Anzuelos en la Costanera: pasión por la pesca a metros del aeroparque
Cuando llega el calor, el paseo convoca a cientos de personas que, muchas veces, se instalan allí durante todo el fin de semana
Usa de carnada una masa que prepara siguiendo una receta propia: alfajor de chocolate, galleta de vainilla, azúcar, esencia de vainilla, harina y polenta. Cuando las bogas muerden ese manjar irresistible, el anzuelo oculto allí las saca del agua de un tirón y las lleva directo a la parrilla de Omar Delgado, de 40 años, que las prepara adobadas con cebolla, tomate y morrón, en su casa de Quilmes.
Desde hace ocho años, Omar pesca en la Costanera Norte, a la altura del Aeroparque. Una vez por semana, cuando está de franco en el restaurante donde trabaja, se pasa entre ocho y doce horas probando suerte.
Sólo se lleva las bogas que pesan de tres a cuatro kilos; las más livianas las devuelve al agua. "Las bogas aparecen cuando llega el calor. Hay más pique los días de sol, sin viento y con el río bajo", explicó.
Durante el invierno la Costanera permanece desolada. Pero con la llegada de los primeros calores primaverales son cientos las personas que acuden a tirar la caña en busca de dorados, mojarras, bogas, bagres blancos y amarillos, pejerreyes, surubíes y sábalos. Los fines de semana son los días más concurridos.
Algunos pescadores van sólo por deporte y devuelven al agua las piezas que sacan. Pero otros las consumen. Sin embargo, el Ministerio de Ambiente de la Nación desaconseja la ingesta de estos pescados debido a la presencia de "metales pesados" en sus tejidos.
El color inquietante de las aguas del Río de la Plata desalienta a muchos de consumir. "El agua está muy contaminada. No me comería un pescado de acá", advierte Nicolás Boldobino, de 23 años, que trabaja en seguridad y vive en Pilar. Dice que pesca desde los 12 años todos los fines de semana, cuando está lindo. Pasa la noche del sábado al domingo recostado en una reposera que ubica junto al parapeto. Su cosecha habitual: unos siete pescados cada día.
Según los pescadores, los dorados y las bogas son las piezas más cotizadas: como llegan a partir de la primavera desde otras aguas, su carne no tiene el gusto "empetrolado" de los peces que se pescan todo el año, como los bagres amarillos y blancos y las mojarras.
La presa más cotizada durante el invierno es el pejerrey, coinciden muchos. Las formas de cocción más populares: a la parrilla o frito. "A mí me gusta más como chupín: con caldo, verduras y arroz", dice Carlos Rodríguez, de 45 años, desempleado.
En esta época del año, de lunes a viernes se junta una treintena de pescadores, que se distribuyen a lo largo de los casi tres kilómetros que mide la Costanera a la altura del Aeroparque. Los fines de semana, el paseo se abarrota de pescadores.
Algunos pescadores preservan sus presas en una heladera conservadora. Otros meten los peces en una bolsa tejida y con una soga la sumergen en el agua para mantener a los peces vivos hasta la hora de volver a casa.
Con una mueca de desilusión, Daniel García, de 28 años, comprueba que acaba de capturar un doradillo. "¡Es pura espina!", se lamenta y lo devuelve al agua.