El Saab 900 Turbo, fabricado por la desaparecida marca sueca, ocupa un lugar central en el film y generó un furor por los autos de los 80; cómo es y por qué lo eligieron para protagonizar la trama
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Premiada en el Festival de Cannes, en los Oscar, y consagrada recientemente como mejor película internacional del año por la Federación Internacional de Críticos de Cine (FIPRESCI), Drive My Car es una producción japonesa, dirigida por Ryūsuke Hamaguchi e inspirada en un cuento de Haruki Murakami, que relata el drama de un actor que pierde a su hija por una neumonía, y a su pareja por una hemorragia cerebral. Y todo ocurre a bordo de un Saab 900 Turbo de 1987.
Sucede que, por un problema ocular, el personaje principal no puede manejar su auto -al que está muy unido sentimentalmente-, y la compañía teatral para la que trabaja le impone a una conductora para que lo busque a diario en su domicilio, y lo lleve a los ensayos en un teatro de Hiroshima.
Así, el auto de la firma sueca que se disolvió en 2016 deja de ser un accesorio de rodaje para convertirse en el escenario en donde transcurre un melodrama introspectivo. Es en su interior en donde se desarrolla la historia sobre un duelo mezclado con un potencial romance; donde se crean los vínculos y se delatan las emociones contradictorias que transitan los intérpretes. A bordo de un impecable Saab rojo se emprende un viaje físico y estéticamente placentero por las rutas de Japón, pero también un viaje introspectivo por las psiquis de los protagonistas.
Saab 900 Turbo: globalmente icónico
Allá por 1984, Saab lanzó el 900 Turbo, una versión perfeccionada y más potente de su antecesor, el Saab 90. Diseñado por el sueco Björn Enwall, se trataba de un sedán de línea cupé que se distinguía de sus rivales europeos por su imagen; la ergonomía de su panel de instrumentos; sus mandos especialmente diseñados para manejar en países nórdicos con guantes; y su disposición interior, que replicaba la de los aviones de combate (que también llegó a construir la firma sueca).
Este nivel de innovación para lo que suponían los estándares del diseño automotriz de ese entonces no puede comprenderse sin entender el trasfondo productivo de la empresa sueca; y es que aunque llegó a ser mundialmente conocida por sus turismos y camiones, la marca no se limitaba al mercado de los autos, sino que también era conocida por fabricar aviones, submarinos y drones teledirigidos.
En cuanto a la mecánica del modelo comercializado hasta 1994, se trataba de un auto con un motor de cuatro cilindros dotado de turbocompresor y 16 válvulas, que ofrecía hasta 185 CV, un número alto para un auto de esa categoría en ese entonces.
Aunque su estrellato en Drive My Car es su aparición cinematográfica más reciente, el Saab 900 Turbo fue furor en el mundo de la ficción desde un comienzo. De hecho, este modelo en su versión plateada es el vehículo personal y favorito de James Bond en la mayoría de las novelas de John Gardner, en las que se lo apodó “Silver Beast”.
El simbolismo del auto como escenario de la trama
Una de las nociones fundamentales que despierta el filme es la intimidad y apertura emocional que se gestan a partir de compartir un viaje en auto. Permitir que un otro tome el volante del vehículo propio es una prueba de confianza. Una prueba que se potencia cuando el conductor es un desconocido.
Retratado cinematográficamente con un rojo vibrante que se luce sobre una paleta de grises y azules, el Saab aparece como un espacio de confort, en el que el protagonista se siente seguro y en casa. Pese a una negativa inicial frente a la entrada de una intrusa en su “templo”, sus capacidades automovilísticas sin pretensiones se ganan progresivamente el respeto y la confianza del actor. Así, la posibilidad de una nueva felicidad brota en el habitáculo de un modelo sueco que, ya oficialmente extinto, sigue traficando trascendencia.
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