Vuelven los pura sangre: diseños cuadrados, prácticos, funcionales y con gran capacidad off-road para ofrecer diversión a raudales enfrentando todo tipo de terrenos bien lejos del asfalto
¿Podemos decir que todo empezó con el Jeep Willys? Podemos. Porque fue el primer vehículo militar todoterreno y multipropósito que fue comercializado para el uso civil. El Willys GP (por General Purpose, que se pronuncia "yi-pi" y de ahí el la derivación a "Jeep") había nacido para satisfacer las necesidades de movilidad ligera del ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, y resultó tan extraordinariamente versátil que muchos lo consideran la mayor contribución de la industria de EE.UU. durante la contienda. El Willys dio origen a una nueva categoría de vehículos todoterreno que podían usarse tanto para el trabajo como para la recreación, a la que pronto se sumaron otros modelos como el Land Rover Defender y el Toyota Land Crusier, ambos concebidos con una filosofía similar. Todos eran vehículos muy rústicos, cuyo diseño e ingeniería estaban 100% orientados a combinar una gran capacidad off-road con una máxima durabilidad y mínimos costos de mantenimiento.
En 1963, Jeep le dio una vuelta de tuerca al asunto y combinó las aptitudes todoterreno del Willys (y su aura aventurera) con una carrocería más grande, tipo rural, capaz de ser utilizada como transporte familiar. El Wagoneer –así se llamó– de inmediato se convirtió en un favorito de las familias rurales de los Estados Unidos: había nacido el primer SUV. En Gran Bretaña, Land Rover le dio otra vuelta de rosca al tema con el Range Rover, el primer SUV "de lujo".
A partir de ahí se puede armar una línea de tiempo que pasa por: las maravillosas "4x4" japonesas de los ’80/’90 (Mitsubishi Montero, Nissan Pathfinder, lsuzu Trooper, Suzuki Vitara y tantas otras), todas ellas manteniendo la arquitectura de chasis de largueros y capacidades full off-road; el Jeep Cherokee de 1984, que fue el primer SUV con estructura autoportante como la de los autos convencionales; el Toyota RAV4, que puede ser considerado el primer SUV moderno; el Honda CR-V de 2008, que fue uno de los primeros que "salió del closet" descolgando la rueda de repuesto del portón trasero (hasta ese entonces era el "símbolo de las 4x4"); el BMW X6, que fue el primer "SUV Coupé"… Y así hasta llegar a los modelos de marcas de "sangre azul" como Aston Martin, Maserati y Rolls Royce. Lo cierto es que hoy el 60% de los modelos a la venta califican de una u otra manera como SUV, una categoría que se ha vuelto tan amplia y difusa que abarca desde el pequeño Renault Kwid hasta el Lamborghini Urus. Parece increíble que esto haya surgido a partir del humilde Willys, ¿no?
Mirado con perspectiva, el único denominador común que surge de esta línea evolutiva es la posición de manejo elevada; esa que originalmente nació como producto del necesario despeje del suelo para encarar terrenos difíciles. Y justamente es esa la aptitud que se fue perdiendo debajo de capas y capas de otras funciones y aspiraciones. Pero ojo, eso no les quita mérito a los SUV como productos que satisfacen necesidades reales: no hay que subestimar la importancia que tiene el manejo elevado (en un tránsito cada vez más hostil), y un ingreso y egreso mucho más fácil que en autos más bajos. Pero en lo que respecta a las capacidades off-road, la mayoría de los SUV modernos parecen decir "no me pidan que cabecee", si tienen que salir a la cancha cuando está embarrada.
Escasez de especialistas
En ese escenario de vehículos tan polivalentes, fueron quedando pocos realmente especializados para el desempeño todoterreno. Uno de ellos es el sucesor directo del legendario Willys: el Jeep Wrangler. El Wrangler mantiene un linaje que viene del CJ (el primer Civil Jeep, de ahí la sigla), y es prácticamente el único modelo que se ha mantenido continuadamente "fiel a sí mismo" desde su origen: es decir, 100% orientado al manejo aventurero.
