En primera persona, una argentina cuenta cómo es comprar un Tesla desde el teléfono celular y sin interactuar nunca con ninguna persona, incluso, en el momento de la entrega; “cuando vea uno con el baúl levantado, ese es el suyo”
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“¿Concesionaria? ¿Probarlo?” Me contesta un amigo con un Tesla en su poder, ante mi consulta sobre cómo empezar el proceso de compra. “Lo comprás como un iPhone. Entrás en la web de Tesla, elegís modelo y color, y seguís todo el proceso online”, me explicó, como si yo tuviese la edad de mi abuela.
Así se compra el auto eléctrico más popular de los Estados Unidos. En la web se elige el modelo, y se ofrecen las distintas opciones de compra con sus upgrades. Escojo el que quiero y me indica precio, alcance de su batería, velocidad máxima y aceleración. Continúa por el color, el tipo de ruedas, el color del interior, la opción de agregar piloto automático (U$S6000 adicionales) o más aún la versión ampliada que maneja completamente solo (US$15.000 extra). También están los accesorios para comprar, como el cargador de pared para el hogar, o el adaptador para la carga callejera.
Por último, la fecha estimada de entrega (si el lector pusiera una orden hoy, la entrega sería en un mes), y las opciones de pago. Se puede desembolsar todo junto, sacar un lease a tres años con un pago inicial de US$4500 y cuotas mensuales de US$500, o comprarlo con un préstamo con US$4500 de pago inicial y cuotas de US$770 por mes. Una vez elegida la opción deseada, solo resta reservar el auto con un pago de US$250 con tarjeta de crédito. Y a esperar…
Una vez que compré mi Tesla tan fácil como una campera en Amazon, recibo un mensaje de texto con el link para bajar la aplicación. Allí, además de contener videos ilustrativos sobre cómo usar el auto, con el correr de los días me va avisando la fecha estimada de entrega. Un mensaje de texto me pide enviar foto de frente y dorso de mi registro de conducir, y semanas después me avisa que debo agendar una cita ya que mi auto está listo para recoger.
Ingreso a la app y ya veo un dibujo de mi auto con el número de VIN asignado. Un botón me lleva a abrir el calendario y sacar turno para retirarlo. Elijo un lunes a las 11 de la mañana. El sábado previo, la app me indica que debo mandar una copia del seguro, para lo cual, llamo a la aseguradora y con número de VIN en mano, ya puedo asegurar mi auto y obtener una copia por email de la tarjeta del seguro.
Así llego al tan ansiado lunes. Nuevamente la aplicación me manda una notificación donde, además de avisarme que es mi día de entrega, me indica que debo asociar mi auto a una cuenta bancaria: hago click e ingreso la información correspondiente. Allí me debitan el pago inicial de mi lease, que quedará registrado para que automáticamente Tesla me descuente mi cuota cada mes. Firmo unos “papeles” en forma electrónica desde el teléfono, y termino el proceso. Un mensaje me indica que debo retirar el auto dentro de tres horas, en la dirección estipulada.
Hasta el momento, todo había sido vía digital. Ahora, esperaba encontrar una concesionaria para que me entregaran las llaves de mi auto.
Con el GPS en mano, mi mente busca una concesionaria Tesla. Esperaba un inmenso local, moderno, luminoso y vistoso desde la calle. Pero en cambio, me hace girar en una playa de estacionamiento, con un minúsculo negocio al fondo, que tiene apenas tres escritorios con una iMac en cada uno. La playa de estacionamiento está llena. Un Tesla al lado de otro. En los parabrisas, cada uno tiene un nombre distinto y un horario. ¿Será que busco el mío y me lo llevo? La idea me cruzó la cabeza, pero me pareció descabellada. Ingreso al local del fondo. “Tengo cita para retirar mi auto”, le digo al vendedor que se me acerca. “Felicitaciones -contesta-. Puede agarrarlo e irse”, me contesta. Efectivamente, allí estaban los autos esperando a sus dueños, ya listos para el viaje a casa y sin necesidad de ningún tipo de verificación.
Cuando me proponía a caminar entre los estacionados, el vendedor me sugiere que abra la app en mi teléfono, y desde allí abra el baúl de mi auto. “Cuando vea uno con el baúl levantado, ese el suyo. Así ahorra tiempo”.
Ahí estaba esperándome, con mi nombre en el parabrisas y el baúl abierto. La app ya estaba sincronizada con mi auto, de manera que al subirme, reconoció mi celular como “llave”, y podía salir andando. Además, me dejaron dos tarjetas magnéticas que también sirven de llave, en caso que el conductor no tenga el celular asociado como llave. Tuve sin embargo, que volver a mirar algún video para saber cómo arrancar el auto. Ya estaba prendido, y yo no me daba cuenta.
Desde que Tesla salteó a las concesionarias, los autos eléctricos han empezado a copiar esa nueva modalidad. En el pasado quedó recorrer distintos puntos de venta en busca de un color o un modelo, menos aún regatear el precio cara a cara con un vendedor. Comprar un auto está al alcance de un click… y de una billetera que pueda pagarlo.
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