Cuando se habla de explorar una ciudad, tener una bicicleta a mano cambia las reglas del juego: es una forma de transporte barata, rápida, y divertida, además de contar como ejercicio
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Desde una subida de 1.300 pies (400 metros) en Bogotá, Colombia, hasta un circuito parisino de 22 millas (35 kilómetros) (con vino y helado al final), siete escritores comparten los datos y direcciones de sus paseos favoritos en ciudades cuyos senderos urbanos ya son populares entre la gente que opta por esta estrategia de movilidad.
Copenhague, Dinamarca
Ir hacia el sur siguiendo el largo paseo marítimo, desde la estatua de la Sirenita de Hans Christian Anderson; pasar Kastellet, cuyas barracas rojas desmienten su condición de base militar activa, antes de cruzar la plaza adoquinada que alberga el palacio real: Amalienborg. Dato: el príncipe Frederik se detiene con frecuencia en las puertas en su bicicleta de carga.
Pasar las casas de colores del antiguo puerto, Nyhavn, y regresar a la orilla del agua, donde la ciudad antigua da paso a los ángulos agudos de la Biblioteca Real y a la arquitectura maciza de Blox, que alberga el Centro de Diseño Danés. En este punto se abren dos opciones: girar a la izquierda para navegar por Lille Langebro, el puente para bicicletas más nuevo de la ciudad; o pedalear hasta el serpenteante Cykelslangen. De una u otra forma, el desenlace es el mismo: terminar en el barrio frente al puerto de Islands Brygge, el área de veraneo por excelencia de la ciudad.
Un breve paseo hacia el norte lleva a los altos mástiles del Cirkelbroen, o Circle Bridge, del artista Olafur Eliasson. A partir de ahí, hay que zigzaguear hacia la Casa de la Ópera y parar en la cercana panadería Hart para comprar pasteles de mantequilla. Siguiendo hacia el norte se llega a la caída en picado de CopenHill, la planta de energía y la pista de esquí urbana diseñadas por Bjarke Ingels. Desde allí, solo hay que seguir un poco más hacia el área de Refshaleoen, donde pueden encontrarse los restaurantes La Banchina, y Amass. Una vez listo para emprender la vuelta, en este mismo punto hay un ferry que cruza desde el muelle.
Por Lisa Abdend
Bogotá, Colombia
Todos los domingos a la mañana, 70 millas (unos 112 kilómetros) de las calles de Bogotá, normalmente congestionadas, se cierran a los vehículos motorizados: desde las siete de la mañana, hasta las dos de la tarde, dos millones de personas (casi una cuarta parte de la ciudad), salen a las calles a pistear en dos ruedas a pedal. El evento de participación masiva se lleva el nombre de “Ciclovía”, y data de mediados de la década de los años 70.
Los ciclistas más apasionados empiezan a congregarse antes del amanecer para subir una colina de casi cuatro millas (6,4 kilómetros) y 1.300 pies (400 metros), el Alto de Patios. A las 6:45 a.m., una avalancha de jinetes sube un camino, de solo unos pocos autos de ancho, que corta meandros a través de un denso bosque nuboso a medida que asciende hacia las Colinas del Este.
A diferencia del ambiente relajado que se genera en el evento “Ciclovía”, en esta instancia previa, los ciclistas compiten por una posición. La multitud de corredores está salpicada de fanáticos vestidos con réplicas de camisetas Ineos Grenadier negras y escarlatas de Egan Bernal, ganador del Tour de Francia y el Giro de Italia de Colombia. Y todos, desde los aspirantes a corredores en Lycra hasta las familias con niños en cacharros oxidados, corren hacia la línea de meta del Rey de la Montaña en lo alto de Patios, apenas por debajo de los 10,000 pies, como si hubiera un premio en efectivo real en juego.