El otro podría ser el Land Rover Defender, pero tuvo un bache de tres años en su producción (volveremos a él). Los 4x4 japoneses más tradicionales, como el Toyota Land Cruiser y el Nissan Patrol, tuvieron continuidad y conservaron sus aptitudes originales, pero poco a poco se fueron convirtiendo en vehículos más orientados al lujo que al manejo off-road puro. El caso extremo en esa dirección es el del Mercedes-Benz Clase G, que nació en 1977 como vehículo militar/utilitario y fue mutando a modelo de súper lujo, tal es así que ahora parece más habituado al asfalto de los barrios caros de Londres, Moscú y Dubai que a los caminos de nieve, roca o barro para los cuales fue creado. Lo más paradójico es que su aspecto exterior casi no ha cambiado desde su origen: sigue siendo el mismo vehículo cuadrado, con parabrisas plano y vertical, y puertas abisagradas en el exterior, solo que ahora viene en versiones AMG de más de 500 CV y llantas de 22 pulgadas con neumáticos de perfil bajo (algo que dada la naturaleza del vehículo es tan ridículo como ver a un soldado calzado con zapatillas para correr los 100 metros llanos).
Valor de marca
El caso de Jeep en los últimos años es remarcable. De ser una marca casi de nicho se convirtió, gracias a la explosión de los SUV, en una de las más vendidas del mundo. Pero incluso más importante que eso: es una de las marcas de autos más valiosas (se ha llegado a estimar que Jeep valía más sola que todo el Grupo FCA). Eso impacta no solo en las ventas sino también en la rentabilidad, porque el poder simbólico de las 7 barras verticales hace que sus productos puedan venderse más caros. Porque, seamos francos, hoy por hoy un Compass o un Renegade, incluso un Grand Cherokee, no difieren mucho de sus competidores directos. La diferencia está en el Wrangler, que es único en su clase. La pregunta del millón es: ¿tendría tanto ascendente la marca Jeep en el terreno de los SUV, si no hubiese mantenido la producción del Wrangler tan fiel a sí mismo? Permítanme especular que no.
Empieza a resultar evidente que, en un mercado automotor en el que lo aspiracional está cada vez más inclinado hacia los autos altos, tener en la oferta de productos un "pura sangre off-road" como el Wrangler genera tanta mística como otrora lo fue tener en la marca una coupé de alta performance. Y no iba a pasar mucho tiempo hasta que algunos fabricantes tomen cartas en el asunto.
Volver a las fuentes
Se trata, ni más ni menos, de volver a las fuentes. En un universo plagado de autos que pretenden hacer de todo (dicen que "quien mucho abarca, poco aprieta"), cruzarnos con algún auto bien especializado, dedicado a una función clara, sin falsas pretensiones, es refrescante. En términos de diseño es, ni más ni menos, que aquello de "la forma sigue a la función". Así lo demostró el nuevo Suzuki Jimny hace un año y medio, que podría ser considerado el primero de esta reciente camada de productos que recuperan el espíritu de los primigenios 4x4, incluso desde lo estético. Viendo al Jimny uno podría pensar que cae en el cuestionado estilo retro, una suerte de recreación de los viejos Jeeps.
Pero lo cierto es que esas formas "cuadradas" que recupera tienen mucho sentido: no hace falta una forma demasiado aerodinámica para autos que no necesitan desarrollar grandes velocidades; los paneles planos son fáciles de mantener y reparar (incluso de desmontar); la superficie vidriada aumenta para mejorar la visibilidad de los obstáculos; y muchas otras razones más. Y algo fundamental desde lo estilístico: en esa lógica de formas simples y robustas que son producto de la función, no hace falta sobreactuar con agresividad con la expresión frontal. Por eso funcionan tan bien las clásicas ópticas redondas, que son una marca registrada de la nueva camada de off-roaders.
