El laboratorio de Inteligencia Artificial y Robótica de la Universidad de San Andrés presentó el primer proyecto de auto autónomo de Latinoamérica; cómo es la experiencia de subirse a un auto que se maneja solo
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En el marco del lanzamiento oficial de la carrera de Ingeniería en Inteligencia Artificial, la Universidad de San Andrés presentó al primer auto autónomo de Latinoamérica y LA NACION tuvo la oportunidad de subirse para ver de qué se trata.
El proyecto fue idea y es liderado por el Laboratorio de Inteligencia Artificial y Robótica (LINAR) de la institución académica, y su objetivo es contribuir al desarrollo de la Inteligencia Artificial en el país.
“La Inteligencia Artificial va a determinar el porvenir de la humanidad”, señaló Roberto Bunge, director del Departamento de Ingeniería, y con una especialización en Silicon Valley. “Es una disciplina que está transformando radicalmente las industrias y al mundo como lo conocemos. Queremos formar a los próximos líderes tecnológicos que van a protagonizar esta revolución”, agregó y señaló al vehículo, como si se tratase de un digno representante de la movida educativa a la que alude.
Un auto con un par de secretos
El proyecto del Auto Autónomo comenzó hace solo unos meses, en abril, cuando a la universidad le llegó una donación de una empresa de Silicon Valley: un Ford Fusion híbrido, y el equipo del LINAR decidió que era el momento perfecto para ponerse a innovar. Entonces empezaron las intervenciones tecnológicas y la búsqueda de sponsors. Empresas como Mercado Libre, Globant, SanCor Seguros y 123 Seguros hicieron aportes para el proyecto.
El equipo que se puso al hombro el proyecto del Auto Autónomo no supera las 10 personas, entre ellos ingenieros, científicos y algunos estudiantes. “No somos muchos, pero somos excelentes y estamos comprometidos”, comentó Ignacio Más, coordinador de las actividades del LINAR y ex-NASA (donde trabajó en el área de los satélites). Y agregó: “Nuestra motivación es estar a la vanguardia del conocimiento. Nos apasiona ponernos en la frontera de lo que se sabe y visitar lugares en los que nadie estuvo”.
El científico aseguró que el proyecto de la UdeSA es “un auto como cualquier otro, pero con un par de secretos”. Para empezar, cuenta con un sistema informático de drive-by-wire que permite controlar por computadora todos los comandos del auto, y una serie de sensores integrados que le permiten percibir su entorno y actuar en función a este.
Estos sensores incluyen un GPS combinado con un sistema de navegación cinética satelital en tiempo real, que mejora la precisión al calcular la ubicación; y sensores varios (lidar, cámaras y radares) que le permiten percibir lo que sucede a su alrededor e identificar a los objetos en la proximidad.
Dichas herramientas abren a su vez las puertas de un campo en pleno desarrollo a nivel mundial: el de los algoritmos de la conducción autónoma. Y son estos los que permiten planificar un trayecto de la mejor manera posible; adaptarse a las alteraciones del entorno; y reaccionar a tiempo en el caso de que uno de los sensores del sistema falle o surja algún imprevisto. En otras palabras, son varias las tecnologías que, ensambladas y automatizadas, hacen que un auto como este pueda manejarse solo.
Cuál es el próximo paso
Hoy el auto sigue en una instancia de desarrollo inicial. El equipo de LINAR lo prueba dentro del campus y en predios cerrados, siempre con la meta final de sacarlo a la calle y revolucionar la movilidad. Para que esto suceda, sin embargo, puede faltar mucho tiempo. No tanto por lo que pueda llevar alcanzar el último nivel de conducción autónoma, sino porque hace falta un marco legal que hoy es inexistente.
“Desde la regulación falta eso: regulación”, sintetizó Casiraghi, programador del equipo, y amplió: “Hoy no hay leyes que digan qué se puede hacer o qué no se puede hacer con un auto con un sistema de conducción autónoma”. Además de un proyecto de ley iniciado en 2017, no hubo demasiadas iniciativas para cambiar la situación, y “sin regulación es difícil llegar a algún lado”.
“Me imagino que nuestro camino va a terminar siendo un poco esto: activismo para que se empiecen a generar iniciativas legales para apoyar el desarrollo de estas tecnologías”, dijo al respecto Bunge. Lejos de estar desesperanzado, parece ser uno de los fieles a la creencia de “si se quiere, se puede”. “Si uno se propone objetivos, arma un plan y se rodea de personas ambiciosas, todo es posible”, aseguró. “Nosotros nos proponemos ser un faro de excelencia en la tecnología para el país. Un faro que inspire a otros faros”, concluyó.