Con el ritmo adecuado, es un viaje que cualquier persona en forma puede hacer. En tramos más llanos, los puestos de ruta ofrecen taburetes donde los ciclistas pueden descansar y tomar un café con leche o un jugo de naranja recién exprimido para fortalecerse para el viaje por delante. Eventualmente, todos llegan a la cima de las vistas; en días despejados, los ciclistas son recompensados con una vista panorámica de la ciudad que se extiende desde el follaje verde de abajo.
Por Aaron Gulley
Nueva York, Estados Unidos
La vía verde del río Hudson es la ruta ciclista más popular de la ciudad. Recorrer este camino a través de una serie de parques lineales en el borde occidental de Manhattan es una oportunidad única para encontrarse con los lugareños mientras se transita el río que ayudó a hacer de Nueva York la ciudad que hoy es.
Puede subirse al Greenway, parte del Manhattan Waterfront Greenway que rodea la isla, en múltiples puntos a lo largo de sus trece millas (20,9 kilómetros) de longitud entre Battery Park, en el pie sur de la isla, e Inwood, en el extremo norte. Considere unirse desde la intersección de las calles Chambers y West en Tribeca, donde se abren las vistas del río (donde también hay un muelle Citi Bike; donde puede conseguirse una bicicleta a un precio de US$ 15 por día).
De aquí, pedalear hacia el norte, y mantener los ojos abiertos en todo momento para encontrar los varios lugares de interés cultural. A la derecha, cruzando West Street: High Line y el Museo Whitney de Arte Americano. A la izquierda, saliendo del río: Little Island, un paisaje ondulante y con vegetación exuberante. Al norte, se abre al público otro miniparque en lo alto del Muelle 57. Este mismo lugar funciona como el podio del Festival cinematográfico de Tribeca en junio.
Continuando hacia el norte, pasando el portaaviones Intrepid y los muelles donde atracan los cruceros, hay un pequeño parque de esculturas. Luego, el sendero para bicicletas gira ligeramente hacia el interior en Riverside Park, cortando una amplia franja alrededor de West 79th Street Boat Basin, que ahora está en proceso de renovación. Más adelante se vislumbra el puente George Washington, una proeza de ingeniería que conecta Nueva York con Nueva Jersey. El último tramo de la Vía Verde pasa por un cerro asesino. Aquí puede darse una vuelta en la base del puente para conocer el monumento local Little Red Lighthouse, inmortalizado en un libro ilustrado de 1942 amado por muchas familias tradicionales neoyorquinas.
Por Jane Margolies
París, Francia
París es una ciudad transformada por carriles bici. La alcaldesa Anne Hidalgo gastó 158 millones de euros en el desarrollo de la primera etapa del plan de bicicletas de la ciudad, cuya meta es hacer que la ciudad sea “100% ciclista” para 2026, para cuando se planea haber agregado 112 millas (180 kilómetros) de ciclovías protegidas.
Este circuito de 22 millas (35,4 kilómetros) aprovecha la nueva infraestructura ciclista, mezclando muchas de las principales atracciones de la ciudad y muchos espacios verdes. Desde la Place de la République, seguir el Canal Saint-Martin hacia el norte. Mientras más temprano más vacío el circuito. Un corto trayecto conduce a Bassin de la Villette, que cuenta con parques infantiles y bancos de parque con una suave luz matinal. En verano, la ciudad transforma este tramo del canal en una zona para bañarse al aire libre.
Dar la vuelta y pedalear hacia el sur a lo largo del canal hasta Rue Amelot, en el distrito 11. La tranquila calle lateral conduce a la Place de la Bastille. Esta puede ser una rotonda complicada, pero después de llegar al Boulevard Henri IV, es un tiro directo a Île Saint-Louis, donde las vistas de Notre Dame y la Torre Eiffel actúan como recompensas visuales.
