Julián Provenzano se dedica a hacer obras con restos de piezas de locomoción; por un golpe del destino, mostrará su trabajo en plena Copa del Mundo; cómo logró esa posibilidad
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Cumplir un sueño no es una misión para cualquiera, y los métodos para lograrlo varían abismalmente. Depende de muchas cosas, del contexto, de las herramientas a disposición y sobre todas las cosas de tener al universo como aliado. El caso de Julián Provenzano, un bonaerense de Pergamino, es un ejemplo de todos estos factores alineándose. La particularidad es que el destino de su sueño coincide con el destino del sueño de millones de argentinos alrededor del mundo: llegar a Qatar y ver a Lionel Messi.
“Te aviso que es una historia muy loca”, anticipa Provenzano en diálogo con LA NACION. El hombre es esencialmente un artista, un entusiasta de todos los medios de expresión con una vida pasada de contador especializado en computación. Con el camino de la creación libre se encontró de chico pero se fue comprometiendo gradualmente. Su hobby favorito era comprar motos viejas, desarmarlas y volverlas a armar. “Con mis recursos, que no eran muchos. No tenía ni plata ni demasiadas herramientas. Lo único que tenía era tiempo”, cuenta.
El corte en seco lo hizo hace siete años, cuando renunció por completo a sus labores contables, y decidió que iba a invertir cada segundo de su productividad concibiendo esculturas. Y no cualquier tipo de esculturas, sino aquellas que nacen de la premisa del Scrap Art: valerse de chatarra y elementos que de otra manera irían a la basura, para crear. Específicamente, Provenzano tiene una inclinación para hacer arte a partir de los vestigios de los medios de locomoción.
“El 85% de lo que hago es gracias a la industria de la movilidad”, señala. “Son innumerables las obras que hice que alguna vez fueron parte de una bicicleta, una moto, un auto o un avión”. En su taller, un corralón que era de su familia, acumula montañas de chatarra con un popurrí de patentes, resortes de embrague, capots, motores, y todo lo que pueda soldarse y sujetarse a la obra. “Con mi obra quiero mostrar que la realidad es transformable. Que una pieza de chatarra que pareciera no servir tiene el potencial de representar algo más. Que se puede construir algo a partir de la nada misma”, sintetiza el artista.
Ahora, para entender cómo hizo Provenzano (tiene 38 años) para transformar su carrera y llegar a Medio Oriente hay que remontarse en el tiempo e ir al 2019. “Yo venía haciendo obras chicas y de repente mi taller se llenó de piezas grandes que tenían que usarse para obras de mayor tamaño. Eso y el hecho de que venía acumulando ganas de hacer algo con más impacto me llevaron a hacer una escultura de un caballo a escala real”, narra y agrega: “A este acontecimiento se le sumó mi ocurrencia de probar las promociones vía redes sociales por primera vez”. Sucede que alguien vio una de estas promociones -no sabe quién- y le llegó un mail de la Embajada de Qatar, en el cual le contaban que estaban haciendo un relevamiento de 30 artistas alrededor del mundo para participar en una exposición, y lo invitaban formalmente a formar parte.
Claro que en ese momento, hace tres años, Qatar todavía no era un hito. “Tuve que buscar dónde estaba en el mapa porque no tenía ni idea. Cuando lo charlaba con mis amigos pensaban que era una invitación para matarme”, confiesa entre risas y remata con lo que terminó sucediendo de verdad: “Entonces me fui para Qatar”. Y con él se fueron sus 1000 kilos de esculturas, todos en un avión especial.
Básicamente es este el origen de un sueño hecho realidad. Un sueño del cual Provenzano todavía no se despertó y pareciera intensificarse con el paso del tiempo. Porque este año lo volvieron a invitar a exponer en Qatar, y esta vez la fecha coincide con uno de los hechos que sin dudas van a pasar a la historia: el primer Mundial después de la pandemia. También la última chance de Messi, su ídolo absoluto, para consagrarse como campeón.
En esta oportunidad su carga aérea se duplica: lleva 10 esculturas y la gran mayoría son grandes. Una de ellas es el 10 - valga la redundancia- a escala real, que posará en la exposición junto a su antecesor, Maradona, también a escala real. “Fantaseo con que Lionel vea mi obra en persona. Ese es mi sueño”, revela y confiesa que, aunque el valor de sus obras siempre depende del cliente -y que de ninguna se desprendería por menos de US$40.000- a Messi se la regalaría: “Sería un honor total, no tendría precio”.
Provenzano no duda sobre las posibilidades de la Argentina en el torneo. “Por eso hice las esculturas, porque vamos a salir campeones”, asegura y sentencia: “Vamos a ganar y Messi va a ver mi escultura. No tengo una estrategia para esto pase, pero tampoco dudas. Lo dejo a merced del destino, pero presiento que va a darse”.
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