Primero, los escombros y los cuerpos enredados por la explosión. También el humo, el fuego y el heroísmo de aquellos que trepaban por las paredes y los techos destrozados para intentar un rescate. El segundo tiene que ver con el compromiso y la vocación de los médicos del Hospital de Clínicas que recibieron decenas de heridos y se dispusieron a sanar lo que estaba a su alcance, lo vinculado al cuerpo. Por último, la mujer con los ojos vendados, tal vez la mejor metáfora para mostrar el sentimiento de impotencia por los 25 años de impunidad que continúan diluyendo la ilusión de conseguir justicia.
"Por su cercanía con la AMIA, el Hospital de Clínicas fue el lugar que recibió a la mayoría de las personas heridas tras la explosión de la bomba", recordó Ariel Eichbaum, presidente en ejercicio de la institución. "Mientras que sobre la calle Pasteur nos enfrentábamos a la cara más nefasta de lo que el hombre, cegado por el odio irracional, puede llegar a cometer, a pocos metros de la AMIA el personal del hospital demostraba la contraparte de ese horror. En plena emergencia, sus profesionales ponían en práctica la solidaridad, la atención, el cuidado al prójimo, y la defensa del valor de la vida", agregó.
A las 15 30 de ayer, cuando faltaban algunas horas para que se cumplan 25 años del atentado a la AMIA, expusieron tres murales inmensos en las paredes externas del Hospital de Clínicas, sobre la calle Uriburu. Esta muestra de recordación fue posible gracias a un acuerdo alcanzado entre AMIA y la Universidad de Buenos Aires (UBA), con el aval del Hospital, la Facultad de Medicina de la UBA, y el apoyo de los ministerios de Cultura y de Desarrollo Urbano y Transporte del gobierno porteño.
Con esta intervención artística, AMIA se propuso trabajar desde la carga simbólica que tiene el lugar donde se asistió a los heridos, y lo que todavía significa el atentado terrorista para la propia identidad del hospital.
A partir de la idea y curaduría de Elio Kapszuk, director de Arte y Producción de AMIA, el proyecto de los murales convocó a tres de los artistas más reconocidos del país en la técnica del arte urbano o callejero: "El Marian" (Mariano Antedoménico), Martín Ron y Mariela Ajras.
"Nuestro objetivo fue hacer visible al Hospital de Clínicas como un lugar simbólico de la memoria. La memoria necesita de conmemoraciones, pero también de creaciones de lugares para recordar. Sin estos lugares, que representan una conmemoración en el propio territorio, el paso del tiempo borraría las marcas de las tragedias casi en forma instantánea", advierte Kapszuk.
A cargo de "El Marian", la primera obra hace referencia al 18 de julio de 1994, después de las 9:53, hora exacta de la explosión de la bomba. La obra también refleja como en medio de la destrucción y el horror, cadenas humanas trataron de rescatar vidas entre los escombros.
Realizado por Martín Ron, el segundo mural está dedicado a los trabajadores de la salud del Hospital de Clínicas, quienes el día del atentado pusieron en acción todo su profesionalismo en la tarea de salvar vidas y curar a los heridos.
Por último, la artista Mariela Ajras trabajó sobre la idea de cómo el paso del tiempo terminó transformando la esperada justicia en impunidad.
Los murales completaron el llamado Corredor de la Memoria, un proyecto que comenzó en 1999 cuando sobre la calle Pasteur se plantaron 85 árboles y se colocaron plaquetas conmemorativas con los nombres de las víctimas fatales del atentado. Reconstruido hace 20 años, el edificio de la AMIA se sitúa en el punto intermedio de este homenaje en la vía pública.