Después de pedalear a lo largo del Sena, la ruta se adentra en la Margen Izquierda para la subida más larga del día, que termina en el Panteón con vistas a los Jardines de Luxemburgo. A partir de aquí, el camino se une al Sena, siguiendo el río hasta la Torre Eiffel. Después de cruzar el Pont d’Iéna y una subida corta pero empinada más allá de Trocadero, la ruta serpentea a través de la arquitectura haussmanniana clásica hasta Bois de Boulogne, un parque 2 1/2 veces más grande que Central Park. El lago es una parada de picnic perfecta (se puede pasar por el cercano Desgranges para elegir la comida).
La ruta vuelve por la margen derecha del Sena, pasando por el Jardín de las Tullerías y el Louvre. Después hay que regresar al nivel de la calle en Pont Louis-Philippe para cruzar Île Saint-Louis. De vuelta en la margen izquierda, la ruta conduce a plazas de baile al aire libre en el Jardín Tino Rossi, donde la gente baila salsa y vals a lo largo de la orilla del río.
La sección final lleva por el Pont d’Austerlitz, y sigue el Bassin de l’Arsenal pasando pintorescas casas flotantes hasta la Bastilla y de regreso a lo largo del Canal Saint-Martin. El viaje termina en una pequeña calle lateral cerca de République, donde está Folderol, un bar de vinos y helados, con una selección que recompensa las horas de ejercicio completadas.
Por Sophie Stuber
Washington DC, Estados Unidos
Washington es un caso donde el ciclismo se promovió especialmente durante los últimos años. Varias agencias gubernamentales y organizaciones sin fines de lucro supervisan y mantienen millas de carriles exclusivos, caminos aptos para bicicletas y senderos de grava a través de la capital, Virginia y Maryland, lo que convierte al área metropolitana de Washington en una de las regiones del país más amigables con las bicicletas.
Un circuito de aproximadamente 20 millas (32 kilómetros) en el noroeste de Washington y Maryland, un favorito local, serpentea a través de Rock Creek Park y Georgetown y a lo largo del río Potomac y el canal C&O, brindando una ventana escénica a la historia colonial del área, vías fluviales vitales y abundantes espacios verdes.
Comienza hacia el sur en Rock Creek Park, un valle densamente boscoso en el centro de la ciudad que se extiende aproximadamente de norte a sur desde la frontera con Maryland. El sendero exclusivo para bicicletas del parque serpentea por millas al lado del arroyo felizmente burbujeante, pasa el Zoológico Nacional, sobre puentes de piedra y colinas boscosas. Es una aventura cuesta abajo en cada giro y vuelta. Los fines de semana, la arteria principal del parque, Beach Drive, está cerrada a los automóviles, lo que brinda más camino para los ciclistas. En verano hay una ventaja adicional: la vegetación verde protege del calor del sol. Sin dudas, conviene hacer el circuito a primera hora de la mañana, para evitar la humedad del área.
Pasear junto al arroyo hasta el río Potomac, cerca de los vecindarios de Georgetown y Foggy Bottom. Muchos ciclistas giran a la derecha en el río a través de Georgetown, donde se puede disfrutar de las casas históricas restauradas y pintadas en colores vivos, para tomar el sendero Capital Crescent Trail.
Capital Crescent Trail, un sendero exclusivo para bicicletas, alguna vez fue la sucursal de Georgetown de 11 millas (17,7 kilómetros) del ferrocarril B&O. Ahora corre paralelo al canal C&O, una de las principales arterias de tránsito del país antes de la llegada del ferrocarril; partes de él se conservan. En Capital Crescent, ascender un poco mientras se presta atención a los remeros de la Universidad de Georgetown y otros navegantes en el Potomac, y recorrer, el túnel Dalecarlia o sobre uno de los muchos puentes ferroviarios rehabilitados.
En la región se están realizando varias reformas para expandir los senderos para bicicletas y, consecuentemente, una sucursal del CCT está cerrada. Este desvío deriva en los suburbios de Maryland de Bethesda y Chevy Chase, donde pueden avistarse casas de lujo mientras se direcciona hacia el este para retomar Beach Drive. Dato: Hay varias estaciones de alquiler de bicicletas operadas por Capital Bikeshare.
