Estadísticas muestran que las nuevas generaciones demoran más en sacar la licencia de conducir y prefieren otras alternativas para moverse en la ciudad en los países desarrollados; qué hay detrás de este fenómeno y cuáles son sus razones
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Es un fenómeno que empiezan a advertir en los Estados Unidos y países europeos pero que se extiende a otros lugares, con el interrogante planteado: ¿las nuevas generaciones no quieren manejar y se alejan de los autos? ¿Retrasan el momento de sacar la licencia de conducir porque prefieren moverse con servicios de aplicaciones, bicicleta o transporte público? ¿Les dan miedo los autos en la calle?
Según un análisis realizado por The Washington Post, son cada vez más los jóvenes que eligen no tener auto, y usar otros medios de transporte para movilizarse.
Dentro de la Generación Z, o centennials, -que abarca a todos aquellos nacidos entre el 1996 y el 2012- hay una tendencia hacia dejar de entender al auto como un elemento esencial, y verlo más como un objeto innecesario, lo cual lleva a postergar -a veces indefinidamente- la decisión de sacar la licencia de conducir.
Los jóvenes dejaron de ver al auto como un pasaporte de identidad y paso a la adultez, como las generaciones previas acostumbraban, observó The Washington Post. Aunque sigue teniendo un valor asociado a la independencia y la libertad, hoy un auto significa también contaminación ambiental y sonora, costos elevados de mantenimiento y combustible, una atadura física hacia un país y, en definitiva, un conjunto de responsabilidades que quizá sea mejor evitar para muchos jóvenes.
Según las últimas estadísticas de los Estados Unidos, en 1997 el 43% de los jóvenes de 16 años, y el 62% de los jóvenes de 17 años tenía licencias para manejar. En 2020, estos números disminuyeron considerablemente a 25% y 45%, respectivamente. Aunque la tendencia es más pronunciada entre los adolescentes, también se observa en los jóvenes adultos. En 1997, casi el 90% de las personas dentro del rango etario de 20-25 años poseían licencia de manejo, mientras que en 2020 el porcentaje bajó al 80%.
De hecho, la tendencia a desplazar el protagonismo del auto se vio por primera vez en las generaciones millennials (que abarca a quienes nacieron entre 1981 y 1996), y a los que la prensa de ese entonces llegó a referirse como “la generación que no va a ningún lado”.
Según un reporte del Frontier Group y el Grupo de Investigación de Interés Público de Estados Unidos, entre 2001 y 2009 (período en el que empezaban a tener edad para manejar), la media de kilómetros realizados por persona llegó a bajar hasta un 24%. Al mismo tiempo, el promedio de kilometraje hecho por persona en Estados Unidos llegó a una meseta y dejó de ascender, después de haber escalado por más de 50 años consecutivos. Hoy -estando los millennials ya en una etapa más adulta de su vida- la media de kilómetros realizados por persona es inferior a la media registrada por generaciones previas transitando la misma etapa etaria. En el día a día, un adulto millennial maneja un 8% de lo que un adulto de la Generación X y los baby boomers manejaba a esa edad.
En definitiva, la del abandono del auto como aliado es una tendencia que solo puede entenderse por múltiples causas, según jóvenes pertenecientes a la generación Z entrevistados por The Washington Post. Pero sus planteos no son exclusivos de ese país y se hacen extensivos a otros lados.
Conciencia del daño ambiental
Por un lado, está el factor ambiental: el planeta alcanzó un punto en el que el daño es irreparable, y la conciencia sobre la gravedad del asunto es cada vez más grande. Frente a esta realidad, son cada vez más las personas que optan no formar parte de uno de los principales contribuyentes al calentamiento global: las emisiones de CO2 que provienen de los automóviles.
En Estados Unidos, el transporte vehicular es la mayor fuente de emisiones de CO2 y, por ende, generadora de contaminación ambiental. Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), si cada uno de los 66 millones de centennials que actualmente vive en Estados Unidos disminuyera el uso de su auto solo un 10% (es decir 150 km menos por año), podrían dejar de emitirse 25,6 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono por año, cifra equivalente a las emisiones anuales de más de seis centrales eléctricas de carbón.