Y otra consecuencia inesperada es la vuelta de las (solo) dos puertas laterales. Es un poco paradójico que esta disposición vaya desapareciendo de los autos deportivos y reaparezca de la mano de estos nuevos 4x4. Pero también tiene sentido: son vehículos fundamentalmente recreacionales, que se permiten resignar cierta practicidad para usuarios más "individualistas". Además, en los mejores casos, los techos son desmontables y se puede ingresar al vehículo por lugares menos ortodoxos.
Lo viejo nuevo y lo nuevo viejo
La imagen de Land Rover sintió el impacto del cese de producción del clásico Defender en 2016. Pero el año pasado volvió renovado… muy renovado. El camino de los diseñadores liderados por Gerry McGovern fue realmente jugado: apostaron por un rediseño total, que incluyó el abandono del chasis de largueros por una estructura monocasco. ¿Sacrilegio? No parece serlo porque los resultados obtenidos en el desempeño off-road son bastante superiores a los del viejo modelo. Y desde el punto de vista funcional y estético el resultado es sobresaliente. Sin tener ni el más mínimo dejo retro, el nuevo Defender conserva el espíritu de su antecesor y ya pinta como futuro ícono.
La contracara del nuevo Defender es el Igneos Grenadier. El ignoto fabricante (al menos para la industria automovilística, ya que es una empresa líder en petroquímicos) aprovechó el hueco dejado por el Defender clásico y se presenta como su "heredero espiritual". El resultado es muy "vieja escuela" –muy en línea con el Clase G de Mercedes–, y se supone que apunta a los más puristas, esos que no se sienten cómodos con el rediseño del nuevo Land Rover. Suena como un proyecto bastante caprichoso, pero lo cierto es que cuenta con el respaldo de Magna Steyr (el fabricante austríaco del Clase G) y promete ser más accesible que el nuevo Defender. Veremos cómo le va a partir de 2021, que es cuando iniciará su producción en Gales.
Por el lado de Ford, que decidió dejar de producir autos convencionales para reemplazarlos por SUV, no había mejor decisión que tener (o volver a tener) un producto icónico en el terreno off-road. Ese producto es el Bronco, que recupera el nombre y la esencia original del modelo original de 1966, uno de los primeros 4x4 nacidos directamente con fines recreativos (el Bronco continuó en producción hasta 1996, pero con el tiempo fue perdiendo su frescura inicial). Desde todo punto de vista, pero sobre todo desde el diseño, el nuevo Bronco es una maravilla. Se nota que arrancaron desde adentro hacia afuera, pensando más en el uso que en la apariencia, y por eso el auto es una oda a la modularidad y la practicidad. Tiene soluciones ingeniosas por todos lados y las posibilidades de personalización y diferenciación son casi infinitas. Y el resultado exterior, tanto para la versión de dos puertas como para la de cuatro, es excelente: moderno, robusto, atrevido, ingenioso, honesto y pueden seguir los adjetivos. Pero, sobre todo, su diseño clama DIVERSIÓN (así, con mayúsculas), algo que viene escaseando en la industria desde hace un buen tiempo.
Los VVO
Es previsible que más de estos modelos lleguen próximamente. Jeep va a tener que reaccionar al desafío que le plantean el Jimny y el Bronco (ya se habla de un "Mini Wrangler"), y Chevrolet no debería tardar en tener su propio contendiente. Lo mismo cabe para las marcas japonesas, y no sería extraño que hasta Volkswagen aparezca con algo por el estilo, seguramente en clave eléctrica.
Una predicción para cerrar: en un mundo en el que manejar rápido se está volviendo cada vez más restrictivo, estos Verdaderos Vehículos Off-road (o VVO, permítanme la sigla hasta que los genios del márketing inventen una nueva) pintan para tomar la posta de las coupés y convertirse en los nuevos autos más deseados del mercado automotor.