Por Elisabeth Goodrige
Ginebra, Suiza
Esta es una ruta fácil que lleva a través de la Ginebra clásica. Incluye una parada en el área de las Naciones Unidas, un crucero a lo largo de un paseo junto al lago, un chapuzón en el lago y un recorrido por el centro histórico de la ciudad.
Desde la estación de tren de Cornavin, dirigirse hacia el norte por la Rue de Montbrillant hasta el corazón del distrito internacional de Ginebra. Hacer una parada para dar un paseo por la plaza frente a la icónica Silla Rota de la ciudad, justo frente a las oficinas principales de la ONU en Ginebra. Desde allí, descender cuesta abajo hasta el sombreado y cuidado Parc Mon Repos. Luego seguir el paseo junto al lago del Quai Wilson y disfrutar de las vistas del Mont Blanc.
Cruzar el puente Mont Blanc, en el extremo más occidental del lago de Ginebra; hacer una pausa para tomar una foto del famoso reloj de flores en el Jardin Anglais; continuar a lo largo del lago y pasar el Jet d’Eau, una fuente que se dispara a más de 400 pies (121 metros) en el aire. Aquí aparece la opción de guardar la bici para nadar, o descansar sobre la arena, en la playa pública de Baby-Plage.
Para el tramo final, recorrer el borde del casco antiguo de Ginebra (la Vielle Ville) hasta la Plaine de Plainpalais, donde puede contemplarse una estatua espeluznante del monstruo de Frankenstein, que cometió un asesinato en este mismo tramo en la famosa novela de Mary Shelley. Desde allí, es un viaje corto de regreso a la estación de tren.
Por Paige McClanahan
San Francisco, Estados Unidos
“The Wiggle” comenzó como un sendero para la gente oriunda de San Francisco, la tribu Ohlone. El camino ondulado que atraviesa el centro de la ciudad permite a los peatones (y ahora a los ciclistas) pasar por alto las legendarias colinas de la ciudad y disfrutar de un viaje prácticamente llano desde el centro hasta la brillante joya de la costa oeste, el Golden Gate Park.
Ya era un muy buen parque para andar en bicicleta, pero los esfuerzos recientes de Car-Free JFK y otros lograron cerrar con éxito la arteria central del parque, John F. Kennedy Drive, al tráfico de automóviles los siete días de la semana. Es probable que se termine compartiendo el camino con una masa híbrida de ciclistas retirados, patinadores preadolescentes y discípulos entusiastas del “Padrino del patinaje sobre ruedas”, David Miles.
El sendero empieza en la estación de BART del Centro Cívico, una fácil conexión con toda el Área de la Bahía. Tomar Market Street hacia el suroeste hasta Wiggle, que comienza en Duboce Avenue detrás de una gran tienda Safeway en la esquina. Una vez en el parque, si no hay hambre voraz y puede aguantarse unos minutos más, ir hacia el sur en Martin Luther King Jr. Drive, pasando AIDS Memorial Grove, hasta llegar a los restaurantes y tiendas de la novena Avenida. La recomendación especial es el pho vegetariano picante en Sunflower Garden Vietnamese. Otras recomendaciones son la panadería cooperativa de Oakland Arizmendi, Green Apple Books y Ebisu Sushi.
Volver al parque y tomar Stow Lake Drive, luego JFK Drive, serpenteando a través de caminos libres de automóviles y pasando por un diseño paisajístico galardonado. De regreso, bajar la colina hasta Market Street a través de Page Street, una “calle lenta” designada que limita el tráfico de automóviles. Casas victorianas restauradas en todos los tonos y agradables bares barriales se alinean en el camino. Wholesome Bakery, con portabicicletas en el frente, tiene buenos galettes de fresa y brownies de chocolate para llevar a casa. Son solo diez minutos de regreso a la estación BART.
Por Nina F. Ichikawa
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