Autos eléctricos: una realidad todavía lejana
Por otro lado, la electromovilidad está dando sus primeros pasos en la nueva de la movilidad pero es percibida como algo todavía lejano. No todos los jóvenes están convencidos de que sea una alternativa realmente conveniente frente a la opción de los vehículos alimentados por combustibles fósiles, y los precios de los autos eléctricos -por el momento mucho más altos que los tradicionales- abonan esa impresión.
Miedo a la muerte
Entre los factores que desmotivan a los jóvenes y los alejan del volante están también la ansiedad y el miedo asociados a la posibilidad de ser víctima de un accidente automovilístico. No es que el miedo a la muerte sea algo nuevo, pero quizá sí es un miedo más presente en las nuevas generaciones. Esto, sumado al hecho de que son cada vez más las alternativas al auto como medio de transporte -entre ellas el transporte público, las bicicletas y los scooters y monopatines eléctricos-, contribuye a que muchos eviten exponerse al riesgo hipotético de chocar al volante.
Los autos son cada vez más caros
Por otro lado, estas alternativas al auto como medio de transporte son -en casi todos los casos- sustantivamente más accesibles. Comprar, tener, usar y mantener un auto siempre supuso un costo fijo no menor, que se fue agrandando en el caso local por el aumento de la inflación. Y las nuevas generaciones ven imposibilitado su acceso a un vehículo.
A nivel global, los autos están cada vez más caros, y son más difíciles de conseguir. Desde la pandemia que hay escasez de chips -piezas claves en el ensamblaje y producción de los vehículos- y alteraciones en la cadena de producción. Esta problemática a su vez repercute en cada país, agravando las tendencias preexistentes de cada mercado.
En Estados Unidos, por ejemplo, el valor de los autos, tanto de los 0km como de los usados, subió notoriamente, y los precios de los seguros de los autos subieron un 14% entre 2022 y 2023, según The Washington Post. Actualmente, un estadounidense promedio gasta alrededor del 3% de sus ingresos anuales para pagar el seguro de su auto.
En la Argentina, por su parte, los concesionarios sufren desde hace más de un año falta de stock y de variedad de modelos, que conduce a demoras en las entregas de 0km y sobreprecios. A esto se suma la cuenta del mantenimiento básico de cada vehículo, y el agravante del aumento de la inseguridad vial en las calles.
Crisis como la de la falta de neumáticos del año pasado -que derivó en contrabando, sobreprecios y un aumento notorio de los asaltos viales- no hacen más que empeorar el escenario para el mercado local ante los ojos de la generación Z.
Las propuestas de micromovilidad son cada vez más variadas
En paralelo aparece el boom de la micromovilidad, que sigue avanzando en muchas ciudades del mundo, y tiene como target a las nuevas generaciones, ya que hacer el cambio hacia una alternativa a la movilidad tradicional es más sencillo para un joven que para un adulto que vivió la mayor parte de su vida moviéndose de otra forma. Inventos como los monopatines, scooters y bicicletas eléctricas, por ejemplo, son cosa de los últimos 10 años.
Ámsterdam, por ejemplo, ciudad pionera en la implementación de la bicicleta como medio de transporte urbano, cuenta con casi 900 kilómetros de ciclovías. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por su parte, que empezó a moverse en esta dirección hace relativamente poco -podría marcarse al lanzamiento de Ecobici, el primer sistema de bicicletas públicas en el país, en 2009 como punto de inflexión- hoy cuenta con una red urbana de más de 275 km de ciclovías, con el plan de alcanzar y superar los 300 km este año.
Conforman también parte de la oferta de la nueva era móvil las aplicaciones que conectan a pasajeros con conductores -Cabify, Uber, DiDi e InDriver-, cuyos costos son iguales o mejores a los de los taxis tradicionales, ya que la oferta es cada vez más variada, y el mercado cada vez más grande. Aunque, en comparación con los precios del transporte público, se trata de una opción de transporte cara, sigue siendo una alternativa frente a los costos fijos de la compra y manutención de un auto.
Al final, la nueva era de la movilidad es menos un reemplazo lineal de un auto por otro, y consiste más en un conjunto de propuestas, servicios y soluciones de transporte, que se amoldan a cada ciudadano, según sus gustos y preferencias. En este esquema, el rol del auto tiene cada vez menos color y, en un contexto en el que las opciones afloran y la inmediatez es la regla, tener que asumir la responsabilidad de comprar y mantener un objeto a largo plazo, pierde cada vez más su atractivo.
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