espacios en el territorio”. En esta plaza habrá experiencias que pueden vincularse con esos nuevos procesos: en la entrada habrá una explicación de lo que sucedió, los datos duros con los nombres de las víctimas; se invitará a la gente a que lo tome como un espacio de permanencia, uno de los homenajes más simbólicos que se pueden generar allí.
Cuando la justicia liberó el predio y se terminó de concretar la propuesta el presupuesto se generó a partir del convenio urbanístico Dique 4, en Puerto Madero, que como contraprestación debía destinar los fondos para la creación de la plaza memorial. Para la Secretaría de Desarrollo Urbano será como un museo vivo y no solo un espacio público más.